Distorsiones

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  • Movileos

    31 de enero de 2007

    Al hilo de lo que comentaba ayer, me pregunto que tipo de efectos secundarios tendrá la cultura del móvil. Aunque ya no podemos recordar los tiempos antiguos no hace tanto que disfrutábamos aquellas sesiones de cine sin teléfonos sonando y donde lo más molesto era el hijoputa con el puntero láser haciendo dibujos en la pantalla o el silencio que se podía sentir en multitud de lugares y como hablábamos con la gente que estaba a nuestro lado. Todo eso ya es historia. Ahora, mientras pedaleo camino de la estación con la Dolorsi creo que más de un cincuenta por ciento de la gente que adelanto o me cruzo llevan el teléfono en las manos y van hablando por el mismo o escribiendo y leyendo mensajes. Lo mismo sucede en el tren, en la terminal de llegadas del aeropuerto, en el cine, el teatro o en la sala de espera del médico. Es un virus que se ha extendido por todos lados. En España siempre me da la impresión que la gente es aún más ruidosa que aquí. No solo hablan por el teléfono continuamente, gritan para asegurarse de que escuchas sus conversaciones. En Nueva York también los podías ver por todos lados, como autistas que se concentran en un pequeño universo contenido en el teléfono.

    Aquí y allá todos hablan conduciendo y los más facinerosos van por la calle gritando con sus auriculares bluetooth. ¿Hacia dónde vamos? … ¿Cuánto hace que compraste o te regalaron tu primer teléfono móvil? ¿Diez años? ¿Cinco? ¿Te das cuenta de la falta de educación que supone que estés con alguien y atiendas una llamada y te pases un cuarto de hora hablando con otra persona? Y qué me dices de las reuniones, estás discutiendo un tema y de repente alguien comienza a susurrar en su teléfono polladas a la zorra que le come el nabo sin rubor alguno. ¿Acaso no puede esperar hasta llegar a su despacho?

    Quiero pensar que ya estamos tocando fondo y que la cosa no irá a peor. En Holanda han comenzado a crear secciones específicas en los trenes en las que se prohibe el uso del móvil para que aquellos que quieren disfrutar con el silencio o hablar con su acompañante no tengan que sufrir la intrusión de los otros. Aún no ha terminado la guerra contra los fumadores y ya tenemos otro enemigo a batir y este está aún más extendido. Dentro de diez o quince años, cuando tengamos gente que ha vivido un cuarto de siglo con un teléfono pegado a la oreja y lleguen a la mayoría de edad la primera generación de niños criados con un teléfono en el bolsillo veremos lo que sucede. Igual no pasa nada y el mundo sigue girando o quizás se descubra que los movileos han desarrollado circuitos electrónicos en su cerebro y pueden hablar telepáticamente entre ellos y quizás alguien sin escrúpulos y con espíritu empresarial desarrolle una red P2P usando el espacio vacío en los cabezones de los movileos para almacenar ficheros y mover información por todo el mundo sin que haga falta llenar las ciudades de antenas.

    Yo ya he tomado partido por un bando, el de los que viven libres, sin tener que responder siempre, sin permitir que otros interrumpan mi vida con sus pausas publicitarias para contarte cualquier bobería.

  • Edificio Chrysler

    31 de enero de 2007
    Edificio Chrysler

    Edificio Chrysler, originally uploaded by sulaco_rm.

    El edificio Chrysler es toda una joya en el corazón de Manhattan. Está ubicado justo al lado de la Grand Central Terminal y lleva levantando murmullos de admiración más de setenta y cinco años. Durante unos meses, allá por 1930 fue el edificio más grande del mundo, reinado que terminó cuando se inauguró el Empire State Building. Se construyó para ser la sede de la casa de automóviles Chrysler y toda la fachada está llena de detalles que recuerdan los adornos en los coches. Por desgracia no hay ni terraza ni un restaurante en la parte superior así que tenemos que conformarnos con mirarlo desde el exterior.

    Si quieres ver otras fotos del viaje a Nueva York las puedes encontrar en el álbum de fotos de Nueva York y si quieres leer el relato de dicho viaje, comienza en Desde Washington a Nueva York

  • inComunicado

    30 de enero de 2007

    Ya va siendo hora de aclarar un par de leyendas urbanas que corren por ahí sobre mi excelsa persona. Cualquiera que siga la bitácora con regularidad debería conocer al menos una de ellas pero por si acaso hoy despejaremos todas las dudas.

    La primera es sobre el vino. Yo soy animal cervecero y aunque pueda parecer increíble, odio el vino. No me gusta. No lo tomo salvo en muy contadas ocasiones. En mi casa nunca hay vino y si alguna visita quiere beberlo suelo sugerir que lo traigan porque toda botella que me regalan de dicho brebaje es puesta al frente de la cola de objetos para regalar en cumpleaños y visitas y no suele pasar más de cinco días antes de que desaparezca de mi casa. Me da igual que sea un Valdepeñas, un Rioja , o de Sudáfrica, Chile, California, Francia, Lambrusco, rosado portugués o de las mismísimas Antípodas. No me gusta por dos razones fundamentales. La primera tiene que ver con el sabor del vino, el cual no me produce ninguna sensación placentera en el paladar sino más bien de asco y repulsión. Si he de tomar vino en una cena el vaso llegará casi lleno al final y durante la tertulia ya que al primer buche desisto. No soy capaz de apreciar la calidad o las bondades de un vino, todos me parecen igual de asquerosos. Y por cierto, los he llegado a beber muy buenos, según los expertos que se hacen dos cursos de unas pocas horas y ya se creen con el derecho a montar ese patético espectáculo en los restaurantes cuando piden una botella. Esos mismos beben sin escrúpulos en su casa después de abrir la botella y sin necesidad de hacer la pantomima. Esta razón ya es más que suficiente para no tomar vino pero es que hay una segunda más importante. Las resacas son de puta pena cuando tomas vino. Sientes como si te estuvieran taladrando la cabeza y no puedes hacer nada por aliviar la agonía. Es algo horroroso. No hay diferencias entre vino bueno o malo, es igual. El dolor de cabeza no me lo quita nadie. Con la cerveza no pasa lo mismo. Yo puedo llegar a cinco litros de una buena cerveza, coger una melopea de las que se recuerdan, levantarme hecho una mierda al día siguiente con el cuerpo descompuesto pero sin dolor de cabeza. Toda norma tiene su excepción y seguro que la de esta sorprenderá a algunos. Pese a la resaca, si estoy en Nuremberg o en la zona de Frankfurt no me importa emborracharme con los vinos dulces de la región, de esa zona del río Rín. Son peleones y de muy bajo precio pero están deliciosos. Por suerte no voy por esa zona del mundo a menudo. Otra excepción, si admitimos el cava como un vino, es el Anna de Codorniú, un brut que me parece delicioso. Como solo nos tomamos una botella entre dos y luego siempre nos pasamos a la cerveza hasta ahora no me ha producido resaca, pero seguro que si tuviéramos un par de botellas más e incrementamos la cantidad llegaríamos al punto del dolor de cabeza. He de decir que sí uso el vino para cocinar y compro el peor que hay en el supermercado puesto que su fin no es otro que ir directo al caldero.

    La otra leyenda urbana tiene que ver con el uso del teléfono móvil o de cualquier otro dispositivo para la comunicación telefónica en tiempo real en general. Yo voy en dirección contraria a la corriente mayoritaria. Tengo un buen teléfono, tengo un buen contrato y cada vez uso menos el dichoso aparato y últimamente solo para el acceso a Internet. Creo que al final de mi contrato, en Agosto, me pasaré a prepago y así seguiré hasta el fin de los tiempos. Mientras haya acceso a la red en mi casa lo del teléfono es algo que no necesito. Hace ya casi seis meses que lo puse en modo de silencio y ahí sigue. Desactivé el buzón de voz para que no dejen mensajes y se convirtió en un aparato que sirve para hacer llamadas pero no para recibirlas. En las escasas ocasiones que no está en silencio, ignoro todas aquellas llamadas que llegan desde números desconocidos (los que no han sido convenientemente registrados en mi agenda). Al principio había cinco o seis llamadas perdidas por día pero va mejorando y ahora son dos diarias desde números desconocidos, posiblemente vendedores telefónicos dispuestos a echarme un rollo para que contrate un servicio que no me interesa o para que compre algo que no quiero. En el trabajo hablo un montón, horas cada día y básicamente yo soy también el que hago las llamadas, suelo responder a muy pocas e ignoro SIEMPRE las que no tienen identificación de número. Mi vida se ha vuelto más simple y feliz, ya no tengo que mirar el móvil o el teléfono inalámbrico de la oficina constantemente para ver si tengo una llamada perdida o similares. Quien quiere hablar conmigo puede usar el correo electrónico, que es una herramienta que permite almacenar la conversación y hacerla evolucionar de una forma elegante y más completa y en caso de ser necesario recibirá una llamada para concretar el asunto. Nadie se puede imaginar lo libre que me siento. Libre de llevar el teléfono conmigo a todos lados, de acordarme de cargarlo y de coger nervios cuando sientes que es la llamada más importante de tu vida y debes responder aunque estás conduciendo o en la cola del supermercado y todo el mundo te está mirando. Hoy recibía alguna queja porque desde el viernes pasado apagué el teléfono y aún no lo he encendido. Ni me había acordado. Ahora me toca a mí echar las miradas reprobatorias, mascullar alguna maldición gitana entre dientes y despreciar a los adictos al teléfono. Después del éxito de la primera fase fui un poco más lejos y he abandonado casi por completo mi cuenta de MSN Messenger. Volví a Yahoo en donde tengo una desde los comienzos. Hay compatibilidad entre ambos sistemas y recuerdo haber enviado invitaciones a todo el mundo para que acepten esa nueva cuenta y me puedan ver pero solo unos pocos aceptaron esas invitaciones y en muchos casos ni siquiera funciona el servicio porque solo vale entre la última versión de Yahoo Messenger y el Live de Microsoft pero parece que muchos no lo instalan y usan el programa de mensajería que trae por defecto el Windows XP, un programa muy antiguo e incapaz de aceptar la mayor parte de las nuevas funciones. Mirando el lado positivo, también he perdido la dependencia de ese sistema de comunicación y ya ni me acuerdo de activarlo (NO, no lo tengo configurado para que comience con el ordenador). Paradójicamente ahora estoy mucho mejor conectado con un pequeño círculo de personas, aquellos que forman el grupo troncal de mis amigos y si no hay noticias durante tres días enseguida comienzan a enviar correos para preguntar como estoy y de paso me cuentan cosas que de otra forma jamás sabría y yo a cambio les regalo pedazos de mi vida que jamás se verán publicados en la red.

    Así que el Elegido, la Leyenda de los Países Bajos se vuelve más y más inaccesible sin que me importe en demasía.

  • New York desde la Apple Store

    30 de enero de 2007
    New York desde la Apple Store

    New York desde la Apple Store, originally uploaded by sulaco_rm.

    El día que Microsoft saca al mercado su mediocre copia del MAC OS X miramos hacia el mundo desde el interior de la tienda APPLE de la Quinta Avenida en Nueva York. Toda una obra de arte en la forma de un cubo de cristal bajo el que descansa una tienda enorme que abre todos los días del año durante las veinticuatro horas. Está situada en una de las esquinas de Central Park, en el corazón de Manhattan y pese al poco tiempo que lleva abierta se ha convertido en visita obligada para cualquier turista. Volveremos a visitar esta joya otro día.

    Si quieres ver otras fotos del viaje a Nueva York las puedes encontrar en el álbum de fotos de Nueva York y si quieres leer el relato de dicho viaje, comienza en Desde Washington a Nueva York

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