Ayer me levanté temprano porque tenía una misión sagrada que cumplir. Los dioses me habían hablado y me mostraron el camino a seguir. Estoy a punto de emprender el Gran Viaje y necesito equiparme para esta aventura. Desde hace tiempo he estado mirando objetivos que complementen al que adquirí junto con la cámara, un Canon EF-S 17-85mm del que estoy muy satisfecho. Si tienes dinero yo recomiendo pasar de la cutre-lente que traen las DSLR por defecto, comprarte solo el cuerpo y ponerle desde el comienzo un buen objetivo. No hay color entre el juguete que viene con la cámara y las de verdad.
La tienda en la que compré mi nuevo objetivo está en Beverwijk, un poblacho al noroeste de Amsterdam situado a una hora y veinte minutos de Utrecht. Salí de casa temprano porque en ese sitio los sábados solo abren hasta la una de la tarde y además quería rematar la faena yendo al cine en Amsterdam. Por el camino respondía correos y comentarios desde el teléfono móvil y al llegar a Beverwijk activé el GPS y en diez minutos estaba en el lugar. Mientras andaba por las calles me llamó la atención que en ese lugar no hay comercios pero todo el mundo tiene su propia empresa en casa. Lo indican con chapas en las puertas. Pasé al lado de una escuela de conducir y pude ver al profesor esperando un alumno en su salón mientras tomaba café con la parienta. Más adelante había un abogado, un asesor fiscal, un fontanero y así todo lo que puedas imaginar. Esto me preparó para lo que estaba por llegar.
Cuando la chavala del GPS empezó a gritarme que había llegado a mi destino estaba en la puerta de un bloque de apartamentos. Inmediatamente reconocí el nombre de la tienda y entré por el portal abierto. Me recibió la mujer del dueño con fregona en mano, una escena entrañablemente folclórica que no olvidaré mientras viva. El hombre llegó corriendo y tenía la misma pinta terrorífica que en su tienda en la red. Parece una versión simplificada de Abraham Lincoln, con su barbita y todo. El hombre es pura amabilidad y me llevó a la parte de la casa que es su tienda. Después de cruzar una puerta me encontré en otro mundo, una habitación llena de caros equipos y con estanterías que llegaban hasta el techo plagadas de material. Allí había más que en muchas tiendas que he visitado. Hablamos un rato y sacó la lente que he comprado, una SIGMA APO 70-200mm F2.8 EX DG MACRO HSM, todo un galimatías de letras y números que se puede resumir en un objetivo del copón. Estuvimos hablando un rato y me enseñó otros objetivos. Completé la transacción y salí de allí feliz y contento.
Por desgracia hoy llueve y no podré lanzarme a la calle a probarla pero jugaré dentro de casa. Puede funcionar como objetivo para Macro, aunque la distancia mínima de enfoque es de un metro.
En la foto podéis ver la cámara con el nuevo objetivo y el otro que tengo a su lado. Impresiona el tamaño que adquiere la cámara y cuando la tienes en tus manos llama también la atención el peso, cercano a los dos kilos entre ambas.
Esta es la primera adquisición de una serie que incluirá un trípode decente, un objetivo específico para fotos Macro y otro panorámico. El trípode es el próximo en la lista. Quiero uno de carbono con una buena cabeza para que soporte el peso de la cámara. Si alguien me dice hace un par de años que me voy a gastar al menos cuatrocientos euros en un trípode me desbolicho de risa pero lo cierto es que caerá muy pronto. Sobre el precio de esta nueva lente mejor no hablar pero podría haberme comprado una PS3 de las caras y una Wii y seguro que me habría sobrado dinero para algún juego …
Ahora solo falta disfrutarla y hacer miles y miles de fotos con ella.
Actualización: Visto que no está el día para paseos, he hecho algunas fotos de mis margaritas españolas (nombre por el que se conoce esta planta por aquí arriba) mientras llovía y yo las encañonaba desde la puerta de mi casa. Y como siempre, las fotos editadas con PICASA: