La más candente actualidad marca los designios del creador de esta bitácora y nos fuerza a torcer el timón y hablar de algo que no estaba previsto. Yo para hoy tenía preparado un artículo de investigación profundísima sobre las musulmanas y sus efectos colaterales pero por culpa de mi amigo el Moreno tengo que reconducir el asunto. El hombre fue padre por segunda vez la semana pasada y está de vacaciones con lo que no me queda más remedio que alternar con el Chino. Decir que Septiembre ha sido un mes terrible, tres de mis mejores amigos han tenido retoños, dos machos y una hembra. Parece un virus. Solo escucho conversaciones relacionadas con el pecho, con la leche materna, las horas de sueño, los parecidos, la difícil elección del nombre y similares cuando yo solo quiero emborracharme con BokBier que para algo acaba de comenzar la temporada y cada día que pasa es un día menos que podemos beber esa maravilla.
Para colmo de males hoy teníamos una reunión a la una de la tarde a la que yo no quería asistir, así que convencí al Chino para almorzar tarde y como llovía nos tuvimos que quedar en la cantina de la empresa. Nos escondimos en un rincón y al terminar de comer bajamos a la planta de los desarrolladores a tomar café, un lugar que es bastante seguro y donde todos me conocen y no llamamos la atención. Estábamos en un pasillo de cristal que conecta dos edificios y que está reservado para fumadores aunque ya casi no quedan de esos en la empresa y por suerte lo podemos usar los que no fumamos. Afuera llovía a cántaros con un viento fuerte que jugueteaba con la lluvia y la lanzaba contra los cristales. Nosotros mirábamos la lluvia bucólicamente y tratábamos los temas insubstanciales de la vida y hablando de esto y de aquello y de lo próximo que está el invierno y como echamos de menos el frío y la obscuridad y esos días cortísimos y las noches eternas y no sé como salió el tema del agua fría.
El Chino me echó una de esas miradas suyas de intelectual asiático que tanto asco me dan y me contó el secreto mejor guardado que tiene y que paso a relataros porque sé que nadie me creerá. Hace un par de años el hombre apostó con un amigo diez euros. La apuesta trataba sobre la salud y las teorías chinas al respecto. Según parece, ducharse con agua fría hace que nuestro cuerpo desarrolle las defensas y no cogemos resfriados, gripes, catarros ni ninguna otra enfermedad. El gran saber chino dice que el agua fría estimula nuestras chacras y las hace trabajar a conciencia permitiéndonos vivir más y mejor. Yo lo flipaba escuchándole. Me confirmó que ganó la apuesta, que estuvo un año entero duchándose con agua fría. Le conté que yo no podría sobrevivir ni a una sola ducha con agua a temperatura ambiente holandesa en invierno, que me moriría el primer día y me enterrarían palidito y con el rabo todo arrugadito y los huevos como manices de duros y peludos. El Chino se reía y me contó que no es tan duro y que uno se acostumbra pronto. Yo seguía sin creérmelo y entonces bajó el tono de voz, aunque estábamos solos y me susurró que únicamente hay un efecto colateral que no es agradable: APESTAS. Lo miré durante unos segundos sin poder creérmelo y de repente una corriente de sabiduría recorrió mi cuerpo. Claro, eso lo explica todo – le dije.
– Por eso tenías un ligero tufillo el año pasado, un aroma como a varón dandy amargado. ?l no sabía lo que es el varón dandy pero me confirmó que quizás era su cuerpo el que despedía el hedor. Le pregunté si había ganado la apuesta a base de no ducharse y me dijo que no, que cada mañana antes de ir al trabajo se daba una ducha de agua fría porque quería mejorar sus defensas y no ponerse malo-malito y ganar esos increíbles diez dólares que había apostado. Yo seguía sin comprender como puede ser que duchándote todos los días apestes como coño viejo y le expresé mis dudas. El hombre me miró como si fuera un niño pequeño al que hay que explicarle todo con gran detalle y me lanzó la otra teoría, la que aún me tiene temblando porque sus implicaciones pueden cambiar el curso de la historia de la humanidad. Según mi amigo el Chino, al ducharte con agua fría el champú no funciona, no hace nada sobre nuestra piel porque lo rechazamos ya que el cuerpo tiene la energía suficiente para repeler cualquier agente externo. Por eso hueles, porque tu cuerpo está tan sano y es tan poderoso que ni siquiera el champú puede enmascarar nuestro ser más profundo. Hasta el desodorante deja de hacer efecto.
Mira que le he escuchado teorías extrañas al Chino pero esta es la mejor y más avanzada con diferencia. Te lavas todos los días con agua fría, no te pones malo pero apestas como un hediondo. Y el colega pretende que me lo crea. Le pregunté si lo del agua fría es tan bueno y tan saludable por qué no lo seguía haciendo y me dijo que prefiere agarrar un catarro de cuando en cuando y poder sentir sus bolas por no mencionar que a veces la marginación en el tren o en la guagua le dolía porque la gente se sentaba lejos de él por el tufillo que echaba.
Y en esas quedamos. Mañana me voy a caminar solo porque como tenga que alternar con este hombre todos los días d esta semana, no sobrevivo.