Y ya puestos a hacer álbumes y agrupar fotos de la misma calaña para que se puedan disfrutar en grupos me acordé que todas las fotos que puse del Koninginnedag de este año estaban a la buena de Dios. En lugar de crear un nuevo álbum os refiero al antiguo, ingeniosamente llamado Fotos del Koninginnedag. Me llama la atención las fotos del tipo al que le tiran huevos. Yo diría que es el mismo joven en ambas fotos y hay un año entre ellas.
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C.R.A.Z.Y.
Un día de navidad nace el cuarto hijo de una familia canadiense. Este el punto de comienzo de la película C.R.A.Z.Y. de la que quiero hablar hoy. La mayoría seguro que estará mirando la cartelera de su multicine favorito y no encontrará este título. ¡Espabilad! Hay que ir de vez en cuando a ver cosas de calidad y salir de ese circuito de hostias, putas y totorotas en el que estáis metidos. Hay cine más allá de las grandes superproducciones y no verlo es casi un delito.
Como ya dije, la trama comienza cuando un julay nace el día de Navidad. Es el cuarto hijo de una familia disfuncional con un padre cantor e hijoputa, una madre que caga chiquillos como cualquier coneja del Opus, un hermano macarra, otro descerebrado deportista y presuntamente julandrón y un tercero con gafas para parecer intelectual. Este cuarto hijo se convierte en el favorito de su padre y desde pequeño tendrá que luchar contra el reverso julandroso que lo llama a sus filas. Su padre lo ama y él trata de corresponder a ese amor pero el ramalazo le tira mucho y él sueña con esas pollas que le taladran el culete. Durante dos décadas intentará ocultar sus sentimientos mientras el hijoputa del padre canta todo el tiempo la misma canción y la madre se mete estampas del Escribá en la pipa del eso para ver si así queda embarazada de nuevo. Por supuesto hay un milagro y unos años más tarde llegará el quinto hijo por la gloria de Da Vinci.
Contar la historia de una familia a lo largo de dos décadas no es fácil. Hacerlo de una forma tan entretenida se me antoja como imposible. Durante las más de dos horas que dura la película nos sentiremos parte de este grupo de hijos que viven con un padre bastante absorbente. Todos parten del mismo punto y de alguna manera sus destinos se torcerán en direcciones distintas. Veremos como su padre los ama pero no puede hacer nada por enderezar sus caminos. La relación es particularmente intensa con el cuarto hijo, su favorito. El chaval desde pequeño tiene un pérdida de aceite que lo acerca peligrosamente al reverso julandroso y el padre no acepta de ninguna manera que su hijo le salga mariquita o quizás incluso maricón. El chico tratará por todos los medios ser normal, comer coñitos y esas cosas pero la cabra siempre tira para el monte y al chiquillo es que le pone lo de los tíos una hartada. La madre, mucho más permisiva, se da cuenta del problema desde que el chiquillo es pequeño pero no hará nada para hacer al padre entrar en razón y verá como su hijo lucha contra sus instintos porque realmente quiere contentar a su padre.
Son particularmente emocionantes las escenas en comidas navideñas, con toda la familia en la casa y el cabeza de familia siempre cantando la misma canción. El tiempo pasa y los niños crecen. Cada vez se vuelve más difícil mantener la unidad familiar y las relaciones entre todos ellos se van tensando. Sin embargo, son familia y al final el amor que los une los hará seguir adelante.
Si quieres recuperar tu fe en el cine como medio para contar historias, si quieres emocionarte, si te gusta sentir la magia y marcharte a casa satisfecho por haber visto algo excelente, vete a ver esta película. Llévate a alguien a quien quieras y disfruta con una película excelente.
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Álbum de fotos de Gran Canaria
He ido añadiendo fotos a este álbum en distintas ocasiones. Gran Canaria es la isla en la que nací y el lugar al que vuelvo al menos cinco veces cada año. Hay más fotos de la isla en el álbum de fotos de Maspalomas. Si estás pensando en visitar la isla te diré que es un lugar único y con un gran encanto.
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Todos los viajes son diferentes
No siempre suceden cosas interesantes cuando uno viaja en avión. A veces la normalidad es la nota dominante. Mi retorno desde las Canarias parecía escrito con esta premisa. Crucé los controles de seguridad del aeropuerto como siempre, sin notar nada especial. Esperé a que avisaran para el embarque el cual se produjo media hora antes de lo previsto gracias a que el avión llegó temprano, algo que tampoco es extraño cuando son vuelos charter. Tuve la suerte habitual y tenía un asiento vacío a mi lado en el avión, ignoré a los otros pasajeros como suele suceder y me negué a hablarles y una vez me coloqué la almohada del cuello caí dormido, como siempre.
A medio vuelo me desperté. Estaban con lo de la venta a bordo de productos libres de impuestos y dos veces más caros que en tiendas normales. Hay gente que los compra lo cual me fascina. Alguien pidió algo que no tenían y el azafato corrió a buscarlo. Era el clásico trabajador de la raza del julandro con una pérdida de aceite que le hace fallar en las revisiones de la ITV y de esos que jugaron demasiado con la Barbie Túrica cuando eran pequeños. El chaval volvió a la carrera agitando las manos de esa forma que solo una locaza puede hacer. Gracias a lo ancho de su tubo de escape puede correr más rápido que la media y parecía volar por el pasillo. Cuando le faltaban unas cinco filas para llegar a donde yo estaba perdió el paso y lo vimos coger vuelo, trató de agarrarse de los asientos que tenía a sus lados pero su amaneramiento se lo impidió. Comenzó a descender gritando como un cerdo en el matadero y perdiendo toda la gracia. Su caída la vimos a cámara lenta. Sus gritos resonaban por todo el avión mientras iba descendiendo hasta que finalmente quedó totalmente extendido frente al carro que usan para vender y en una posición un tanto extraña. Las otras azafatas lo vieron y comenzaron a correr hacia donde se encontraba pero el carrito les bloqueaba el camino. En el avión, los pasajeros, o sea nosotros, comenzamos a descojonarnos a mandíbula abierta. El julay se movía en el suelo y trataba de levantarse quejándose por la hostia que se había dado.
Cuando se puso de pié le aplaudimos y vitoreamos a rabiar. El hombre salió quejándose para la parte delantera del avión mientras sus compañeras trataban de ayudarlo. No lo volvimos a ver en todo el vuelo. Ese no vuelve a correr como una loca por un avión.
Llegamos a Rotterdam con más de media hora de adelanto y todo salió rodado. Mi maleta fue la cuarta en salir, la guagua que me llevaba a la estación partió inmediatamente y no tuve que esperar por el tren. Toda una serie de golpes de buena suerte. Ahora me toca preparar el viaje a Turquía para la boda. Espero que sea una gran aventura.