Voy en un tren camino a Utrecht y noto que pasa algo raro. Los revisores corren por el tren hacia la parte de atrás. Estamos cerca de una estación. Cuando llegamos a ella hay otro tren detenido en el lado contrario del andén y una multitud de revisores espera. Se abren las puertas y se oyen gritos. Una banda de soldados pasa corriendo. Los veo volver siguiendo a un puto terrorista moro de mierda, un marroquí de esos a los que han lavado el cerebro y le ha dado por intentar matarnos. El hijo de la gran puta mora grita como un cerdo en el matadero, rompiendo la tranquilidad de la estación. Se escapa y viene corriendo hacia donde yo me encuentro. Las escaleras están cerca y casi lo consigue pero en el último momento dos soldados le hacen un placaje de película. Lo veo perder el equilibrio y estamparse contra una columna de metal, haciendo un ruido similar al de las nueces cuando se rompen. Se queda medio abobado pero sigue gritando e intenta escapar. Lanza algo hacia las vías del tren. Los revisores y otros soldados comienzan a llegar. También lo hace un hombre que va sin aliento y parece bastante alterado. El moro sigue gritando y si no fuera porque todos sabemos como se las gastan me daría hasta pena, pero por suerte el otro día nos recordaron que ese es un lujo que no podemos permitirnos.
Todos rodean al tipo y él se sacude intentando huir. Una multitud se ha quedado en el anden mirando el espectáculo, mujeres con niños, ejecutivos que vuelven a casa después de un duro día de trabajo y una jauría de jóvenes soldados sedientos de sangre. Al principio pensé que el hijoputa quería matarnos a todos, que buscaba reventar algo aquí en Europa para satisfacer a su mierda de Dios y eso pero al final fue todo más prosaico. El marroquí había robado la cartera de uno de los pasajeros, el cual se había dado cuenta y lo había comenzado a perseguir. Alertados, los revisores avisaron a la estación y se montó un operativo para detener al ratero porque la policía iba a tardar unos minutos en llegar y no querían detener los trenes durante tanto tiempo. Los soldados dio la casualidad que estaban en la estación porque hay un cuartel en aquel lugar y se ofrecieron a ayudar y de paso repartir un par de hostias bendecidas a un hereje.
Como el salvaje hereje tiró la cartera bajo el tren alguna preclara mente decidió que teníamos que disfrutar del espectáculo completo y se pusieron a hacer maniobras con un palo para atraerla hacia el borde de la vía. El tren era uno de los intercity de dos plantas y yo estaba en la de abajo a dos metros de donde el tipo tiró la cartera así que fui testigo privilegiado de todo el espectáculo. Tras unos diez minutos consiguieron sacarla, devolvérsela al dueño, llevarse al terrorista asesino esposado y aún gritando y blasfemando en su idioma y una vez se calmó la cosa se subieron los revisores al tren y seguimos nuestro camino.
Cada vez tengo más claro que pronto se comenzará a legislar en contra de la religión musulmana. La cuestión es cuánto tardarán en hacerlo y cuantas vidas será necesario sesgar para ello. También me pregunto que pasará con los musulmanes inocentes porque ellos pagarán igual que los culpables y no habrá ningún tipo de piedad cristiana con ellos.