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  • En el barrio de Bastakia

    11 de enero de 2023

    Por la zona del museo de Dubai está el barrio de Bastakia, que viene a ser el casco antiguo de la ciudad y el único lugar en el que las kelis no son de acero y cristal con máquinas gigantescas de aire acondicionado. Esta es la parte que han dejado como una especie de parque temático para que los turistas podamos ver como vivían los terroristas-musulmanes antes de encontrar petróleo en sus tierras. Por delante se puede ver una de esas jaimas que eran sus kelis antes y que creo que en una foto posterior veremos con más detalle. No hay baño, así que en el pasado, las visitas a las dunas o las cercanías de las jaimas de tus enemigos debían ser frecuentes para soltar lastre. En esta zona de la ciudad también hay varios tours y tiendas de recuerdos.

  • La sorpresa en el regreso

    10 de enero de 2023

    Ya sé que lo que mola es demonizar a la chamba y seguro que llega algún día en el que lo haré, pero por ahora seguimos en esa fase en la que todo va bien o muy bien. Al regresar de Gran Canaria, en mi primer día de trabajo, llegué a la fábrica con un color fabuloso y fastuoso que aquí ni lo sueñan, producto del sol que tomé en mis extensas sesiones en la playa de las Canteras y ese primer día de laburo y segundo día del año 2023, lo que se hace en los Países Bajos es la ancestral y paradójica ceremonia del beste wensen. En los Países Bajos, las distancias personales se miden en metros. Esas barreras desaparecen en los primeros días del año gracias al ritual del beste wensen, en el que los humanos nórdicos, cuando se encuentran en el año nuevo, se dan la mano, se dan abrazos y se dan hasta tres besos, en una secuencia sacrosanta de mejilla-otra mejilla-mejilla. En la oficina, el primer día laborable es el único día en el que gente que no conoces y que igual ni has visto en tu vida, vienen a ti a darte la mano y desearte un feliz año, aunque la traducción literal, podemita y truscolana es probable que sea los mejores deseos. Enfrascado en ese ritual y con una purriada de correos electrónicos, casi que no me fijé en uno que solo decía que había que abrir el documento que incluía para leer el mensaje. Tras unas horas de besuqueo y manoseo, llegué al dichoso correo, lo abrí y leo:

    Estimado julay, Como somos conscientes de las circunstancias de la vida, que son así y así son, visto lo visto y visto que la empresa para la que te prostituyes va bien y hacemos leuros por un tubo, en lugar de esperar a abril, el tradicional mes de los incrementos salariales, hemos decidido y decidimos con efecto casi inmediato del primero de enero subir el sueldo a todos nuestros esclavos, o eso que eufemísticamente llamamos trabajadores, en un cuatro por ciento y en abril ya volveremos a mirar y hasta a subir más, que los precios de las cosas en el súper están desbocados y no queremos que tengan que cambiar la mantequilla por la patética y deleznable margarina, producto que se merece un juicio a sus inventores con el único veredicto posible de la erradicación del código genético de los aludidos para que no puedan inventar algo peor, aunque ya sabemos que estas mentes enfermas también estaban detrás de la falsa-carne, esa que no es carne, que está hecha con concentraciones masivas de productos químicos que no se sabe que efectos cancerígenos tienen y que algunos bosmongolos pretenden imponer al resto.

    Lo tuve que leer tres veces, quizás hasta cuatro, porque estaba convencido que este era uno de esos correos de engaño que te mandan y en los que te prometen que el cipote se te estirará y será tan largo que te podrás tocar las uñas de los pies con el mismo. Después me busqué a uno de los sub-intelectuales y me confirmó que no era uno de esos correos y que era cierto, que llevo tres meses y diez días en una empresa y ya me han subido el sueldo, que es probable que yo hasta me lo merecía, pero claro, anteriormente me esclavicé en una empresa que se pegó tres años discutiendo con el comité de empresa un posible y poco probable incremento de salario y cuando, tras treinta y seis lunas nuevas y llenas, llegaron a un acuerdo y tocaron las campanas, dos dieron un uno por ciento de incremento y hubo rumores fundados e infundados que decían que quizás nos tendríamos que poner todos de rodillas y el presidente pasaría frente a nosotros y todos le tendríamos que besar el capullo.

    Por ahora, el año parece que empieza bien y el peligro de la margarina sigue lejano, incluso sabiendo que el precio de la mantequilla se ha incrementado en un veinticinco por ciento y el de la harina ni te cuento, que yo compraba un kilo por cincuenta y seis céntimos al principio del 2022, me marché a España con un precio abusivo en los supermercados de ochenta y nueve céntimos de leuro y para cuando volví de Gran Canaria, ya estaba a noventa y nueve céntimos.

  • La parte delantera del museo de Dubai

    10 de enero de 2023

    Hoy vemos la zona de la entrada del fuerte Al Fahidi, que no tenía una fosa rodeándolo llena de agua porque no veas tú lo que costaría mantener algo así en un país en el que la temperatura mínima del día está por encima de los treinta grados y las máximas suben a niveles que no se pueden ni creer. Supongo que por eso mismo, las ganas de pelearse por allí debían de ser pocas y más bien haciéndolo por la noche y en días frescos. Este museo cuenta la historia de antes del petróleo, de la época de los folladores de camellos y cabras.

  • Desde África a la primavera nórdica

    9 de enero de 2023

    Mi regreso de las vacaciones navideñas sucedió el día treinta de diciembre, la primera vez desde que emigré que regresaba al norte tan pronto, aunque no la primera vez que salía de Gran Canaria antes de fin de año, que ya en el 2012 pasé el fin de año en Málaga camino de los Países Bajos. Mi regreso comenzó bien temprano porque mi vuelo era a las diez y media de la mañana. De alguna manera, he desarrollado un decimoséptimo sentido que me hace saber, con una precisión de más/menos ciento ochenta y un gramos, el peso de mi maleta y en un punto determinado, dejo de comprar porque ya tengo los kilos de equipaje que he pagado, que en este caso eran veinticinco. Al llegar al aeropuerto y pesar la maleta, pesaba veinticinco kilos exactamente, más los diez del bolso de mano, que eran más de la mitad que mi peso, que al contrario que los mórbidos que comentan, yo soy norésico-bulímico-del-coño y estoy actualmente alrededor de los sesenta y dos kilos.

    Cuando facturaba sucedió algo raro. La pareja que iba por delante de mí eran dos pejigueras de esos insufribles que habría que desplazar a Corea del Norte para que desaparezcan. La mujer, antes de facturar, dijo que iba a sacar los pasaportes del bolso y los escondió tan bien en el susodicho que para cuando le llegó su turno, tardó como dos minutos en encontrarlos y después traumatizó de tal manera a la trabajadora, que cuando se fueron y me tocó el turno, se dio cuenta que había mandado su maleta hacia el sistema de reparto sin ponerle la etiqueta. Me dijo que la pegaría a mi maleta y avisaría para que arreglaran el fallo pero yo le dije que yo jamás hablaría y la delataría y si se quiere quedar con las bragas marcadas con lamparones de la vieja y los gallumbos del viejo, que me parecía bien y jamás saldría nada de mi boca, que aquí estoy escribiendo y por consiguiente, no mentí.

    Tras facturar pasé el descontrol de seguridad, encontré las legendarias botellas de agua de un leuro y después me fui al vurguer quin a tomarme un capuchino, que allí valen tres veces menos que en los otros bares del aeropuerto y la máquina de café y el sabor es el mismo. Cuando llegó la hora del embarque, yo ya estaba pegado a la puerta y fui de los primerísimos en entrar al avión, coloqué mi bolso en el compartimiento superior y me apalanqué en mi rincón. Noté que teníamos tiempo del sur y eso me jodió mi elección de asiento, que había sido hecha pensando que despegaríamos hacia el norte. Entramos todos rapidito, cerraron la puerta y estábamos ya en pista cinco minutos antes de la hora del despegue. El piloto nos dijo que tardaríamos solo cuatro horitas porque teníamos el viento de la colita y que si el Elegido hacía un esfuerzo y se pedorreaba, que hasta podíamos coger más velocidad. Después del despegue, hizo un giro de ciento ochenta, quizás ciento setenta y nueve grados y pa’l norte. Pasamos entre Galicia y Asturias, según el piloto, que yo estaba por el lado de Galicia y no vi nada de Asturias. Después llegaron las nubes y cuando estábamos cerca del aeropuerto de Ámsterdam, nos dijo que nos asignaron la mierda de la Polderbaan y que tanto adelanto para nada, que aterrizábamos en el recarajo y desde allí son veinte minutos por carretera con el avión hasta el aeropuerto.

    Cuando por fin aparcó, tardaron quince minutos en venir a conectar la puerta con el chisme ese que parece un gusano con ruedas, que es la nueva normalidad en el aeropuerto de Schiphol, ahora todo es con grandes o quizás gigantescos retrasos. Cuando por fin conseguimos salir, fui a la cinta que nos asignaron y allí esperamos otra media hora o cuarenta y cinco minutos hasta que comenzaron a salir las maletas. Al ver la mía, la trinqué y arrastrando mis treinta y cinco kilos de comida, fui al vestíbulo del aeropuerto, en donde está la estación de tren, bajé al andén de los que van a Utrecht y pillé el primer tren en ese sentido. Como iba cargado como una mula y era un tren de dos plantas, me quedé en la zona de entrada/salida para no subir o bajar escaleras. Al llegar a Utrecht, fui a la parada de guaguas y pillé la que me llevaba a mi keli, sobre las seis de la tarde, que iba más petada que la cola del paro, quizás porque lloviznaba sin parar. Al llegar a mi keli, encendí la calefacción y aprovechando una tregua de treinta minutos de la lluvia, fui en bici al super a comprar algunas cosillas básicas. Llegué con catorce grados de temperatura por la noche, que por si alguno no se cree lo del cambio climático, el último día del año 2022 fue el día más caluroso de diciembre en la historia del universo conocido y por conocer, que ese día llegamos a los quince grados. Lo primero que hice al llegar a mi keli fue mirar la cartelera del cine y reservar entrada para el día siguiente, el último día del año.

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