Cuando crees que ya lo has visto todo y que estás por encima del bien y del mal es cuando te llevas los palos más grandes. Yo me creía ya en esas alturas en las que uno es intocable y todo le resbala por su piel de cocodrilo sin afectarlo. Hay que ver lo equivocado que estaba.
Esto viene a cuento de las nuevas técnicas de hinchamiento de pelotas que mi amigo el chino está desarrollando para conmigo. De alguna manera he conseguido una concentración máxima que me inhibe de escucharlo cuando se pone a hacer gárgaras con los refrescos de cola, he triunfado en donde muchos han fracasado y casi no me entero cuando está sentado frente a mí, comiendo con la boca abierta y masticándolo todo mirándote a los ojos, para que puedas disfrutar mejor de ese troceamiento de la comida. He sobrevivido a esto y mucho más, he llegado a donde nunca nadie antes llegó y cuando por fin vislumbro la meta y creo que seré capaz de tolerar estas pequeñas adversidades, entonces va el colega y me sale con una nueva que no sé como combatir.
Debe haberme estudiado durante semanas porque ha triunfado y me está golpeando en donde más me duele. Un día de estos le doy dos yoyas y lo reseteo a ver si se le pasa la puta manía que ha cogido recientemente. Es de lo más molesto. Sucede en las conversaciones, momento en el que ni comemos, ni hacemos gárgaras. Toda mi atención está centrada en su sabio hablar a lo Yoda, con su mezcla incoherente de palabras pisoteando las gramáticas holandesa, inglesa, española y sólo Dios sabe cual más.
El amigo asiático hace una pregunta y se responde inmediatamente dando una respuesta incorrecta. Veamos un ejemplo: El chino dice ¿Tú recientemente un apartamento comprado te has ? a eso se responde él mismo Yo por tí saber y contigo celebrar con costillas comiendo Yo salto al quite inmediatamente y lo corrijo sin pararme a pensar y sin que todos los filtros que llevo años perfeccionando para estas cosas puedan hacer nada por remediarlo y le digo: Apartamento no ser. Chalet adosado ser, con grande jardín y muchas plantas y el hijoputa me responde: Eso es lo que decir Yo.
Me quedo blanco de la rabia porque no es cierto. Se me sube la bilirrubina y me dan ganas de tirarme a su yugular y cortársela pero me controlo. Seguimos la conversación y otro colega chino que está con nosotros sufre un envite semejante: ¿Por qué tú coche no tener? y el mismo responde: Tú coche necesitar porque carné de conducir tener, el otro respira y lo corrige: Yo no necesitar coche porque en ciudad vivir y trabajo cerca estar, a lo que nuestro querido y entrañable chino le responde: Eso es lo que decir Yo. El otro no se puede contener y le dice que ha dicho lo contrario y terminamos enfrascados en una batalla sobre lo que dijo o quiso decir.
Cuando la conversación ha recuperado la normalidad y he conseguido sacarnos del atolladero, aún con sudores fríos perlando mi frente nos movemos hacia temas menos escabrosos como el cine. Todo parece volver a ir sobre ruedas, pero algo sucio y tenebroso anida en su interior que lo lleva a decir: ¿Tú La Isla ver? a lo que se responde Buena película ser, eso decir tú. Cierro los ojos y cuento hasta cinco respirando lentamente. Le respondo Es una MIERDA de película, todavía me estoy cagando en la madre del hijoputa del director y en su maldita estampa y entonces el tío me empeta: Eso es lo que decir Yo.
Me cago en la puta madre que lo parió. Si no me agarra el otro chino lo lincho allí mismo. Mira que me tocó los güevos el cabrón y bien tocados. No se atrevió a hacerme otra de esas en toda la noche, pero he notado que se lo está haciendo a todo el mundo, que es algún tipo nuevo de comunicación con los occidentales que parece creer es una forma más educada o correcta. No importa la situación. Hablando con el camarero de un bar al pedir y el tío decirle una cosa distinta, en tiendas, en el cine, en el trabajo, en todas partes te larga el Eso es lo que decir Yo y te deja descolocado porque sabes perfectamente que ha dicho lo contrario. No sé como va a acabar esto, pero le veo muy mal final. Un día me va a pillar cerca de mi colección de treinta cuchillos de Ikea y os juro por las bragas impolutas de María der Monte que lo machaco allí mismo.
Cristo bendito, dame paciencia.