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  • Code of Dress – Código de Vestimenta

    11 de enero de 2006
    Code of Dress

    Code of Dress, originally uploaded by sulaco_rm.

    Estando en el club de esquí acuático de Santa Lucía (estamos hablando de Sudáfrica) disfrutando de la visión de hipopótamos y cocodrilos nos metimos en el bar a tomar unas copas y tomé esta foto a la entrada. Tendréis que ir a flickr si queréis ver las notas sobre la misma. No tiene desperdicio.

    En grande se puede ver la prohibición de entrar con armas. El cartel superior es el código de vestimenta en el bar y tiene perlas como el no permitir el uso de chalecos en su interior (intuyo que chalecos salvavidas), no permitir que niños menores de dieciocho años entren en el local, lo cual me parece inaudito porque ya desde los trece años se me hace duro el llamar a alguien Niño y finalmente no poder llevar comida ni bebida a la zona del billar, lo cual estaría bien si no fuera porque no existe billar en el local y fuera del mismo hay una piscina y no un estanque, que sería lo más apropiado para esa palabreja.

  • The Chronicles of Narnia: The Lion, the Witch and the Wardrobe

    10 de enero de 2006

    Hay clásicos de la literatura inglesa que han pasado casi sin pena ni gloria por la lengua española, o quizás es que les ha de tomar un tiempo aún mayor hasta que lleguen a ser apreciados. Ahora que la literatura infantil está en el candelabro gracias a Harry Potter y su exitosa saga, alguien decidió que era hora de llevar a la pantalla otra legendaria serie de libros, que posiblemente no han llegado a tener el relumbrón que se merecen porque su objetivo son niños de alrededor de nueve años y a esas edades en España no se lee, se ve televisión y se embrutece a los chiquillos para que en el futuro puedan ser la vergüenza de Europa.

    No ha mucho que hablé de los libros sobre las Crónicas de Narnia en esta página, así que mejor nos centramos en la película que abre esta serie. No han elegido adaptar el primer tomo según la cronología de Narnia sino que han optado por el primero que fue escrito. Supongo que en el futuro, si llegan a hacer todas las películas se tendrán que inventar algún retorcido giro argumental para justificar esa vuelta atrás. Comenzamos no por el principio sino cuando ya Narnia es un lugar con problemas y la bruja blanca hace de las suyas. Dicha señora seguramente pertenece al selecto club de las putas sucias y rastreras, aunque hay que reconocerle que es guapa de morirse y que tiene muy buen gusto con los trapillos que se pone. Una chiquilla encuentra una puerta para cruzar desde nuestro mundo a ese otro lugar en el que los animales hablan y las cosas son tan distintas y esto nos da pie a la aventura. La niña viaja acompañada por sus tres hermanos y allí vivirán una gran aventura.

    Narnia bebe de las fuentes del cristianismo y son esos valores los que se reflejan en la forma de pensar y actuar de todos. Ahora que nuestra sociedad trata de reinventarse y renegar de aquello que nos ha formado y llevado a donde estamos tras dos mil años, es interesante el ver como alguien tiene las agallas de reclamar a tgravés del lenguaje cinematográfico la vuelta a dichos valores, los mismos que moldearon Europa y han permitido la creación de las sociedades occidentales que disfrutamos en la actualidad. En Narnia todos los caracteres son bastante extremos y siempre hay lugar para el perdón y la redención. Casi todos los malos son conscientes de que obran mal y que tendrán que pagar por ello.

    De alguna forma estiraron una historia corta para convertirla en una película de más de dos horas y ese es quizás el mayor fallo que se les puede achacar. No hacía falta alargar escenas hasta el infinito, no hacía falta contar tantas subtramas que no nos aportan nada y definitivamente, si su objetivo es que los niños pequeños vayan al cine con sus padres, la duración debería ser de unos cien minutos para que los chiquillos no pierdan el interés. Durante la proyección se convirtió en habitual el ver madres saliendo con los chiquillos de la sala para llevarlos al baño, padres que tenían que ir a comprar más provisiones para que sus vástagos aguantaran y similares. Narnia es una buena película infantil que peca de querer ser grandiosa. No les hacía falta emular sagas similares. Aún así el viento de la suerte les ha soplado de cara y han conseguido una joya que perdurará en el tiempo y que nos deja con hambre de ver las siguientes secuelas.

    Algo que la mayoría no sabrá puesto que intuyo que aquí soy el único que se leyó los siete libros es que los protagonistas de las historias no siempre son los mismos. Diferentes grupos de niños acuden a Narnia para vivir sus aventuras. Es un mundo al que sólo alguien con el corazón de un niño puede llegar pero no es un sitio exclusivo de cuatro estrellones. Esto al menos permitirá que cada dos o tres años, cuando llegue el siguiente episodio, los niños estén tan frescos como estos.

    Resaltar lo absolutamente increíble que resulta Aslan, el león. Es perfecto, es totalmente digital y con él se ha rozado el Valhala de la animación por ordenador. El resto del mundo también resulta impactante y la música majestuosa ayuda a crear ambiente. Los chiquillos están sobrados y hacen de esta historia un deber absoluto para una de estas tardes de domingo en la que la pereza os puede y sentís la tentación de quedaros en casa rascándoos el ombligo.

    Si alguien quiere hacer las cosas bien hechas, corred a comprar el libro e ir después a ver la peli, pero si no sois de los que le pegan a lo de la letra impresa, comprad el mayor cubo de roscas, el refresco gigante, la bolsa de chocolatinas y gominolas, id al baño y meteos en la sala a disfrutar del cine.
    gallifantegallifantegallifantegallifante

  • Vendedores en la carretera

    10 de enero de 2006
    Vendedores en la carretera

    Vendedores en la carretera, originally uploaded by sulaco_rm.

    Casi nunca me dejaban salir con la cámara de fotos, por motivos de seguridad y porque no nos movemos en una zona turística y puedo despertar ansias peligrosas. Por eso no tengo fotos de la gente y de lo que había por allí. Desde el coche yendo a toda velocidad tomé esta foto de un puesto de venta en la carretera. Los blancos jamás se paran a comprar en los mismos ya que puede ser peligroso.

    Al final la foto ha quedado muy chula.

  • El cafelito

    9 de enero de 2006

    Mi amigo el turco es un pedazo de pan, musulmán pero pan al fin y al cabo. El chiquillo es que tiene un corazón más grande que los pechos de Pamela Anderson. Ya he comentado en alguna ocasión que suele ir a remar los sábados por la mañana. Eso es capacidad de sacrificio. Se levanta a las ocho y media para remar con otras cinco personas por los canales de Ámsterdam. Haga frío o calor allí están ellos dando el callo. Es mi héroe. Mientras esto sucede yo estoy soltando ventosidades y revolcándome en mi cama con mi manta eléctrica a todo meter mientras la calefacción de mi casa se espabila y comienza a preparar la casa para el advenimiento del amo y señor de la misma, momento que no suele suceder antes de las diez de la mañana de un sábado cualquiera.

    Ya empiezo a divagar. Estábamos en que el turco va a remar los sábados. Ahora tiene un profesor. Creo que ya dije la razón por la que lo cambiaron y como no quiero repetirme, mirad los archivos con atención que seguro que está escrito. El equipo de remo lo forman cuatro holandesas de esas que igual cogen un saco de papas de cincuenta kilos que escalan el Teide en bicicleta, o sea, unas mujeres de corre que te pillan y junto a ellas un francés y mi colega. El francés como buen gabacho que es parece amanerado, producto de la perniciosa forma que tienen de hablar, que independientemente del idioma que usen siempre da la impresión que tienen la boca llena de lefa y les da miedo escupirla. El día que esa gente aprenda a vocalizar y a usar todas las partes de su boca conquistarán la vieja Europa y le daremos por el traste a nuestros amigos del águila y el cañón. Por el momento nos tenemos que conformar con lo que tenemos. Un domingo cualquiera de este otoño el francés, después de estar más de medio año remando con el otomano lo invita a que se pase por su casa para tomar un cafelito y de paso conocer a su novia, una holandesa que por lo que cuenta es la chocha del martes venida a más, prima de top model y con unos genes que ya los quisieran para sí los Borbones o los Austria e incluso en la casa de Alba. Le dice que se pase a las dos y media y así confraterniza con esos bellezones neerlandeses.

    No hace falta recordaos que mi amigo por un coño va a misa si es necesario, que se pierde por un cuerpo con bragas y con plenas facultades para eso que unos denominan hacer el amor y que no es más que follar, el restriegue de sudores de cuerpos sin otro objeto que el mero asesinato de unos millones de espermatozoides que de no ser por esto habrían acabado en cualquier servilleta o taza de retrete y que así al menos morirán viendo de lejos ese óvulo que no podrán alcanzar. El turco me lo cuenta el sábado más exitado que los tampones de Scarlett Johannson. Sueña con ese momento al día siguiente en que su encanto y belleza exterior derribarán las barreras de un tremendo bellezón y esta se tirará al suelo arrancándose la ropa y gritándole que la posea. Me da hasta envidia. El sábado no toma alcohol para preparar su espíritu y que sus chacras den lo máximo al día siguiente. En lugar de ver fútbol se empapa dos horas de programación del canal de televisión de música clásica. Todas sus células están adoctrinadas y son conscientes de lo importante que es este momento para ellas.

    A la mañana siguiente se levanta y pasa las horas acicalándose. Se pone hasta desodorante, algo inaudito en este hombre. Se afeita dos veces y pasa al menos en tres ocasiones por la ducha. Se pone los mejores gallumbos y coloca el paquetillo con cinta métrica, ajustándolo al milímetro. El mejor de sus desgarbados pantalones de diseño, esos todos rotos y que compra siempre por más de doscientos eurolos, la camisa por fuera para que se vea la marca y la etiqueta con el precio, etiqueta que hay que quitarle cuando se lava y volver a coser con posterioridad. Está como un palmito. Descubre una peluquería que abre en domingos y acude raudo a tirar treinta euros y que le hagan un retoque. A las dos y media está en la puerta de la casa del francés, uno de esos edificios viejos y estrechos con escaleras empinadas y que parecen a punto de caerse. En lugar de llamar al timbre los avisa con el móvil, algo con muchísimo más estilo y glamour. Le abren y sube las escaleras despacio y controlando la respiración, que no es hora de estropear el concepto antes de tiempo. Cuando llega a la tercera planta le espera en la puerta una vieja cuarentona (aunque más cerca de los cincuenta que de los cuarenta). Intuye que se ha equivocado y vuelve a llamar. El teléfono suena en el interior de la casa y la doña le da la bienvenida. Se presenta y le dice que es la novia del otro.

    El cielo en peso cae sobre mi colega. Donde está esa chocha fruto de los mejores genes, esa diosa de la que supuestamente es el novio porque lo que tiene delante no es más que una vieja más cascada que los fogones del Titanic y con la que uno no echa un kiki ni con las luces apagadas. No la vamos a describir porque sería cruel pero decir que la señora más que patas de gallo las tenía de avestruz.

    El turco encuentra al francés y le dice que donde está la chorba esa top model. Se lo dice mientras agita la pelvis con movimientos reflejos de su organismo, que está sintonizado para fornicar y ya anda en los previos. El francés se disculpa y dice que no ha venido porque había salido de juerga la noche anterior y anda algo cansada. Cuando nuestro héroe está por marcharse el otro lo detiene y le dice que antes de tomar el cafelito tienen que mover una cómoda que está en el piso de abajo y que hay que subir a este, nada del otro mundo, un trabajillo de un par de minutos. Bajan al lugar y el susodicho mueble es un pedazo de trasto enorme de por lo menos cien años y hecho con madera maciza. Aquello debe pesar un huevo y parte del otro. Le pregunta si la vieja los va a ayudar y el francés le confirma que no.

    Estuvieron tres horas moviendo aquel trasto escaleras arriba, ciento ochenta minutos de sudor y ni tan siquiera un puto vaso de agua. Cuando acabaron eran cerca de las seis, el hombre estaba que no se sentía las piernas y como recompensa le ofrecieron un cafelito. Se lo tomó y le dieron puerta. Esto no se le olvidará mientras viva. Volvió a casa dolorido, sudado y con la misma carga de esperma que tenía por la mañana. Lo podríamos calificar de fracaso rotundo y nos quedaríamos cortos. El hombre no quiere ni oír hablar de franceses y modelos.

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