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  • Putas sucias y rastreras

    28 de noviembre de 2005

    Heme aquí de nuevo en la difícil tesitura en que me pone mi proverbial capacidad de observación y mi locuacidad más propia de un pescadero. Desde ya aviso que todo lo que aquí se especula ha sido verificado siguiendo rigurosos métodos científicos y como cualquier trabajo de campo que se precie, está sujeto a errores fruto de la muestra en la que se basa. Aquellos o aquellas que se sientan aludidos pueden contener su ira y reservarla para mejores empresas ya que esta batalla la tenéis perdida de antemano. No soy yo quien se deja convencer por verdades ajenas y renuncia a la propia. El tiempo y la mala leche me han moldeado así y ahora es muy difícil el poder cambiar algo tan básico.

    Tras el título de esta anotación, Putas sucias y rastreras, el cual quiero repetir en este momento para que nos quede claro que no estamos hablando de asuntos críticos para la seguridad nacional, se enmascara una raza de mujeres de dudosa virtud y aún menor caridad. Estamos hablando de una especie que no sólo no está en peligro de extinción sino que se expande peligrosamente y contamina todo lo que toca, provocando la ira y el rencor de aquellos ciudadanos comunes que como yo sólo aspiramos a una vida simple y sin problemas en la que todo suceda como estaba previsto.

    La primera vez que en el cáliz de mi espíritu se condensó este pensamiento fue en una parada de guagua (o autobús para aquellos que desconocen esta palabra). Estaba yo esperando que llegara el transporte púbico y había otras personas en la parada. La última en llegar fue una maruja de patio de verduleras. Una holandesa de esas de pelo rubio pajoso con una ralla negra pintada alrededor de los ojos para asustar al prójimo y con un hocico de malaje que me obligaba a cantarle aquello de mala, mala, mala eres mientras palmeaba y las otras personas que estaban en la parada me hacían los coros. La tal señora, si es que le podemos otorgar dicho calificativo se colocó al final de la cola y cuando apareció en el horizonte la guagua se adelantó a codazos rompiendo la fila y apoderándose de la primera posición. Los hombres que allí estábamos y la señora que esperaba pacientemente sentada le echamos una mirada reprobatoria que por supuesto se la trajo bien al fresco, resbalando por su asquerosa jeta. Cuando se abrió la puerta y pudimos acceder al vehículo, ateridos como estábamos ya que aquí arriba el rigor invernal no es algo teórico sino que ha sido fehacientemente probado y sufrido, la interdicta entró y entonces comenzó la segunda fase de la maldita y asquerosa actitud que la ha hecho merecedora del calificativo de hoy. Todo el mundo en la parada tenía su bono preparado o en su defecto llevaba el dinero en la mano, todo el mundo menos ella. Al entrar se detuvo frente al conductor, se quitó los guantes, tranquila y cuidadosamente abrió su bolso y comenzó a rebuscar entre toda la mierda que llevaba su monedero. Nosotros mientras tanto esperábamos fuera sujetos a las inclemencias del tiempo e impotentes ante tamaña desfachatez. Al encontrar el lugar en el que guardaba sus monedas, ese putrefacto dinero con el que espero la entierren, lo sacó y comenzó a juntar unidades de uno, dos y cinco céntimos para completar el euro y sesenta céntimos que le costaba el billete. Fue una operación infinitamente larga y que agotó la paciencia de todos. La hija de puta es que no sabía ni contar. Seguía acumulando monedas y cuando ya estábamos cerca del final se le acabaron, a falta de unos escasos tres céntimos. La maldije al compás de mis compañeros de batalla, maldita seas una y mil veces, maldita seas entre todas las mujeres pero a ella no le importó ya que vive por este tipo de momentos y sabía desde el comienzo que no tendría suficiente. Se guardó las putas monedas y volvió a comenzar a contar, esta vez utilizando monedas de diez, veinte y cincuenta céntimos. El conductor reflejaba en el iris de sus ojos el odio y el asco que todos sentíamos por ella en aquel momento. Por intentar, incluso trató de entablar conversación con el hombre para alargar su momento de triunfo, aunque este no se dejó embaucar y la despachó para el interior. Toda su operación tomó un par de minutos. El resto cedimos el paso a la señora y entramos en unos segundos.

    Leyendo el párrafo anterior tendríais que haber adquirido una buena idea del tipo de hembras que reciben dicho título. Os las podéis encontrar en cualquier lado, en la cola del supermercado, en tiendas o al ir a comprar un billete de tren en una máquina. Siempre se comportan de la misma forma y siempre lo hacen con plena consciencia, ya que su acto de maldad no es aleatorio ni gratuito sino de esos que fuerzan a confesar el pecado y son punitivos, penitencia que en su caso no sería otra que la de reventarse el cabezón a hostias contra un muro de hormigón.

    Además de existir como entes aislados, las putas sucias y rastreras actúan en manadas. El día que me crucé con la que ha motivado esta anotación subieron un grupo a la guagua, una en cada parada, porque se comunican entre ellas y se sincronizan para maximizar el daño y su particular gozo. Cada una de las que se subía lo hacía siempre en primer lugar y en todas las ocasiones jodía a los que esperaban fuera y a los que esperaban dentro retardando a postas algo tan sencillo como puede ser el usar un transporte público. Huelga decir que ha sido el viaje más largo de los que he hecho hasta ahora y también el que más me ha encabronado. Ellas se reían a carcajadas y parloteaban planeando su siguiente movimiento cuando llegaran al centro de la ciudad porque tenían claro que aquel día iban a joder al prójimo.

    No puedo estimar cuantas de estas malas bestias existen entre la población pero considero que son más de las que deberíamos tolerar. No existen mecanismos de defensa ante estos bichos, salvo la paciencia y el mal de ojo, que no funciona tan bien como a uno le gustaría. Tampoco he visto (aún) la versión masculina de estos seres, pero seguro que los hay.

    Así que quiero advertirlos contra ellas y quiero que quede constancia en este anodino diario que os he visto y os he reconocido y sé muy bien lo que hacéis. Y sabed que recordaré vuestras caras y os acusaré ante el altísimo y pagaréis por todo lo que habéis hecho. Y rezaré para que vuestra maldita estirpe se agote en su propia saña y acabe revolcándose en los fangos de la ignominia. He dicho.

    Puedes leer más anotaciones relacionadas con este tema en hembrario

    Technorati Tags: desvaríos

  • Ancla

    28 de noviembre de 2005
    Ancla

    Ancla, originally uploaded by sulaco_rm.

    Uno necesita puntos fijos para tener cierta estabilidad. La foto de hoy es de un ancla. Al igual que nosotros, los barcos tampoco se pueden mantener estables por sí mismos y buscan la ayuda de agentes externos. Para ello está el ancla. Este ancla es de alguno de los cientos de barcos que visitaron Ámsterdam durante el Sail 2005.

    Hay más información sobre Holanda en la anotación Guía para el turismo en Amsterdam y Holanda y también puedes ver el Álbum de fotos del Ámsterdam Sail 2005 o el Álbum de fotos de Amsterdam

    Technorati Tags: Amsterdam, viajes

  • Match Point

    27 de noviembre de 2005

    Woody Allen es uno de los pocos directores americanos que hacen lo que quieren y quizás por eso no se le respeta lo suficiente en su país. Sus películas no están dirigidas a los típicos quinceañeros descerebrados ni a la generación del chimpún. Es cine en el que el guión es el eje sobre el que giran unos actores que procuran dar lo mejor de sí mismos. Como nunca ha hecho grandes esfuerzos para que sus películas recauden cientos de millones ahora lo tiene muy crudo para conseguir financiación en los Estados Unidos y ha terminado recurriendo a Europa para financiar su cine. Este hombre es además bastante prolífico y cada año vuelve a las pantallas con una película. Esperemos que pueda seguir haciéndolo durante mucho tiempo porque es una brisa de aire fresco en la emponzoñada nube del cine actual.

    Match Point es la bola que decide un partido de tenis, es la diferencia entre ganar y perder. En esta película se habla de tenis, se habla de juego y se habla de ganar y perder. Es el juego de la vida. Está ambientada en la elitista alta sociedad londinense, gente acostumbrada a ir a la ?pera, a acudir a exposiciones y a ver como sus errores son subsanados por papuchi y mamuchi. En Match Point un joven entrenador de tenis conoce a una niña rica y termina enamorándose de otra pobre. Debe decidir entre mantenerse entre los ricos y ver como su vida mejora para siempre o elegir el amor y un futuro incierto. Esa será su bola de partido.

    Como en todo el cine de Woody Allen, los guiones son esenciales. Aquí no hay grandes efectos especiales, no hay persecuciones espectaculares ni similares. Hay momentos cotidianos vistos desde la óptica de este hombre. Los diálogos son afilados y las escenas se suceden sin pausa llevándonos en volandas hacia un final en cierta forma inesperado. Para hacer todo esto creíble hacen falta buenos actores, algo en lo que este director no ha tenido problemas jamás. Prácticamente nadie se resiste a su llamada. Todos saben que no habrán grandes salarios, que no alcanzarán grandes audiencias pero también que podrán ejercer su profesión y mucha gente se fijará en ellos. Entre los cuatro jóvenes protagonistas resaltan Scarlett Johansson y Jonathan Rhys-Meyers. La primera es tan jodidamente hermosa que te duele mirarla y ella es consciente de esto. Encandila a la cámara en todos sus planos, juega con los espectadores y trata de enamorarnos continuamente. Además es que se pasa media película fornicando y eso mola. Jonathan Rhys-Meyers se sabe un chico con suerte y trata de aprovecharla al máximo, follándose todo lo que se mueve y tiene papaya, que en este caso son las dos protagonistas. Los otros dos, la esposa de este interpretada por Emily Mortimer y su hermano sólo pueden seguirles el juego. Tendré que volver a ver la película en su versión original, porque la traducción al español machaca los acentos y aquí tenemos un chico irlandés, dos jóvenes de la alta sociedad británica y una joven americana. Es una pena que al traducir todos hablen español de la meseta, perdiéndose todo el encanto de las diferentes entonaciones.

    A estas alturas ya todos tenemos muy claro si nos gusta este tipo de cine o no. Los que prefieren las palomitas, gritos, móviles sonando y las putitas de barriada con la minifalda por encima de las bragas, mejor os quedáis en casa u os gastáis el dinero en otra cosa. El resto, aquellos capaces de apreciar el buen cine deberíais haberla visto ya.
    gallifantegallifantegallifantegallifante

  • Policías criticando

    27 de noviembre de 2005
    Policías criticando

    Policías criticando, originally uploaded by sulaco_rm.

    Me pregunto a quien estaban despellejando estas dos. Por la foto se ve que era alguien conocido por ambas y que a los caballos no les interesaba en absoluto la conversación. Mientras ellas andan distraídas, son los caballos los que parecen estar controlando a la multitud y vigilándonos atentamente.

    Hay más información sobre Holanda en la anotación Guía para el turismo en Amsterdam y Holanda y también puedes ver el Álbum de fotos del Ámsterdam Sail 2005 o el Álbum de fotos de Amsterdam

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