Distorsiones

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  • Las dos semanas pasadas en Distorsiones

    18 de octubre de 2005

    Habemus casa. Ya han pasado diez días desde que me mudé a er Chumino, ese pedazo de vivienda ubicado en la histórica ciudad de Utrecht. He andado algo liado y por eso no he podido mandar el correo habitual. Aunque a un ritmo más pausado, Distorsiones, ese lugar en el que el universo gira descompasado ha seguido retorciendo sus líneas y avanzando hacia un cierto desastre. Sobre el tema de la casa se ha hablado bastante en Ya era hora, ahora me toca a mí, La firma y La mudanza, historias que han sido agrupadas en una nueva categoría denominada Mi casa. También hay un montón de Fotos sobre el tema: Salón vacío, Segundo dormitorio, Dormitorio principal, Puerta de la calle, Cagadas invertidas, Trastero bajo la escalera y Antes de la mudanza. La despedida de la vieja casa y de todos los recuerdos que encierra sucedió en Mi vida en Hilversum, un melancólico repaso a las fotos de la ciudad que han aparecido por aquí. Sobre mi nueva ciudad, Utrecht, podéis ver una Foto en El Dom desde la biblioteca.

    Pese a este empacho sobre la mudanza, algo que se veía venir, hubo tiempo para otras cosillas. El American Tour 2004 se acerca al final de la primera parte en el Capítulo noveno: Los isleños en el camino a Biloxi y hubo también alguna foto de este viaje, como Casas de esclavos y Cipreses en los pantanos.

    A comienzos del mes hice el repaso de las visitas del mes anterior en Los más populares de Septiembre , una forma de saber qué es lo que llama más la atención de esta página y aunque poco, hubo algo de Cine en New Police Story – San ging chaat goo si y Crash. De todos es sabido que un par de veces al año me sale una buena crónica de película. La correspondiente a este semestre es New Police Story – San ging chaat goo si, escrita con rabia y con saña, así que os sugiero que la leáis.

    Terminé de republicar la saga de Moby Dick, con los capítulos restantes: Moby Dick II y Moby Dick III. Ambos entran por méritos propios en la categoría de Grandes Historias.

    Además de todo esto, al fin conocimos El plan maestro del chino, que me descubrió en una visita a su nueva casa y también hubo un desvarío llamado El fondo de armario sobre los problemas de las hembras en estos tiempos modernos. El fin de semana pasado estuve por Ámsterdam y conté algo de ello en Sábado de otoño.

    Esto ha sido todo. En la banca rota más absoluta, os pongo los enlaces habituales a mis listas de deseos: 
    – Wishlist en Amazon UK
    – Wishlist en Amazon USA

  • Crash

    17 de octubre de 2005

     Salir del cine maravillado no es algo que suceda todos los días, de hecho se está convirtiendo en un evento extraordinario. Predominan las películas mediocres y faltan aquellas que alzan nuestros espíritus y los alimentan con un gozo indescriptible. Esto es exactamente lo que me sucedió con Crash, película que creo llegará a España el año que viene.

    Uno camina tranquilamente por la calle y sin querer le da un golpe a una señora, que por culpa de ese golpe tendrá que visitar a un doctor y mientras está en la consulta verá como asesinan a alguien y de la impresión perderá el tren y no podrá volver a casa y se tendrá que tragar su orgullo y llamar a su prima con la que no habla desde hace veinte años y descubrirá que su familia es maravillosa y tal y tal y tal.

    De esto y un millón de cosas distintas trata Crash. Del azar, de la casualidad, de la vida, de las interacciones aleatorias entre humanos y como todo parece formar parte de un plan maestro que nos lleva hacia algún lado aunque no sabemos muy bien cuál será ese destino final. Hay blancos y negros, todos hablando de racismo, hay latinos e iraníes, unos lloran, otros desahogan su rabia con violencia o yendo de compras o sencillamente son felices a su manera. Mientras te dejas llevar por el río de la historia te identificas con casi todos y con ninguno. Los comprendes y al mismo tiempo los odias. Salen emociones de dentro de uno que hacía tiempo que estaban durmiendo el sueño de los justos. Es una inmensa montaña rusa emocional en la que hay cabida para todo. Aunque por momentos parece que las múltiples historias están totalmente separadas, irán entretejiéndose hasta formar un único mosaico.

    Dos semanas después de haberla visto aún sigo pensando en los distintos personajes de la historia. ¿Habrá el policía afrontado su destino? ¿Será feliz la mujer del Fiscal? ¿Volverá a abrir la tienda el iraní? Son estas inquietudes las que te hacen valorar este juego mental en el que te metes una vez has aceptado el reto y pagado la entrada. No hay una trama sencilla y prácticamente digerida para que analfabetos y retrasados mentales puedan pasar noventa minutos en un recinto con aire acondicionado y volver a casa después de haber tirado un dineral en palomitas de maíz y bebidas tamaño gigante. Lo que hay es un guión trabajado hasta el infinito y escrito pensando en los actores y no en los efectos especiales. Nos encontramos una película de cine independiente en la que trabajaron un montón de famosos únicamente porque les gustó la historia y presintieron que de ese legajo de folios que les habían mandado podía surgir algo grande. No puedo nombrar a ninguno de ellos porque todos bordan sus papeles, todos colaboran de una forma coral en aras de un objetivo común, de contar una historia. No se roban planos unos a otros, nadie chupa cámara de manera obscena para mayor gloria de su ego. Es cine, eso que nos sigue moviendo a pisar una sala y reírnos o llorar o sentir miedo y que tan pocas veces sucede.

    Me descubro ante el director, ante los productores, guionistas, actores y actrices que participaron en esta gran joya. Recomiendo encarecidamente la película a todos aquellos que les gusta el cine y que son capaces de creer en la magia que puede suceder en una sala obscura y con una gran pantalla. Le doy la máxima clasificación posible en gallifantes.
    gallifantegallifantegallifantegallifantegallifante

  • El Dom desde la biblioteca

    17 de octubre de 2005
    El Dom desde la biblioteca

    Ya va siendo hora de comenzar a poner fotos de Utrecht. Aquí podéis ver el Dom, la torre que en el pasado formaba parte de una inmensa catedral católica y que fue separada de la misma por obra y gracia del Espíritu Santo después de que los malvados protestantes, guiados por ese malaje que fue Calvino, se la robaron a la Santa Madre Iglesia. Dios nuestro Señor escribe con letra clara y se encargó de mostrarles su desagrado ante la aberración que cometieron en el interior de la Iglesia, donde se cargaron las caras de los frescos que mostraban distintos momentos de la vida del Señor.

    Volviendo a la foto, a la izquierda se puede ver la fachada del Ayuntamiento aunque hoy en día las oficinas municipales están en un complejo de edificios más modernos. Sobre el Dom, decir que se puede subir hasta arriba, titánica tarea que toma una hora.

    Si estás buscando información sobre la ciudad de Utrecht, quizás te interese mirar Excursiones desde Ámsterdam: Haarlem y Utrecht y en la Guía para el turismo en Amsterdam y Holanda tenéis un índice con todo el contenido sobre los Países Bajos que ha aparecido en esta bitácora

  • Sábado de otoño

    16 de octubre de 2005

    Voy paseando con el turco y al cruzar delante de una peluquería en la que dos tías de muy buen supuestamente trabajan el hombre se me para en seco, retrocede, abre la puerta y les pregunta si lo pueden pelar, tocar su sedosa cabellera rubia y regocijarse con esa maravilla de pelo otomano. Las peluqueras resultan ser unas bordes del quince y le dicen que sin cita ni de coña aunque no tienen gente en la peluquería. Nos despedimos de malos modos no sin antes recordarles que son unas putas rastreras y que lo que se hace en este mundo se paga en el próximo.

    Vemos otra peluquería, de diseño total. La persona afeminada que la atiende se ofrece a pelarlo, pero cuando lo ve haciendo molinos de viento con las manos y nota la mancha de aceite en el suelo mi amigo pierde el interés. A todas estas, mientras paseamos me va haciendo fotos continuamente. Según él es porque ya va siendo hora de aprender a manejar la cámara de mil euros que se compró y que nunca había usado. Según yo, este hijoputa seguro que ha abierto una bitácora para criticarme y reírse de mí porque le jode que yo hable de él en la mía. Le he repetido hasta la saciedad que él es lo más entrañable que hay por esta página pero no hay forma y aunque no me prohíbe escribir sobre él, no le mola (lo que no podemos decir de otros que leen esto que me tienen muy muy vetado y por cuya culpa no tengo contenido de calidad).

    Seguimos avanzando por Utrechtsestraat y entramos aquí y allí a mirar electrodomésticos y tecnología, algo que es muy de machos. El turco se lamenta porque no liga. Yo lo miro con su camiseta de diseño color celeste, la cual le costó más de cincuenta euros, sus pantalones de diseño de más de doscientos euros, su chaqueta deportiva como la que puede llevar cualquier gilipollas del club naútico de ciudad costera que le costó un potosí, sus zapatos exclusivos y se lo repito: me avergüenzo de caminar con él. Como puede pretender ligar si parece sacado de cualquier revista de consulta de dentista. Le paso una mano por el hombro para que deje de hacerme fotos y para darle soporte emocional, que es algo como muy de hombres metrosexuales de mierda.

    Entramos en un bar a tomar unas copas mientras vagamos sin rumbo fijos, llevados por la marea del tedio de un sábado. Las tiendas han comenzado a cerrar y la luz desaparece por momentos. Acabamos en el cine y tras la peli optamos por cenar. El turco me dice que le han recomendado uno llamado Café de Jaren. Al llegar a la puerta me ve retroceder con los ojos desorbitados y me niego rotundamente a entrar. Es uno de esos antros para pijos, todo diseño y arquitectura de esa inútil. Yo ya he tenido muchas experiencias terribles con este tipo de sitios y hace años que juré no volver a entrar jamás en otro. El turco se da un paseo por el interior mientras yo espero en la puerta. Una vez se convence de que yo no pisaré el local nos marchamos. Andamos hasta el Restaurant Szmulewicz, un sitio algo escondido en el que se come muy bien. Está hasta la bandera y el tipo nos dice que tendremos que esperar media hora. Pasamos olímpicamente y nos vamos. En uno de los callejones de Rembrandtplein hay un amasijo de bares de ambiente, o eso que en la Isleta se llama bares de maricones. El turco me está contando que la noche anterior salió por aquella zona. Yo me paro a mirarlo. ?l me hace unas cuantas fotos con las casas y los canales de fondo. No me extraña que no ligue si se mete en esos bares. No hay más que ver la bandera del arco iris y la muñeca Barbie Putorra en la puerta de los mismos para saber que no son locales aprobados por el Opus.

    De nuevo en Utrechtsestraat buscamos un español muy famoso llamado Restaruante Pata negra para cenar tapas. El sitio está aún más lleno que el anterior. La camarera me dice que ni se sabe cuanto tendremos que esperar. Desistimos de comida española y nos vamos a un italiano que está justo enfrente llamado Il Boccalino. En este sitio ya hemos comido pero la experiencia de ayer creo que hará que no volvamos en un tiempo. El camarero tardó como media hora en cogernos el pedido. Yo opté por una sopita de cebolla y una pizza y mi amigo por unos caracoles y pizza. Hasta que llegaron los primeros platos pudieron transcurrir tranquilamente cuarenta minutos. En la espera aquel hombre seguía haciéndome fotos. A nuestro alrededor habían tres mesas en las que parejas de chicas cenaban. Nosotros únicamente pensamos lo peor así que asumimos su tortillerismo. El turco les hacía señales pero ellas no respondían. Le expliqué que si yo fuera tía y veo a un pajarraco vestido como él y haciendo fotos de otro tío que sucede que es atractivo, interesante y con carisma, pues yo pensaría que son una pareja de julandrones, puesto que no es normal que un machote le haga fotos a otro. Mano de santo. Guardó la cámara y no volvió a intentarlo. Agotamos todos los temas de conversación esperando las putas pizzas. Para cuando aparecieron ya habíamos hecho la digestión de la sopita y los caracoles y comenzábamos a estar de mala sangre. Acabamos las pizzas y optamos por saltarnos el café en ese sitio.

    Nos fuimos al Grand Café Hogesluis junto al hotel Amstel y a menos de cien metros de casa del turco. El camarero del turno de noche está enamorado de mi amigo y nos atiende siempre como a príncipes. El turco sacó la cámara y le hizo unas cuantas fotos con lo que se debe haber ganado el amor eterno de este pobre hombre. En este sitio el capuchino es excelente. Me encanta su ambiente sofisticadamente tranquilo y es un gustazo tirarte los peíllos en la misma silla en la que Brad Pitt o George Clooney estuvieron sentados. Ya bien entrada la noche nos despedimos. El otoño ha llegado y pese a que durante el día alcanzamos temperaturas cercanas a los veinte grados, por la noche hay un pelete que no veas y se nota la bajada de temperatura.

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