Distorsiones

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  • The Skeleton Key – La llave del mal

    8 de septiembre de 2005

    A veces el azar juega con nosotros de formas extrañas. La película de la que quiero hablar hoy  es The Skeleton Key, conocida en español como La llave del mal enmarcada en el género de casa malvada que se ensaña con sus habitantes. Lo curioso de esta película es que fue rodada en Nueva Orleans y alrededores. Las calles y las zonas que mostraban me sonaban familiares y además de ser cine de terror, el hecho de conocer el lugar en el que fue rodada fue un aliciente.

    Como película de terror está bien aunque adolece de esos ríos de sangre y esa abundancia de cadáveres que suelen hacer este género tan divertido. En su lugar optaron por una aproximación más hacia el lado del terror psicológico y mayormente les fue bien. La historia es lo de siempre. Chica desesperada acepta una oferta de trabajo cuidando a un viejo en una mansión en el medio del Bayou, los pantanos cenagosos que rodean Nueva Orleans. En la casa se encuentra la mujer del anciano, este y la chica. Pronto empezarán a pasar cosas raras y ella descubrirá que no todo es lo que parece. La atmósfera se irá cargando hasta la traca final.

    En el cine de mansiones encantadas una parte importante es la casa. En esta optaron por una mansión sureña de madera, decrépita y ruidosa que da cierta aprensión. Para correr y gritar y luchar pusieron a Kate Hudson, una chocha del martes guapísima que no termina de encajar en un ambiente tan decrépito y que definitivamente no se entiende que con ese cuerpo y esas virtudes tenga que acabar trabajando cuidando a un enfermo terminal. El contrapunto a esta chica lo pone Gena Rowlands, un pedazo de actriz de las de siempre que impone respeto. Es lo que llamaríamos toda una dama. Entre ambas se comen a cualquier otro individuo que ose aparecer en la pantalla. En donde una resalta por bella la otra lo hace por su capacidad para expresar emociones. Ambas fueron dirigidas por Iain Softley, tipo al que los que son viejos como yo recordarán por aquel clásico del cachondeo que fue Hackers, que no recuerdo otra película que nos pusiera a gritar tan fácilmente.

    Había que poner un machillo para compensar y en esta ocasión le tocó al para mí desconocido Peter Sarsgaard, tipo que coge las migajas que le dejan esas dos hembras que estaban en pantalla.

    En resumen, si te gusta el cine de miedo entonces no deberías perdértela. Es entretenida y no te hacer recordar a la madre de ninguno de ellos. Para los demás, no os perderéis nada si no la veis.
    gallifantegallifantegallifante

  • Catedral de San Luis y general Jackson

    8 de septiembre de 2005
    Catedral de San Luis y general Jackson

    Catedral de San Luis y general Jackson, originally uploaded by sulaco_rm.

    Por la noche la iluminación de la Catedral de San Luis le daba a la plaza del general Jackson un aspecto especial. Los colores del cielo en aquel lugar lo hacen muy similar al de las películas de miedo, un cielo que nunca había visto. El general Jackson resalta frente al blanco del fondo como un fantasma de otra época, saludando.

    Esa aura de misterio es ahora real. Una ciudad fantasma, asolada, dejada de lado por los que prometieron defender su tierra y su gente y en su lugar optaron por correr a por el petróleo de otros, usando como carne de guerra a los hijos de esa tierra que se alistaron en la Guardia Nacional, un cuerpo que debía defender el país y que se usa para aniquilar otros mientras los niños de los otros quedaban en casa disfrutando del bienestar que les da el tener padres poderosos.

    La sociedad americana tiene poca memoria y olvidará pronto lo nefastos que han sido los Bush para su historia. Dos presidentes con un legado de guerras, destrucción, crisis, pobreza, miseria y en el otro lado de la balanza un montón de dinero para ellos y sus amigos. Dicen que al final cada uno obtenemos lo que nos merecemos. La gente de Luisiana, Alabama y Mississippi no se merecen lo que les ha tocado ni se merecen como se les ha tratado después. Nuestro mundo parece estar construido a base de injusticias.

  • Capítulo Séptimo: Nueva Orleans 3

    7 de septiembre de 2005

    Una vez cogemos velocidad es muy difícil detenerse. La inercia me empuja a seguir narrando esta aventura. Imagino que estás leyendo esto porque has llegado desde algún lugar de ese vasto océano llamado Internet y deberías saber que como todo, esta historia tiene un comienzo. En primer lugar deberías leer London Heathrow y después continuar con Capítulo primero. El comienzo en donde se habla del viaje, Capítulo segundo: Plantation Country y como cruzamos este territorio de plantaciones yendo hacia Baton Rouge, Capítulo tercero: Cajun Country 1 y nuestro primer contacto con el Swamp, Capítulo cuarto: Cajun Country 2 y el segundo contacto con el Swamp, Capítulo quinto: Nueva Orleans 1 y nuestro primer día en The Big Easy y finalmente Capítulo sexto: Nueva Orleans 2.

    El tercer día en Nueva Orleans comenzó con lluvia. Un montón de agua, machacona y persistente caía desde el amanecer. Mi programa para ese día era variado. Por la mañana tenía un curso de cocina criolla en la New Orleans School of Cooking. Ya sé que suena extraño y que seguro que a nadie se le ocurre hacerse un curso de cocina en sus vacaciones pero personalmente lo encontraba muy interesante y entre meterme a ver museos tediosos y que no me dicen nada y aprender a cocinar esas delicias, me quedo con lo segundo. Mi amigo iba a la última sesión del congreso de Cosmetología, paridas y otras historias así que salimos juntos. A pesar de que esperamos un rato largo el tranvía de la avenida de Saint Charles, no se presentó. Desesperados, optamos por coger un taxi para no llegar tarde e ir en el mismo hasta el centro de Convenciones. Desde allí fui andando a la escuela de cocina, ubicada un par de manzanas antes de llegar a la plaza del general Jackson.

    ?ramos un montón de gente. De nuevo, esos americanos King-size, con cuerpos deformados después de años de maltrato culinario y comidas basuras. Allí el que menos sudaba dos baldes al día. Calle de BorbónPagué y cuando llegó la hora nos fueron llamando para entrar en clase. A mi me pusieron en la primera mesa, cerca del profesor, que estaba en una cocina en alto, en plan cadalso. Llenaron al completo. Habían otras dos clases con grupos privados y también estaban llenas. El menú de ese día constaba de sopa de marisco y maíz de primero, gambas criollas de plato principal y pudding de pan con salsa de whiskey de postre. Además, un segundo postre que serían pralines. Por descontado nos comíamos la comida cocinada. El profesor se llamaba Michael, un tipo muy simpático y oriundo de la zona de Gulfport / Biloxi. En cinco minutos nos tenía a todos riendo y disfrutando de una clase magistral. Habían unos grandes espejos sobre la cocina que nos permitían verlo todo. El hombre hablaba de los productos y daba todo tipo de detalles sobre calidades de verduras, las vitaminas que tenían y demás. Era un poco paranoico porque da la impresión que los americanos le dan mucha importancia al tema pero comen como animales. Preparó la sopa de mariscos y maíz que estaba de morirse de buena. Me puse tibio. Después siguió con el pudding de pan porque dijo que tomaba más tiempo al tener que hornearse. En un punto determinado necesita ayuda del público y supongo que intuiréis a quien sacó. Supongo que el hecho de que yo fuera el más enjuto y el menos sudoroso también ayudó. Me llevó al escenario y me enfrentó a todas aquellas personas. Por supuesto estas cosas son de mucho jijiji y jajaja y de bromas. Yo le seguí el juego y estuvimos cocinando juntos un rato. El me pedía que hiciera algo y yo lo hacía y mientras tanto se metía conmigo y nos reíamos y la gente se lo pasaba bien. Cuando acabó mi momento estelar me senté y seguí atendiendo como público. Al acabar con la preparación y meterlo en el horno, siguió con las gambas criollas. De nuevo me llamó al escenario y allí estaba yo. Esta vez me decía como hacerlo y yo lo hacía todo, para que la gente viera que hasta un europeo era capaz de cocinar. En este momento es conveniente decir que si hay algo con lo que yo no tengo ningún problema es con lo de hablar en público o en un escenario. Puedo estar muerto de miedo que no se nota. Yo le seguí el rollo y tal. Cuando se descubrió que yo era Canario, uno de los Isleños auténticos, se alborotó la cosa. El hombre me vio muy suelto y me dijo que de acuerdo a la legislación de Luisiana, cada cierto tiempo tenía que descansar, así que se iba y que yo continuara con la clase. Me dejó solo y continué cocinando frente a los compañeros de clase y comencé a contarles anécdotas de la cocina española y holandesa. Les expliqué como hacer Stampot Boerenkool, un plato típico holandés y como cocinar gambas al ajillo. La gente respondía bien, se reía con mis bromas y demás. Estuve como diez minutos allí y todo iba sobre rueda. De repente descubrí que el profesor se había sentado entre el público y andaba también fascinado conmigo, escuchando mis explicaciones y mis recetas, mis anécdotas nórdicas y demás. Volvió al escenario y me dió las gracias. Terminamos de cocinar el plato, lo ayudé a repartirlo y por supuesto, la ración más suculenta me tocó a mí.

    Para el último plato, los Pralinés no hubo ni que decirlo. Subí al escenario y los hice junto a Michael. Después de cocinados nos los comimos y también el pudding con su salsa de whiskye. Toda la comida fue deliciosa y diré que lo disfruté como un enano. Supongo que a la gente que no le gusta cocinar resulta un poco difícil de entender, pero os aseguro que fue increíble. Al acabar la clase la gente me dedicó un aplauso a la americana, con mucho grito y tal. El profesor me dijo que me esperara y aproveché para comprarme el libro de cocina de la escuela y algunos productos para dar mis pinillos en la vieja Europa. Tengo el libro autografiado y una foto con el profesor. Cuando se habían marchado todos y sólo quedaba una pesada y yo me dió su número de móvil y me dijo que si quería me invitaba a mí y a mis amigos a cenar el día siguiente en el Jacques-Imo’s Café, un lugar que estaba muy recomendado en mi guía Lonely Planet. Esto era como agradecimiento por mi ayuda en la clase, que según él la hizo mucho más divertida. Parece que no siempre hay química.

    Salí de allí más contento que una folclórica con castañuelas nuevas y volví al motel. Para esa tarde había planeado la Operación Lavado. Después de siete días en ruta, había llegado la hora de buscar lavandería y limpiar la ropa, que ya estaba con los últimos calzoncillos limpios y yo no tengo el estómago que tiene mi amigo el indonesio por ejemplo para reutilizar ropa sucia, o como mi amigo el holandés, que dice que si los dejas unos días al aire se limpian solos. La dueña del Motel me dijo donde encontrar la lavandería que estaba en la misma calle que nuestro Bed & Breakfast. Trasera de la catedral de San LuísLa tía lo quería saber todo del curso de cocina porque dice que nunca había oído de turistas que fueran a estas cosas. Salí con la mochila llena de ropa a la búsqueda de la lavandería. Después de miles de películas americanas, uno se imagina esos lugares con gran encanto. Al que yo fui nunca llegaron las cámaras de televisión. Era un antro de mala muerte. Nada más entrar me encontré con un tipo en calzoncillos que estaba lavando los únicos pantalones que debía tener. También había un viejillo muy simpático y negro como el tizón. El señor me explicó como funcionaba la cosa y se puso a hablar conmigo. El otro, el que estaba en gallumbos no le quitaba ojo a mi cadena. El anciano se dió cuenta y no me dejó solo. El hombre había trabajado de marinero durante muchos años y había estado por todo el mundo, incluídas las Canarias. Me contó historias de sus aventuras y yo le conté las mías. En medio de la conversación se terminó de lavar el pantalón y la chaqueta del otro y le preguntó al anciano si lo podía poner en su secadora para secarlo. El hombre le dijo que sí y continuamos hablando. Así pasé la hora larga que tardé en lavar las cosas. Uno descubre todo tipo de buena gente cuando viaja por esos mundos de Dios. Por la mañana me lo pasé genial en clases de cocina y ahora por la tarde un completo desconocido me estaba protegiendo de una situación que podía ser comprometida. Cuando terminé de lavar caminamos juntos por la calle.

    Beignets del Café du MondeA media tarde me fui al Café Du Monde a merendar. Es uno de los sitios más famosos de Nueva Orleans y os lo recomiendo encarecidamente. Su café con leche y Beignets están de morirse de buenos. Me dí un atracón, como correspondía y después de eso fui a un pub en el que se supone que podía contratar un tour caminando por la ciudad. Era una visita nocturna y muy centrada en crímenes e historias de fantasmas en la ciudad. La guía conocía todo lo malo que había sucedido en el French Quarter desde siempre. Casa embrujadaEn el mismo pub decían que tenían un fantasma. Nos andamos el centro entre crímenes pasionales, fantasmas puñeteros que volvían para aterrorizar a los inquilinos de las viviendas y demás. Fue altamente didáctico y verdaderamente entretenido. Entre las historias que más me llamaron la atención estuvo la de un tipo que prendió fuego a su casa y cuando avisó del incendio no quería que entraran a apagar el fuego. La policía se encontró en los establos a todos sus esclavos atados con cadenas, torturados hasta la muerte. O la de un tipo que mató a su familia y años más tardes el fantasma de su esposa e hijos seguían apareciéndose en la casa e incluso el suyo con la escopeta.

    Acabado el paseo había quedado con mi amigo y este me introdujo a un grupo de universitarios españoles que habían acudido al congreso. Estoy siendo muy moderado, pero podéis traducir la frase anterior por frikis, ratas de laboratorio o lo que se os ocurra. Juerga en Bourbon StreetCenamos en un antro en la zona de Bourbon Street, un lugar en el que daba más asco la camarera que la suciedad del local. Por ser más de seis nos cobraban automáticamente un 15% de servicio (o sea propina). Me toca los huevos muy mucho este tipo de cosas. En lugar de esperar que la gente de propina deberían poner sueldos dignos a los empleados. En aquel caso, además, la tipa parecía una yonki y daba hasta miedo el saber que ella era la que nos traía la comida.

    Después del avituallamiento pasamos la noche por Bourbon Street, entrando en este y aquel local y bebiendo cerveza.

  • Somewhere only we know – Un lugar que sólo conocemos nosotros

    7 de septiembre de 2005

    Artista: Keane
    Album: Hopes And Fears
    Canción: Somewhere only we know – Un lugar que sólo nosotros conocemos

    Caminé a través de una tierra vacía
    Conocía el camino como la palma de mi mano
    Sentí la tierra bajo mis pies
    Me senté junto al río y me sentí completo
    Oh Dónde habrán ido las cosas sencillas
    Me estoy haciendo viejo y necesito algo en lo que creer
    Así que dime cuando me vas a dejar entrar
    Me estoy cansando y quiero un lugar donde comenzar

    Pasé junto a un árbol caído
    Sentí sus ramas mirandome
    ¿Es éste el lugar que solíamos amar?
    ¿Es éste el lugar sobre el que he estado soñando?

    Oh Dónde habrán ido las cosas sencillas
    Me estoy haciendo viejo y necesito algo en lo que creer
    Así que dime cuando me vas a dejar entrar
    Me estoy cansando y quiero un lugar donde comenzar

    Y si tienes un minuto ¿por qué no vamos
    Hablemos de ello en algún lugar que sólo conocemos nosotros?
    Este puede ser el final de todo
    Así que ¿por qué no vamos
    a Algún lugar que sólo conozcamos nosotros?

    Oh Dónde habrán ido las cosas sencillas
    Me estoy haciendo viejo y necesito algo en lo que creer
    Así que dime cuando me vas a dejar entrar
    Me estoy cansando y quiero un lugar donde comenzar

    Y si tienes un minuto ¿por qué no vamos
    Hablemos de ello en algún lugar que sólo conocemos nosotros?
    Este puede ser el final de todo
    Así que ¿por qué no vamos
    a Algún lugar que sólo conocemos nosotros?

    Este puede ser el final de todo
    Así que ¿por qué no vamos
    a Algún lugar que sólo conocemos nosotros?

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