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  • Día 2. El castillo de Praga y un millón de escalones

    13 de agosto de 2005

    Praga Julio 2005

    Mis memorias de Praga comenzaron en Nos vemos en Praga. Forman parte de mi diario y de las cosas que me gustaría leer y recordar en el futuro. Al igual que otros viajes que he contado, son memorias sueltas de esos días contadas con muy poco orden.

    El sábado nos despertamos temprano, aunque no mucho. Yo ya llevaba una hora escuchando un libro cuando Kike se decidió abandonar el mundo de las vivencias oníricas. Nuestro plan para ese día incluía el castillo de Praga. Tras las abluciones matutinas y lidiar con la hordada de chinos que habían llenado el hostal, salimos a la calle. Debo tener algún tipo de implante neuronal que atrae a los chinos, porque de todos los hostales de la ciudad, seguro que aquel era el único que tenía una banda de chinos, algo nuevo para mi amigo pero habitual para mí, acostumbrado como estoy a vivir entre asiáticos.

    La guía Lonely Planet de la ciudad nos permitió encontrar la ruta más óptima al castillo. Fue un paseo por la parte alta de la ciudad, paseo correctamente señalizado y que nos dirigía hacia nuestro destino sin más problemas. Al llegar a las puertas del castillo te encuentras con una multitud. Aprovechamos para desayunar en una cafetería que estaba justo a la entrada. Después vimos un cambio de guardia en una de las puertas, rodeados por una multitud. Lo del cambio de guardia es siempre igual, sólo cambian los uniformes. En todos los países tienen la misma ceremonia y las mismas multitudes se apilan para disparar sus cámaras. Cuando acabó la ceremonia tratamos de encontrar el lugar en el que comprar las entradas. La oficina de información estaba cerrada, aunque en su puerta nos cruzamos con un grupillo de japonesas, algo que a mí me pierde. Les hice una foto. Después de recorrer plazas dentro del castillo encontramos el lugar en el que vendían las entradas, fácilmente reconocible por la cola kilométrica. No nos quedó más remedio que disfrutar de esos veinte minutos de pausa, con una sola empleada atendiendo a todo el mundo. La pobre mujer hacía lo que podía. Como curiosidad decir que además de la entrada hay que pagar un euro adicional si se quieren hacer fotos dentro del lugar, aunque sólo se controla en las puertas, con lo que os podéis ahorrar la pasta si algún día vais por allí.

    Pražský Hrad - Castillo de PragaEl primer lugar al que entramos fue a la catedral de San Victor o Chrám Sv Víta. Como toda catedral que se precie, tiene espectaculares vidrieras, rincones de una belleza sobrecogedora y santos enterrados por todos lados. Para aquellos que deciden no pagar hay una parte que se puede visitar, aunque se pierden lo mejor. Una vez entras en la zona protegida, puedes ver frescos fascinantes, tumbas de hombres que lo dieron todo por la iglesia y similares. Detrás de nosotros venía un grupo de monjes italianos, varios de ellos bien jóvenes y bien alimentados. Traté de hacerles una foto, pero es difícil con el pedazo de cámara que tengo, al menos si no quieres que se den cuenta. En los sótanos de la catedral visitamos unas cuantas tumbas. Estas cosas a mí siempre me han producido una sensación extraña. Me pregunto que pensarán los muertos cuando ven que están como en un escaparate y que sus huesos vibran al son de los pasos de los visitantes durante todo el día.

    Río Moldava desde la Gran TorreEl momento cumbre de la visita a la catedral fue cuando comenzamos a subir las escaleras de la gran torre. Aquello no parecía tener fin. Fueron 399 escalones, encerrados en un cilindro que apestaba al sudor de todos los que lo llenaban, con gente subiendo y bajando al mismo tiempo por aquellos escalones diminutos. De vez en cuando la lenta procesión que de la que formábamos parte se detenía sin razón aparente. Tras unos segundos de desconcierto volvíamos a arrancar y seguíamos la ascensión.

    He de decir que mereció la pena. Las vistas desde allá arriba eran espectaculares. Todos esos tejados rojos, el río marcando el paisaje, las cúpulas, los puentes. Se puede rodear la torre y hay vistas hacia los cuatro puntos cardinales. Todas tienen algo hermoso, algo pintoresco y que te deja pensativo unos instantes. Allá arriba éramos legión.

    Río Moldava y puente de San CarlosAntes de bajar estuvimos un rato mirando el mecanismo del reloj que se encuentra en la gran torre. Aparte del retraso que arrastraba, pensamos que no estaba funcionando ya que no se apreciaban partes móviles, pero de vez en cuando el trasto se activaba y se movía un poco. La bajada se me hizo tan pesada como la subida. Deshacer los 399 escalones, sumergidos de nuevo en ese hedor a sudor de otros no fue agradable. Llegamos a la salida desesperados por salir de allí.

    Vladislavský sál - Salón de VladislavNuestra siguiente parada era en el Starý Královský Palác o Antiguo Palacio Real. También se necesita entrada para acceder a su interior. Lo mejor del edificio es el inmenso salón de justas y celebraciones. Se nota la grandeza del lugar y mientras caminas por él te imaginas como tuvo que ser cuando entre aquellas paredes los que vivían eran reyes y princesas. Hay unos balcones con unas vistas preciosas de la ciudad y varias salas con armas y armaduras medievales. Todo este paseo lo hicimos leyendo la guía Lonely Planet y alternando estas lecturas con conversaciones más mundanas. En algunos puntos nos quedamos un rato quietos, admirando las vistas.

    Bazilika sv Ji?í - Basílica de San JorgeCuando acabamos con el palacio real nos fuimos a la Basílica de San Jorge o Bazilika sv Ji?í, una pequeña iglesia preciosa tanto por fuera como por dentro. A su lado hay un convento convertido en parte de la Galería Nacional. Pasamos por las exposiciones que allí habían como un suspiro. Es lo bueno que tiene la incultura, que sólo aspiras a cruzar las salas y te importa un pimiento el contenido. En una de ellas, había uno de esos cuadros horrorosos que a mí no me dicen absolutamente nada pero que más de uno y de una contemplan extasiados durante minutos. Estábamos Kike, una mujer y Yo. Hice mi típico comentario inapropiado para demostrar lo limpio e inmaculado que tengo mi cerebro y resultó que la mujer era española y lo entendió todo. Os podréis imaginar la gama de colores que alcancé.

    Zlatá Uli?ka - Callejón del oroYa nos faltaban solo un par de puntos por visitar del castillo, que más que eso es un complejo de edificios detrás de una muralla. Paseamos por el Callejón del oro o Zlatá Uli?ka e hicimos las fotos de rigor frente al número 22, en donde vivió Franz Kafka. Si el hombre viera en lo que se ha convertido aquello, seguro que vuelve a caer muerto del susto. En una de las tiendas tienen una colección increíble de armaduras y armas medievales. Esta parte del castillo aunque está camuflada es básicamente un montón de tiendas para turistas.

    Tras esta pausa vimos la torre del polvorín o Prašná V?ž. Nada del otro mundo, sólo más escaleras que subir y un par de muñecos vestidos con trajes de época. Con esto completábamos la visita al castillo. Nos quedamos un rato sentados en uno de los patios recuperándonos del empache cultural entre las multitudes.

    En ese punto elegimos hacernos una caminata de unos cuatro kilómetros que nos llevaría hasta la torre Pet?ín o Pet?ínská rozhledna. Bueno, para ser honestos lo elegí Yo, que Kike no dijo ni esta boca es mía. En este paseo de un par de horas vimos jardines y parques muy bonitos, como la isla de Kampa. Estuvimos junto a la escalinata que aparece en Misión: Imposible y recorrimos rincones que no son muy visitados por los turistas. Hay un momento en el que comienza la ascensión hacia la torre Pet?ín. Al principio pasas junto a las embajadas de varios países, entre ellos los Estados Unidos, con sus estúpidas y extremas medidas de seguridad habituales. Tras dejar las embajadas atrás, la calle se empina de mala manera y cuando crees que no puede ser peor, se convierte en unas escalinatas interminables. Pensé que me moría, pero por orgullo y porque el otro cabrón parecía más fresco que una rosa no dije nada. Llegamos a los pies de la torre reventados. Nos compramos las entradas, yo feliz pensando que habían ascensores y me llevé el palo del milenio cuando me entero que hay que subir a pata. Otros 299 escalones. Los músculos de las piernas ya ni respondían. Subí porque Dios es grande y me quiere. Al menos las vistas fueron muy buenas y la bajada ni la noté de lo reventado que estaba. Volvimos a la civilización en un funicular cercano, que es lo que usa toda la gentuza que sube hasta allá arriba para hacer sus fotos.

    Después del palizón, estuvimos por la zona del puente de San Carlos haciendo las típicas compras de turista, particularmente aquello que mi madre siempre me obliga a comprarle y más tarde volvimos al hostal. Tras la ducha de rigor y recuperarnos un poco, volvimos al casco antiguo para la cena. Pražský Hrad - Castillo de Praga de nocheIntentamos ir a un sitio que según la guía estaba muy bien, pero nos lo encontramos cerrado y liquidado. Mirando los lugares que tenían música Jazz en vivo, terminamos en el Red, Hot & Blues, en donde además de disfrutar de una cena con comida estilo Cajún pudimos escuchar música en vivo. Ya entrada la noche volvimos al puente para las fotos nocturnas de rigor. Nos lo encontramos igual de animado que durante el día. Terminamos en uno de los bares que están en la plaza del casco antiguo.

    Ya tarde, cuando queríamos volver al hostal tratamos de buscar los tranvías que funcionan por la noche. Por supuesto elegí el camino equivocado y acabamos andando un huevo para tener que deshacer el camino. Preguntamos a un taxista pero el hijoputa intentó estafarnos y poco después encontramos la parada del tranvía. Por suerte pasan cada media hora así que no tuvimos que esperar mucho. Esa noche caí muerto, aún más cansado que la anterior.

    Este relato continúa en Día 3. El fin del viaje.

  • Amnesty International

    13 de agosto de 2005
    Amnesty International

    Amnesty International, originally uploaded by sulaco_rm.

    Ayer comenté que una de mis fotos había aparecido en la página holandesa de Amnistía Internacional. Se trata de esta, con la barcaza que los representaba en el Amsterdam Gay Parade. Tendréis que ver la foto en grande para ver las dos jaulas que llevan en la barca. En cada una de ellas hay una persona. Supongo que representan a todas esas personas que en más de ochenta países son perseguidos por tener una opción sexual distinta a la considerada normal. Al final Dios nos juzgará a todos e imagino que muchos de esos que ahora se arrancan las vestiduras y gritan y muestran su intolerancia recibirán sus buenos varazos cuando les muestren como no fueron capaces de mostrar respeto, piedad y misericordia por aquellos que no actuaban como ellos. Recordad que todo lo que hagamos en este mundo servirá para juzgarnos en el próximo …

    Hay más información sobre Amsterdam en la anotación Guía para el turismo en Amsterdam y Holanda y también puedes ver el Álbum de fotos de Amsterdam

    Technorati Tags: Amsterdam, viajes

  • Día 1. Nos vemos en Praga

    12 de agosto de 2005

    Praga Julio 2005
    Mis memorias de Praga comienzan entre tinieblas y sueño. Levantarse a las cinco de la mañana es algo que no sienta nada bien. Ya he hablado del viaje así que iré directamente al grano. Digamos que he llegado al aeropuerto de la ciudad y que gracias a mi guía Lonely Planet, estoy muy puesto en todo lo relativo al villorrio. Busco el mostrador de la empresa de transporte público y me compro un bono para tres días de transporte ilimitado. Mientras hacía la cola pude ver como un montón de españoles eran timados miserablemente. Hay dos compañías vendiendo esos billetes. La buena es la empresa que regula el transporte en autobús, metro y tranvía. La mala es una que sólo te vende un servicio de autobús al centro. No sólo vale más caro sino que una vez estés allí tendrás que usar el transporte público y por tanto pagar. Eso lo sabíamos todos salvo los de la piel de toro, que demostraban una ignorancia que rozaba el escándalo.

    Cogí la guagua que me llevaría al metro junto con otro montón de turistas. Fuimos apelotonados hasta la puerta del metro y allí nos lanzamos escaleras abajo. En estos casos lo mejor es seguir a la plebe, aunque como la línea terminaba allí, era algo bastante sencillo. Me llamó la atención lo limpios y nuevos que se veían los vagones, sin grafittis, sin suciedad aparente. Lo mismo he de decir de las estaciones. En un punto tenía que hacer transbordo a otra línea. Salí, encontré los nuevos andenes y después de un estudio profundo del tema averigüé cual era el sentido que debía tomar. Esa segunda línea me llevó a la estación central de trenes, llamada Hlavní Nádraží. Allí debía coger un tranvía que me llevaría junto al hostal.

    Mi capacidad para orientarme es legendaria. Todos mis amigos saben que si yo soy el guía, al menos caminaremos como cabras y conoceremos el sitio porque estaremos perdidos todo el tiempo, o medianamente perdidos. El tranvía debía encontrarse cerca de la estación, pero por supuesto, cogí la ruta equivocada y tras andar medio kilómetro decidí volver al punto de partida. Me fijé en la gente y al seguirlas, encontré la dichosa parada, la cual tendría que haber visto cuando salí. Una vez allí tenía que decidir cual era el sentido correcto. No es fácil. Estuve tentado de preguntar pero los gitanos rumanos no me inspiraban confianza. En mi guía ya hablaban de ellos, pero una cosa es la teoría y otra la práctica. Los españoles tienden a quejarse mucho de los gitanos, pero los nuestros son limpios y educados en comparación con los de aquella ciudad. La raña parecía haberse convertido en parte de su piel y sus dientes negros y amarillos intimidaban a cualquiera. Fijándome bien encontré la pauta al sistema de indicaciones y me encaminé hacia el hostal. Encontrarlo no fue difícil. Me habían enviado un correo explicándome el camino y con esas instrucciones fue suficiente. Yo me esperaba ser recibido por una checa espectacular, una diosa de facciones hermosas y manos de ángel, que para algo decían que la dueña del lugar daba masajes tailandeses. La que me recibió era una prima del muñeco michelín, redonda, sudorosa y carnosa. Ella misma me contó que los dueños no estaban en la ciudad ese fin de semana y que por ser amiga les estaba haciendo el favor y encargándose del lugar. Me llevó a la habitación y me tanteó sobre cuantos y de qué sexo. Cuando le dije que éramos dos amigos retrocedió y me asignó una nueva habitación. Por lo que se ve pretendía meternos en una cama de matrimonio, a pesar de que en la reserva elegí una habitación con dos camas. Tras marcharse, me organicé, dejé la mochila, agarré la cámara y el libro y me fui al centro.

    Starom?stské nám?stí - Plaza del casco viejoTenía poco más de dos horas hasta que Kike llegara a la ciudad, tiempo más que suficiente para encontrar los caminos a los lugares más relevantes. Armado de mi guía hice la ruta inversa y conseguí encontrar la estación Starom?stská, la cual me debía dejar bastante cerca del centro. Seguí las indicaciones que encontré en la estación y casi sin problemas fui a parar a Starom?stské nám?stí, o la vieja plaza del casco antiguo. Después de deambular un rato por el lugar y disfrutar del solito que Dios nos ha negado en Holanda este verano, viendo que aún tenía tiempo decidí ir hacia el puente de San Carlos. Miré mi mapa y basándome en mis soberbias dotes de orientación me eché a andar. Supuestamente estaba como a medio kilómetro, así que cuando llevaba andados dos kilómetros decidí que había cometido un error.

    Como estas cosas me suceden todos los días no me asusto ni pierdo los papeles. Encontré una esquina con nombre, busqué en el plano y descubrí el punto en el que había terminado. Karl?v most - Puente de San CarlosComo estaba cerca del río Moldava aunque bastante más al norte de donde debía haber ido opté por seguir la rambla que delimita dicho río y de esta forma no jugármela de nuevo. Tras una señora caminata acabé llegando al puente de San Carlos o Karlúv most. Paseé por el mismo, me paré a escuchar la música que varias bandas tocaban, admiré las vistas del castillo desde allí y al mirar la hora vi que ya tenía que ir hacia la estación.

    Busqué mi teléfono y ¡mierda! Me lo había dejado. Empecé a recordar el punto exacto en el que lo había usado por última vez. De alguna forma no tenía conciencia de haberlo tocado en todo el día, así que era posible que lo hubiera dejado en Holanda. Se me hizo un nudo del tamaño de una manzana en la garganta. Por desidia, dejadez y gandulismo no había apuntado el teléfono de Kike. Con todas las señales de alarma sonando me fui a la estación de tren. Supuestamente él llegaba a las tres menos cuarto. Lo primero que hice fue tratar de averiguar el anden por el que llegaba. Fue imposible. Los paneles sólo indicaban las salidas y no las llegadas. Al final, en uno de los andenes encontré un papel que indicaba horarios de llegadas. La siguiente mala noticia es que a la misma hora llegaban tres trenes. No tenía ni idea de cual debía ser. Para hacerlo más difícil, cada anden tenía tres bajadas hacia los pasadizos subterráneos y estos tenían salidas por ambos lados. O sea, un desastre. Me puse en el punto de encuentro cruzando los dedos. A las tres decidí que o bien había llegado y estaba en otro lado o había perdido el tren. Como una hora más tarde volvían a llegar tres trenes de los mismos sitios, me quedé esperando. Paseé por la estación mirando por si me lo encontraba, aunque sin suerte. Habían cuatro policías equipados para repeler un ataque terrorista que patrullaban tanto como yo y que estaban medio mosqueados por verme rastreando anden tras anden, pasadizo tras pasadizo, en busca de algo desconocido. La verdad es que lo pasé un poco mal.

    Maquiné un plan alternativo buscando un ciber café y enviando un correo a Kike, aunque decidí llevarlo a cabo más tarde. cuando llegaron los siguientes trenes volví a apostarme en el punto de encuentro y de nuevo no apareció. El pánico recorría las paredes del estómago a velocidad crucero. Mi monstruoso cabezón seguía dándole vueltas al asunto y finalmente me acordé que había dejado el móvil en la chaqueta, en el hostal. Salí corriendo para allá y nada más entrar, encendí el puto trasto diabólico. Me llegaron inmediatamente dos mensajes avisándome que llegaría dos horas tardes por haber perdido el tren. Mi suspiro de alivio se pudo escuchar con claridad en toda la ciudad. Como faltaban quince minutos, volví a la estación. En esta ocasión tuve suerte y sólo llegaba un tren a esa hora. Esperé en el anden y finalmente nos encontramos.

    Hasta ese instante nuestra amistad había circulado siempre por las líneas de banda ancha. Era la primera vez que nos veíamos. Nos dimos el abrazo de rigor y de esa forma sellamos nuestra amistad. Ni tuve ni tengo ninguna duda de que Kike y Yo seríamos y seremos grandes amigos. Salimos de la estación contándonos nuestras respectivas aventuras hasta ese momento y respirando aliviados. Al contrario que Yo, que viajaba con una mochila pequeña, el hombre parecía más cargado que una mula, aunque claro, estaba recorriendo Europa y hay que ir equipado. Fuimos al hostal y dejamos los bártulos. Después decidimos volver al centro y pasear por la zona, algo fácil y que no pondría en evidencia mis facultades para la orientación.

    Starom?stská radnice - Reloj astronómicoEn la Plaza del casco viejo vimos al reloj astronómico dar la hora. Deambulamos sin rumbo fijo, buscamos el puente de San Carlos, algo trivial ahora que sabía por done no ir y por la tarde acabamos paseando por las calles del barrio judío. Para cenar optamos por un restaurante de comida checa llamado Kolkovna. Ambos nos pedimos un plato que parecía ser un popurrí de lo más típico del país. Una hora más tarde seguíamos esperando por la comida mientras la gente a nuestro alrededor que había llegado más tarde ya estaba terminando de comer. Nunca supimos la razón, pero cuando llegó la comida, eran unos pedazos de fuentes con una animalada de comida para cada uno. Visto que Kike llevaba ya diez días cruzando Europa, al menos esos tres días me aseguré de que comiera decentemente. Salimos de allí en plan naranjito, redondos como bolas de billar de tanta pitanza. La comida fueron más de dos horas creo yo, entre la espera por el plato, la operación para engullir todo aquello y la espera para pagar y marcharnos, que también les tomó lo suyo a los camareros.

    Después creo que nos tomamos una cerveza y acabamos volviendo temprano al hostal, que ambos estábamos en planta desde las cinco y tampoco era plan. Todo el tiempo que pasamos desde que nos encontramos lo pasamos hablando, poniéndonos al día de nuestras respectivas vidas. Así fue el primer día en Praga.

    Este relato continúa en Día 2 – El Castillo de Praga y un millón de escalones.

  • Un par de tetas

    12 de agosto de 2005
    Un par de tetas

    Un par de tetas, originally uploaded by sulaco_rm.

    Una vez hemos acabado con Praga, nos bajamos a las Bragas y disfrutaremos de un nuevo ciclo de fotografías más insubstanciales y definitivamente zafias y vulgares. Esta faceta de fotolog entremezclado en la bitácora se ha asentado y parece que durará un tiempo, a pesar de las quejas de algunos y de los silencios de otros.

    Hoy comenzamos con las fotos que hice el sábado en el Amsterdam Gay Parade. Llevo cinco años en Holanda y sólo en dos ocasiones incluyendo esta he acudido como espectador a dicho evento. La vez anterior fue en el 2002 con unos amigos que estaban pasando su luna de miel por estas tierras. Recuerdo que aquella vez mi colega triunfó y todas las reinonas se querían hacer fotos con él despreciando a su esposa y a un servidor, que yo siempre he sido como esos cachos de carne que la gente lleva con ellos y que tampoco bailan.

    Aunque no debería justificarlo lo haré que me conozco el patio y seguro que algunos van a empezar a darme la vara en los comentarios, la causa por la que fui este año fue totalmente colateral. Gracias a estas lluvias perennes que disfrutamos este verano pasado por agua y combinado con las vacaciones del núcleo duro de mis amigos, me vi abocado a pasar el sábado encerrado en casa o irme al cine. Opté por el empacho cinematográfico y me organicé una sesión doble en Ámsterdam. Cuando llegué a la ciudad la noté más concurrida que de costumbre y cerca del cine me topé con la cabalgata acuática conocida como Ámsterdam Gay Parade. Aproveché y me harté a hacer fotos. Entre las dos películas también tenía cerca de una hora y media y seguí haciendo fotos.

    Lo que más me llamó la atención es la comercialización que ha sufrido dicha cabalgata. De lo que se trata es de promocionar empresas, sabedores que un millón y medio de personas están disfrutando del espectáculo. Así que ahora le podrían cambiar el nombre y llamarlo de otra forma, ya que es de todo menos gay parade.

    [Nota: La siguiente sección debería ser leída de un tirón y con el mismo chorro de aire, a gran velocidad. Respirad hondo y empezad en donde comienza el texto en cursiva]La fauna era muy variada. Habían hetero de sexuales, derechos, torcidas incluyendo tortilleras, bolleras, lesbianas, machorras, putones, zorrones, furcias, perras, ninfómanas y calientapollas. Habían también torcidos que incluían mariquitas, mariconas, reinonas, julandrones, bujarrones, putos, chulos, pajeros, metrosexuales e incluso homosexuales, así que como podéis ver, toda la fauna del Reino del Señor estaba bien representada.

    Esta primera foto es de una muñeca enorme y en tetas que dudo mucho levantara la libido de los participantes del reverso julandroso. Si os fijáis en la parte de abajo veréis que hay un chico y una chica lo cual os ayudará a determinar el tamaño de semejante hembra plastificada y rellena de aire.

    Una de mis fotos apareció en la página holandesa de la Organización No Gubernamental Amnistía Internacional. Es el tipo de cosas que te sube una jartada el ego, aunque en mi caso, estando como estoy en máximos históricos no se ha notado el incremento de volumen.

    Hay más información sobre Amsterdam en la anotación Guía para el turismo en Amsterdam y Holanda y también puedes ver el Álbum de fotos de Amsterdam

    Technorati Tags: Amsterdam, viajes

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