Distorsiones

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  • De camino al trabajo

    17 de mayo de 2005

    Continuando con la narración pausada de mi vida en naranja, sigo escribiendo con tinta de odio y rencor las experiencias médicas que me acontecen. Los que se leyeron Médico de familia llegaron a intuir, tras unos ímprobos esfuerzos cerebrales, que algo me sucedía y requería de visita a esa persona que cura por medios naturales. Ya adelanté que no era nuevo en estas lides en mi primer fisioterapeuta y en esa misma anotación expliqué las razones por las que tenía que encontrar uno más cercano a mi trabajo, razones que se pueden resumir en mi negativa a prescindir de mi barrigota de magdalenas, a la que dedico excelsos cuidados y sin la que no podría vivir.

    El método más universal para triunfar en estas lides es preguntar a los conocidos. Todo el mundo ha sido paciente de un fisioterapeuta, pero todos los que me recomendaron estaban lejos del trabajo. Finalmente, acudiendo a las fuentes más oscuras y tenebrosas, también conocidas como mi amigo el turco, descubrí uno cerca del centro de la ciudad, a medio camino del trabajo que me venía perfecto. Conseguí el teléfono, pero tienen una ventana de petición de citas telefónicas de cuarenta y cinco minutos diarios y por motivos que no alcanzo a comprender, su teléfono solo comunica durante ese tiempo. El turco fue paciente en los tiempos en los que hizo rehabilitación tras operarse del hombro, operación que casi le cuesta la vida gracias a la eficiencia y virtuosismo del anestesista, que la cagó hasta el fondo con la dosis, utilizando la jerigonza que hablan los profesionales de la sanidad. El turco abrió los ojos y se encontró a dos enfermeras hablando entre ellas y comentando que era un milagro que no se hubiera convertido en un vegetal. Estos pequeños detalles son los que afianzan cada vez más mi confianza en el sistema sanitario español, porque el nórdico está diseñado para acabar con el paciente rápida y expeditivamente.

    Ya me estoy desviando, así que volvamos al tema. En mi paseíllo triunfal hacia la oficina a lomos de la Macarena, decidí hacer una parada técnica en dicho local y pedir cita, sobre todo teniendo en cuenta que el dolor es latente y la templanza y resistencia al mismo, muy escasa. Era un lunes no muy lejano, en una galaxia conocida como la vía láctea, en el tercer planeta del sistema solar y en un lugar situado a cuatro metros sobre el nivel del mar en un país en el que casi todo está bajo dicho nivel. Tras unos minutos de pedaleo sincronizado con la música de ese pequeño amigo que es mi iPod, llegué a mi nuevo fisioterapeuta. El otomano me había dicho que hay varios titulados, entre los que destaca una dama, de alta cuna y de baja cama, señora de su señor. Mis esperanzas estaban centradas en ella, aunque para evitar las intromisiones propias de la ley de Murphy, rechacé el pensamiento por obsceno. Llegué un poco antes de las nueve y media y me encontré la fauna típica de estos antros. Unas chochas sudorosas y francamente follables que venían con certificado de autenticidad y con una carta firmada por el Nuncio apostólico dando fe de sus edades, siempre superiores a los setenta y cinco años. Es lo que tienen esos sitios, que están llenos con el chiquillerio senil de la ciudad, lo cual contribuye a enriquecer ese halo de misterio que envuelve a los fisioterapeutas. Todas interrumpieron sus tartamudeos, sus parkinsons y demás achaques y se quedaron mirando hacia mí. El lado tímido que tan bien escondo se me escapó y tuve que sonreír bobaliconamente para inspirar pena, sin saber que decir. Me rodearon con sus chandals Ni-qui-to Ni-pon-go, sus toballas de seis a tres euros, sus dentaduras artesanales y me zarandearon hasta que consiguieron extraerme la información que tan bien escondía.

    Se formó un comité de crisis que estableció las negociaciones con la señora de la recepción. A todas estas, yo estaba arrinconado, totalmente bajo el control y la supervisión de las lobas milenarias. Cada bocanada de aire me recordaba lo pasado que estaba el pescado que tenían en el mostrador, aunque bien mirado, algunas iban enjoyadas y eso a una hembra pleistocénica le añade puntos extras, que siempre he querido ser el viudo de una señora rica.

    Volvieron y me informaron que el fisioterapeuta me recibiría ese mismo día sin cita previa. Me quedó claro que no hay nada como tener contactos para que se abran las puertas. Me volví a sentir como en España, el país de los milagros, que me río yo de Ali Babá. En mi país hay cientos de miles de ladrones y muchos de ellos a donde llegan, se les abren todas las puertas sin tener que mentar un ábrete sésamo de esos.

    Por culpa vuestra ya me estoy desviando nuevamente. Me quedé practicando mis menguantes conocimientos del neerlandés, tratando de respirar por la boca para contener las arcadas y tras lo que pareció una eternidad, una mano nudosa me arrancó de mis captoras. Era una mujer. Pensé que sería una asistente, pero no, resultó ser la fisioterapeuta, una hembra de verdad.

    Y lo dejamos aquí, que me ha salido mucho más largo de lo que pretendía y este es un punto estratégico para acabar esta primera entrega. Mañana continuaré con el capítulo: Mi nuevo fisioterapeuta.

  • Tulipán Priscila

    17 de mayo de 2005
    Tulipan Flair

    Comenzamos esta serie de dedicatorias con Priscila Laprisci, la creadora de Calumnia que algo queda y bautizamos el tulipán de la foto como Tulipán Priscila. Me hubiera gustado poner un enlace a la bitácora de Priscila, la reina indiscutible de la blogosfera, pero en la actualidad se encuentra tomando un año sabático para conocer a sus súbditos y no es posible. En cualquier caso, espero que las líneas clásicas de esta flor sean de su agrado.

    El nombre original de este tulipán es Flair y como veis, combina con gran hermosura tonos amarillos y naranja.

    Si estás pensando visitar Holanda para poder ver estas maravillas, tienes más información en la anotación Guía para el turismo en Amsterdam y Holanda y también puedes ver el Álbum de fotos de tulipanes en el Keukenhof o el Álbum de fotos de Amsterdam

  • Star Wars Episodio VI: El retorno del Jedi

    16 de mayo de 2005

    En 1983 acababa la trilogía original de la guerra de las Galaxias. Ese año pasé el verano en los Estados Unidos en casa de mis tíos. Os podréis imaginar cual fue la primera película que fui a ver al cine. Meses antes de su estreno en España, yo era uno de los privilegiados que la habían visto. Aunque fui muchísimo al cine ese verano, por algún motivo sólo recuerdo esta película. Fue también la primera vez que iba a un multicines, en el centro comercial Tysons Corner, en aquellos tiempos el más grande de USA. Habían dos multicines dentro de dicho centro comercial, para que os hagáis una idea de su tamaño. Fue también la primera vez que escuché las voces originales de los actores y no las que doblaban la película al español.

    Tengo infinidad de recuerdos de aquella película. Frente a la oscuridad de la segunda, en esta última entrega la historia estaba más cercana a un chiquillaje como yo. Era cine de palomitas puro y duro. Había acción por todos lados, los malos sacaban lo peor de ellos mismos y los buenos eran empalagosamente buenos.

    Durante los años siguientes discutimos un montón por culpa de esta entrega. La forma en la que se culminó la saga, las revelaciones que allí tuvieron lugar, marcaron los debates de nuestra adolescencia. En eso se distingue la Saga de las Galaxias con otras series de películas. Nos hemos pasado veintiocho años discutiendo y demostrando saber más que nadie, determinando los cómos y los por qué de todas y cada una de las decisiones que llevaron a la muerte de Lord Vader. Incluso ahora, cuando la he vuelto a ver, descubro pequeños detalles, referencias semiescondidas que me hacen sospechar que la verdad aún no ha sido dicha. De esta película me quedo con la princesa Leia medio en pelotas. Se pasa la primera parte en bikini mientras el baboso de Jabba el Hut trata de lamerla toda. Nunca Leia estuvo más cachonda, más follable. Su carisma sexual era tan fuerte que una mala bestia como esa no podía resistirse a ella. Por descontado, Leia sabía que el uno podía tener su espada láser, que el otro podía tener su mono peludo y su nave cochambrosa, pero ella era la dueña del cotarro, la única a la que bastaba agitar uno sólo de los músculos de su vagina para que todos acabaran por los suelos adorándola.

    Junto a ella, Han Solo perdió bastante fuelle en esta película, en parte debido a su misión en el planeta de los Ewoks, malas bestias que al igual que Jar Jar Binks nunca debieron haber nacido. Estas pequeñas bestezuelas fueron la cruz de esta película y lo que siempre le ha restado credibilidad. Sin ellos el Retorno del Jedi sería un clásico pero con su presencia, manchan la historia profundamente y la alejan del olimpo. Yo iría con gusto a ese planeta a matar uno por uno a esas alimañas y montaría un negocio de abrigos de piel, si es que se puede hacer algo decente con esas bolas de pelo. Otra cosa que se le nota a Han Solo es lo mal que llevó el paso de la segunda a la tercera película en cuestión de cuidado personal. Envejeció bastante, pese a estar congelado durante esos tres años. Se le veía un poco decrépito y barrigón, nada que ver con el chavalote que saltaba a la comba en la primera película.

    Y el que continuó en caída sin freno fue Luke Skywalker, el caminante del cielo. Si en la segunda se le veía mal, en esta parece apajarado, entre bobalicón y asimplonado. El rollo Jedi le puede mucho y lo ha convertido en un metrosexual de mierda que no sabe donde meterse entre tanta suciedad. Su rollo mental está más rallado que los discos de Enrique y Ana. Le falta carisma, aplomo, alegría para llevar el papel que le ha tocado. Se supone que esta es la historia de como él fue el elegido entre todos para acabar con el imperio y por momentos parece que trabaja de funcionario en un banco de pueblo. Con los años, me di cuenta que además el hijoputa es un asesino de Jedis del quince. Fijémonos en su trayectoria. Le puso la pierna encima a Obi-Wan y se lo cargaron. Después se la puso a Yoda y le dio el pasaporte. Más tarde acabó con el emperador y con su propio padre, Darth Vader. Cuando llegamos a los títulos de crédito finales, el cabrón de Luke ha finiquitado a todos los Jedis que habían en la saga original. Siempre que murió uno de ellos, él estaba de por medio en el plano, aunque en ocasiones no fuera el que ejecutaba la sentencia. Nunca me calló bien este chico.

    Darth Vader fue el gran perdedor en esta última entrega, aunque no me queda muy claro si realmente perdió algo. Acabó con sus sueños de reemplazar al emperador. Antes de morir se redimió y conquistó su espacio en el paraíso de los héroes legendarios. Darth Vader, que comenzó en 1977 como el malo a batir, terminó sus días como la persona que lo provocó todo, el alfa y el omega de esta saga y también como el gran vencedor moral. De ser malo malísimo, en el tiempo que tarda un sable láser en cortar el aire se transformó en padre de gemelos y sufrido empleado de multinacional a cargo de jefe déspota. Todos quisimos alguna vez estar a sus órdenes, escuchar su respiración venir por el pasillo y mostrarle con orgullo como habíamos completado las tareas que nos había encomendado. Incluso tras morir, durante su entierro, con las llamas devorando su familiar máscara, sentimos lástima por el hombre y por el Jedi caído. En la edición en DVD han cambiado su apariencia tras resucitar y aparecerse junto a los otros Jedi frente a Luke. Ahora aparece con el aspecto del actor que lo encarna en su juventud. Este cambio ha sido muy discutido por algunos seguidores de las películas, pero para mi es perfectamente natural que su reencarnación como Jedi sea con la pinta del chico que traicionó a la república y no la de un tipo al que nadie conocía.

    Las tres películas originales llegaron a nuestras vidas durante un periodo de seis años y han servido para darnos temas de discusión desde entonces. No hay friki que se precie que no tenga sus teorías al respecto. Cada uno tiene su favorita y defenderá a capa y espada sus razones para denigrar las otras películas. Yo me quedo con El imperio contraataca, ¿y tú?

    Que la fuerza os acompañe.

  • La semana pasada en Distorsiones

    16 de mayo de 2005

    Después del éxito cosechado la semana pasada, llega lo más duro, que es el mantenerlo. En estas cosas siempre he sido muy malo y acabaré estampándome, pero mientras tantos pasémoslo bien. Esta semana se ha hablado mucho de Cine, aunque no necesariamente del cine que está en cartel. Además de Hitch – Hitch, especialista en ligues, comedia normalita y que tiene un pase, estoy aprovechando el inminente estreno de la última película de la Saga de las Galaxias para volver a ver las anteriores en DVD y contar un poco mis recuerdos asociados a esa saga. Por ahora podéis leer Star Wars Episodio IV: Una nueva esperanza y Star Wars Episodio V: El imperio contraataca. Tras la receta de la semana pasada, quedaba por contar un poco la forma en la que hay que preparar el continente que rodea a la comida. De eso trató Estrategias culinarias, historia de obligada lectura por amigos y desconocidos y que forma parte del descerebrado catálogo de Desvaríos, grupo en el que también está incluida Hembras naranjas, un pequeño lapso en el que pienso en voz alta sobre lo que encontraremos al llegar al cielo.

    He creado una nueva categoría, llamada Fotos para poder señalar las anotaciones ilustradas. Va a ser un grupo flotante y que tiene relación con los otros, así que no merece una mención específica. Las entradas con imagen de esta semana estuvieron todas relacionadas con el Folclore Nórdico y fueron Hombre meando, Barco de hombres  y Keukenhof 2005. Las dos primeras son mi respuesta a las que me han acusado de poner fotos solo de hembras, aunque reconozco que la segunda foto no os vale de mucho puesto que todos los que salen en ella tienen pérdidas confesas de lubricante. El tulipán que sale en la foto del Keukenhof 2005 es de hace unos años. En breve comenzaré a poner más flores. Estoy agrupando todas las que tengo en Flickr, lo cual no es tarea fácil cuando se trata de cientos de fotos sobre el mismo tema.

    Y el cuadernillo con lo que sucede en  Mi mundo recibió un par de nuevos capítulos: Médico de familia y Mi primer fisioterapeuta ambos relacionados con recientes visitas a médicos. Finalmente, fuera de todo orden y concierto se encuentra Corte(in)fiel, mi queja como cliente por la falta de calidad de esta marca legendaria.

    Eso fue todo por Distorsiones durante la semana pasada. Como siempre, acabo recordándoos los enlaces a las páginas en las que podéis encontrar los regalos que me gustaría recibir:
    – Wishlist en Amazon UK
    – Wishlist en Amazon USA

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