Distorsiones

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  • Mar Adentro reloaded

    4 de mayo de 2005

    Ya hablé de Mar adentro en octubre del año pasado cuando la vi por primera vez, pero aprovechando que he reincidido escribo de nuevo. Cuando me enteré que la daban en la filmoteca de mi villorrio no pude resistirme. Siempre que uno ve un clásico le apetece repetir y mejor si es acompañado, que no hay nada que incremente más el placer que conseguir un converso. Lo traté con los colegas más próximos pero una película en español con subtítulos en holandés los tira para atrás. Al final conseguí a uno que está haciendo méritos para ser amigo mío y como la amistad cuesta esfuerzo y dinero, pues se tiene que prestar a estas cosas. El hombre no estaba muy convencido. La combinación Filmoteca + español + tetraplégico + drama asusta al más pintado, así que eché mano del chantaje emocional, algo que nunca falla.

    Así que el pasado lunes, mientras vosotros entrenabais vuestras ladillas, estoy haciendo cola para comprar la entrada rodeado de ancianos e intelectuales de mi ciudad. El colega trató de convencerme de las ventajas inherentes a la ingestión de alcohol en bares y similares, pero no cedí. La sala se llenó. Doscientos adultos, con una media de edad en torno a los cincuenta años. Las chochas iban enjoyadas hasta el coño. Todo perlas y diamantes. El olor a laca era tan intenso que salí de allí sin olfato y así sigo dos días más tarde. Alguien enciende un mechero en aquella sala y morimos todos abrasados por las llamas. Habían por lo menos cinco pieles de visón y la que menos llevaba bragas de ochenta euros y dispositivos sujetadores de los cuajos delanteros que cumplían con su función eficientemente. Uno que es materialista ve aquel ganado como una oportunidad interesante para labrarnos un futuro, que yo siempre he creído que lo mío es una anciana rica que me mantenga y a la que yo entretenga [si alguna cumple los requisitos svp contacte conmigo]. Al posible candidato a entrar en mi círculo de amistades le puse la pierna encima para que no se me escapara, que lo vi dubitativo.

    ATENCI?N: A partir de este momento quien no haya visto la película y no quiera saber nada que le pueda fastidiar la historia debería dejar de leer.

    Y entonces se produjo el milagro. Se apagaron las luces, se encendió la lámpara del proyector y se escuchó la voz de Javier Bardem y quedamos todos hipnotizados. El baile de sentimientos fue espectacular. La gente se rió en los momentos adecuados, contuvo el aliento, gimió cuando debían, fue sencillamente un milagro. Durante dos horas todos formamos una unidad. No hubo un comentario, no hubo un susurro al acompañante, no hubo disidencias ni decepciones. ?nicamente un grupo de gente que cayó en manos de un virtuoso y no pudo resistirse a su encanto.

    Esta vez disfruté muchísimo más que cuando la vi por primera vez en Santiago de Compostela. Conocer la historia no le resta un ápice de tensión, no la hace más fácil de llevar. Lloré y reí, sufrí y amé, me enfadé y me indigné en los momentos adecuados. Gocé con los diálogos, que sonaban como música celestial en mis oídos. Las frases me calaban y reventaban en mi corazón como dinamita pura.

    Cuando Ramón llama a Clara y le dice que esa es la despedida se te parte el alma y te sientes totalmente identificado con la alegría y el sufrimiento de ella. A partir de ese momento los redaños con los que uno guarda la compostura se van a hacer puñetas y ya sólo puedes asistir al espectáculo de lágrimas que caen por tu cara. Cuando se despide de su familia, se despide también de nosotros, que hemos pasado a formar parte de su familia y que lo amamos con tanta fuerza. Es en ese momento cuando quiero que viva para siempre pero también quiero que sea feliz y sé que su felicidad pasa por poner fin a su vida, la cual yo, Rosa, su hermano, su padre, su cuñada, su sobrino y toda la gente que asiste al espectáculo queremos preservar. Cuando todo ha terminado y tratas de recomponerte llega el epílogo y te vuelves a romper con los restos de una Julia magistral y de una Clara que lo refleja todo en su cara.

    La intensidad emocional de este segundo pase ha sido aún mayor de lo que me esperaba. Creo que cuando vi la película por primera vez no lloré ni la mitad de lo que lo he hecho en esta ocasión. Salí del cine con un nudo en el estómago y casi sin palabras y eso es harto difícil para una máquina habladora como yo. Terminamos en un bar, bebiendo y recordando frases y escenas. La barrera idiomática no consigue frenar el transvase de emociones y llegan por igual a la gente de este lado del mundo. Salimos cabizbajos de la sala. Hay frases como ?Lo único peor que que se te muera un hijo es tener un hijo que se quiera morir?? o ?La vida sin libertad no es vida?? que te dejan sudando. Hay miradas en algunas escenas que hacen daño de tanto como duelen. Hay caricias a una mano tan eróticas que te paralizan con un escalofrío de tórrido placer.

    En definitiva. Si no la has visto cuando se estrenó en los cines o cuando se reestrenó tras los premios Goya y el Oscar, has cometido un craso error y únicamente lo puedes reparar parcialmente viendo el DVD, sólo o en compañía de unos pocos, sin la magia, la grandeza y la empatía que produce una sala de cine. Pero incluso en esas condiciones tan desfavorables, deberías verla.
    gallifantegallifantegallifantegallifantegallifante

  • Disparo de huevos en el Vondelpark

    4 de mayo de 2005
    Toma huevazo cabrón

    Disparo de huevos en el Vondelpark, originally uploaded by sulaco_rm.

    En el día de la reina hay mercados libres por todo el país, o Vrijmarkt que es el nombre por el que los conocen los neerlandeses. Todo el mundo puede montar su chiringuito en la calle y vender lo que se le ocurra. Algunos en lugar de vender, regalan. He visto puestos en los que daban libros, por ejemplo. Otros venden las cosas más inútiles que se os puedan ocurrir, como envases de botellas de refresco vacíos por cinco euros. Todo forma parte de la diversión.

    Es muy típico ver niños vendiendo sus juguetes antiguos o galletas que han cocinado sus madres. Otros desarrollan estrategias más exóticas para conseguir dinero, como el de la foto, que junto a unos amigos montó el chiringuito en el Vondelpark y la gente tenía que tirarle huevos. Sólo los que le daban en la cara recibían premio. Cada huevazo costaba la friolera de cincuenta céntimos de euro y puedo dar fe que era uno de los puestos más concurridos. En el rato que lo estuvimos mirando, no dejaron de caerle huevos. Lo descubrimos casualmente. Pasábamos por un paseo que hay por detrás del colega, tras los árboles que se ven en la foto, cuando vimos un huevo que cruzó nuestro camino.

    Un poco más adelante en el camino había otros que practicaban el lanzamiento de globos de agua con un tirachinas gigante y unos que montaron una pequeña carpa y daban masajes relajantes por quince euros. Todo forma parte de la diversión. Un día de la reina sin visitar uno de estos mercados es como un océano sin agua. El vrijmarkt del Vondelpark es uno de los más bonitos que he visto, al estar el mercado dentro del parque, rodeado de grandes extensiones de césped, con pequeños lagos que hacen del paseo una experiencia muy agradable.

    Hay más información sobre Holanda en la anotación Guía para el turismo en Amsterdam y Holanda y también puedes ver el Álbum de fotos del Koninginnedag

  • Koninginnenacht

    3 de mayo de 2005

    La noche ya había caído sobre Ámsterdam cuando salimos de marcha. Era la koninginnenacht, la noche que celebramos el tener una reinona que desprecia y vilipendia a los católicos y a la que algunos honramos de distintas maneras. Entre las diferentes alternativas de celebración, optamos por Rembrandtplein, por estar menos masificado y ser más folclórico. Lo primero era cenar y vista la mala experiencia sufrida recientemente con cierta camarera, optamos por irnos a un turco a comer Shoarma. Mi amigo el balcánico siempre que va a estos sitios pide refrescos, incluso cuando tienen bebidas alcohólicas. Es como si tuviera algún tipo de frenillo moral que le impide tomar cerveza en sitios regentados por musulmanes. Gracias a Dios en los bares los camareros siempre son Nórdicos y puede privar a gusto. En el bar en el que comimos, justo en Muntplein, entraron un grupo de americanos que tras pedir la pitanza preguntaron por los tipos de cerveza que tenían disponibles. Cuando el camarero les dijo que allí sólo se servían refrescos se quedaron de piedra, aunque el hambre pesó más que el vicio y decidieron quedarse.

    Tras la comida nos adentramos en el fascinante mundo de las celebraciones neerlandesas. En el escenario de Rembrandtplein sólo cantaban autóctonos y entre ellos un tal DJ Paul amenizaba el cotarro. Al llegar a la plaza estaba un cantante medio folclórico. A mí me recordaba a un cruce entre Rapael y Jose Luis de los morenos. Después de pagar los abusivos precios de las cervezas, a los que había que sumar el impuesto revolucionario de un euro de fianza por el vaso de plástico para asegurarse de que no lo tires, mi amigo decidió que nosotros éramos carne de primera fila. Cruzamos la muchedumbre entre empujones y codazos diligentemente. En unos minutos estábamos allí, rodeados de la elite intelectual de la ciudad, escuchando al Rapael aquel cantar canciones holandesas mientras todo el mundo las coreaba. Nosotros por los problemas con la conexión vía satélite teníamos algo así como un segundo de retraso, que es el tiempo que nos tomaba procesar el sonido y repetirlo, aunque sin saber muy bien lo que decíamos. El hombre aquel corría de lado a lado en el escenario, zapateaba, se giraba super ofendido y todo con sus ja ja je je ji ji jo jo ju ju tan propios de un idioma gutural. Nosotros con los sonidos guturales aprovechábamos para lanzar unos lapillos a los de delante, que siempre mola. Tras este tipo llegó el DJ Paul. Durante media hora puso música a un ritmo de dos canciones por minuto. Cuando empiezas a mover el culillo al ritmo de la canción cambia y a coger el ritmo de nuevo. Al principio es un poco frustrante, pero una vez asumes que es una especie de zapping musical, se puede vivir con ello y cuando algo no te gusta, sabes que va a durar menos que un padrenuestro.

    Después de Rapael llegó el Yoryi Dan nórdico. Todo pachanga que se conocía la basca y que parece que cantan cuando están borrachos. Aquello era el acabose. De repente nos vimos rodeados por hembras en edad de menopausiar y de machos rapados al cero que nos sobaban descaradamente. Yo inicialmente creía que era cosa mía, el azar, las casualidades de la vida, pero después de quince pellizcones en el trasero decidí que aquello era acoso sexual de ese. lo peor era que cuando miraba hacia atrás lo único que habían eran viejas y maricones. Aquello fue a más y mi amigo el turco confirmó que él también estaba en pleno temporal de pellizcones. Allí se estaban poniendo finos y se aprovechaban de nuestra cándida inocencia, de nuestra bondad innata y nuestro gusto por la música de charanga. Las viejas y los julandros se daban entre ellos para poder atacarnos. Sobresalía por encima de todos uno rapado al cero y que se había vestido de algo parecido a el personaje de la película Amadeus en versión remix.

    Uno que se fija en todo y en todos se dió cuenta de que el dichoso friki llevaba en sus pezones tremendas argollas, de las que se usan para amarrar los caballos en el establo. Y de hecho tenía una cadena que salía de cada una de las argollas y descendía hasta otra argolla que asomaba por el pantalón, una argolla que acompañaba y levantaba el puto cipote del cabrón. El tío llevaba aquella especie de arnés al aire y cualquiera que mirara se terminaba dando cuenta de lo que asomaba entre los pelillos del canalillo que bajaba del ombligo. Me daba una aprensión terrible, pero es que encima el tío como que se me pegaba malamente, hasta que terminó por arrearme un pellizcón en un huevo que me hizo ver nítidamente las galaxias más lejanas. Lo único que pude hacer para defenderme fue un movimiento a lo Madonna en el video Vogue y arrearle un guantazo con el revés de la mano. Eso fue lo peor. A partir de ese instante se desmadró la cosa.

    Ahora todo el mundo me imitaba y seguían mis pasos de baile. Todas mis pesadillas de invierno se hicieron realidad. La gente comenzó a imitar como bailábamos. El turco y un servidor, que somos muy sensibles a este tipo de halagos nos miramos, miramos al frente, nos volvimos a mirar, asentimos lentamente y arrancamos con los bailes sincronizados que hemos aprendido después de años de ver películas de adolescentes americanos. Fue lo máximo. Cientos de alimañas humanas siguiendo nuestras enseñanzas doctrinales en lo que respecta al baile. Nosotros gritábamos continuamente, tratando de seguir las canciones del Yoryi pero sin mucho éxito. Nos hicimos coreografías de todos los grandes, acompañados por nuestros devotos fans. En algún momento de aquella bacanal musical nos enfocaron con la cámara y ya triunfamos universalmente. El cuerpo se te mueve solo cuando eres una estrella mediática. Al calvo con los aros, cuando lo veía cerca le lanzaba un codazo directo y el turco aprovechaba para pisarlo. Entre los dos lo acabamos amargando y tuvo que renunciar a establecer relaciones diplomáticas con nuestros continentes.

    Después que pasó la hora del pachín, volvió el DJ Paul a joder la fiesta con sus microcanciones y acabamos con Quincy, al que conozco porque es el cantante de una de mis canciones favoritas en holandés, Morgen weer een dag que traduciré libre y pecadoramente como mañana será otro día. Esta canción fue muy famosa en el otoño del 2001 por ser la sintonía del Gran Hermano 3, la edición en la que Kelly, el transexual que vive al lado de mi casa se hizo famosa. Kelly es ahora una especie de friki de la tele, que invitan a los programas para reirse de ella, dadas las grandes carencias intelectuales que muestra la pobre, que es más bruta que un arado. Eso sí, a base de silicona y remaches, tiene un cuerpo de cagarse por las patas pa’ bajo. Si os la señalo y no os digo nada y luego os enseño sus fotos desnuda en el Playboy, jamás os daríais cuenta que bajo ese cuerpo moldeado a golpe de talonario se esconde un Ramón como otro cualquiera, sólo que más lerdo de lo que suele ser habitual para alguien que dejó el colegio cuando era niño.

    A la una terminaron los conciertos y seguimos el deambular por las zonas de bares. Nada que reseñar, o mejor dicho, todo lo que sucedió entonces puede ser utilizado en mi contra, así que aquí lo dejamos. Terminamos bien entrada la madrugada viendo Jian Guy ? The Eye en versión original en cantonés con subtítulos en Holandés. Para que después duden de mis capacidades psíquicas algunos ….

  • Samanta

    3 de mayo de 2005

    Samanta es mala porque Dios la hizo asín.

    Samanta se cruzó en mi vida una tarde de primavera. Como siempre que veo al turco, este se empeña en ir a comer al Rey de las hamburguesas de Rembrandtplein. No sé que tienen esos pedazos de carne corrupta que le vuelven loco. Al entrar elegimos la cola equivocada, como siempre. No importa en cual te pongas, siempre es la más lenta. Después de eternos instantes entre olores de fritura y escuchar las insulsas conversaciones de turistas que consideran el ir a uno de estos sitios como un placer para el paladar nos tocó la vez.

    Samanta nos empetó la típica frase con la que empiezan siempre en esos sitios. ¿Qué quiere? Se me ocurrieron un millón de respuestas con todas las cosas que quiero y no puedo tener. Mientras divagaba en el limbo de los deseos el turco pidió su menú, con queso, con cola y cuando le estaba pidiendo que las papas fueran de las especiales, Samanta le dijo que no era posible. El turco se indignó y trató de que cambiara la orden, pero Samanta se plantó y dijo que no había manera de cambiar el pedido. Nuestra querida amiga comenzaba a tocar huevos con ambas manos. Me fijé en lo despreciable que era, lo asqueroso de su cutis, el tic de sus labios succionadores. Samanta es el típico ejemplo de hembra criada a base de pollerón (tendréis que usar al menos una sinapsis para determinar la combinación de palabras que otorgan el significado a este engendro idiomático), la que pasó toda su vida bajo la mesa con la boca llena de miembros, chupando y chupando y de tanta leche cruda que tomó acabó encochinada, gorda, sudorosa y trabajando en un establecimiento de comida rápida, sirviendo hamburguesas a la gente sin aspirar a más en la vida. Samanta la poca educación que pudo adquirir la desechó, la dejó marchar sin pararse a pensar.

    Samanta es mala porque Dios la hizo asín.

    Samanta seguía negándose en rotundo a darle al turco sus papas y le pedía que pagara. Como ya me dolían los huevos de tanto sobármelos le dije que yo también quería pedir y añadí mi menú, con mi cola y con las papas especiales. Samanta me odió infinitamente en ese momento, me trató de alienar con su mirada de chancha arretrancada que le mantuve. Samanta se tuvo que tragar la medicina sin leche esta vez, se tuvo que joder y servirnos las papas que mi amigo quería. Como estaba en su voluntad el seguir jodiéndonos, redondeó superiormente la cuenta, desde ochenta y un céntimos hasta ochenta y cinco. El turco volvió a discutir con ella, pero la cerda zarrapastrosa no cedió. Nos trajo el menú casi sin ganas y nos tiró la bandeja con desprecio. A Samanta yo le eché un mal de ojo allí y en ese momento, le deseé una muerte dolorosa y lenta, una vida miserable y desgraciada y satisfecho por haber aliviado mi ira y mi odio nos fuimos a la planta alta a comer.

    Nos acordamos de Samanta y de su madre varias veces mientras acabábamos con la pitanza. Al rato la vimos venir. Hacía como que limpiaba pero iba directamente a por nosotros. Se metió de nuevo con el turco. Esta vez no le gustaba la forma en la que estaba sentado en la silla. El turco la ignoró pero ella siguió y siguió machacándolo. Al final mi amigo cedió. Samanta se salió con la suya y se marchó triunfante.

    La venganza hay que servirla en caliente y bien adornada. Cuando bajamos a la planta baja a hablar con el gerente del local nuestra mesa era un poema escrito con papas, con pedazos de verdura y aliñado con toda la salsa de papas que desplegamos por la mesa. Nuestra composición era un canto al arte libre y surrealista. Cualquier artista de poca monta se habría sentido orgulloso de firmar aquel desaguisado que se extendía por la mesa y las sillas que habíamos usado. Como no tuvimos bastante con nuestra comida tuvimos que emplear la que desde otras mesas nos fue cedida generosamente por altruistas donantes que se unieron a nuestra causa.

    No sé lo que el turco le dijo al gerente, aparte de pedirle que fuera Samanta en persona a limpiar nuestra mesa como ella misma nos había solicitado encarecidamente, pero Samanta ya no trabaja allí.

    Samanta es mala porque Dios la hizo asín.

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