Hace cerca de un año que vivimos juntos y aún no lo he presentado en sociedad. Mi reproductor de MP3s y compañero inseparable es un iPod mini, un soberbio artilugio que ha sido posible gracias a la combinación de la mejor de las tecnologías, la sencillez de una interfaz diseñada pensada para el hombre y la mano de uno o varios julandrones para que su diseño sea escandalosamente erótico a la par que hermoso. Mi iPod llegó a Europa mucho antes de que se comercializaran por estas tierras y recuerdo que en su momento fui acusado por mis amigotes de venderme a las modas y sucumbir a nuestros estoicos principios de los que hasta ahora no hemos obtenido nada bueno, pero que están ahí por alguna razón.
Aún más difícil fue el día que reconocí públicamente que me gusta iTunes, el maravilloso programa que me permite comunicarme con mi tesooooooro sin ningún problema. Ese día, el día que salí del anonimato y me golpeé el pecho con orgullo porque uso iTunes, me hicisteis sentir más sucio que las bragas de Carmen de Mairena. Pero me mantuve firme y aquí sigo un año más tarde, más contento que un condón en sábado por la noche.
Yo antes del iPod mini tenía una Samsung Yepp, un modelo de 64 Mbytes al que le añadí otros 64 Megas. En su momento era lo más, pero la incapacidad o la desidia de Samsung para hacer unos drivers decentes convertían en una pesadilla el poner canciones en el susodicho aparato. Como además funciona con pilas normales, me dejaba las uñas de los pies en dinero para baterías, que llegué al punto de comprarlas en Mercadona y venirme a Holanda cargado de las mismas porque su precio por estas tierras es prohibitivo.
Volviendo a mi iPod, decir que sabes todo de él a los cinco minutos de haberlo encendido por primera vez. Es el artilugio más sencillo en su manejo que he visto en mi deambular tecnológico. La rueda que lo controla es soberbia. Es la forma más natural de navegación en un interfaz que he tenido el gusto de usar en millones de años. Esa simplicidad es lo que marca la diferencia con la competencia, eso y los auriculares blancos que te señalan por la calle como uno de los gachís que deciden escuchar su música con estilo. Son esos auriculares mi único pero. No me gustan mucho y su calidad deja bastante que desear, son correctos, nada más. Sin embargo, si los dejáis en casa y os gastáis un poco de pasta en unos buenos de Sony, como yo hice, notaréis la diferencia, además de desmarcaros de los pseudo-serxuales esos que se las dan de chachis cuando no son más que un atajo de piojosos.
Para llevar mi iPod he optado por una funda EXO2mini que además de protegerlo, me permite llevarlo colgado al cinto y no preocuparme por si se me puede caer mientras voy en la bicicleta, que como recordaréis es mi medio de locomoción en estas tierras herejes.
Sobre la música que escucho, ya habéis podido leer algo anteriormente y supongo que de vez en cuando seguiré dejando caer algunas pildoras. Como también sabéis estoy muy puesto en lo de los audiolibros (audiobooks), sobre todo mientras voy en tren, o cuando estoy de compras por el centro de la ciudad. Otro lugar en el que este cachivache se ha vuelto imprescindible es en los aviones, en donde me permite escapar de la conversación y del agobio que me producen los pasajeros que se sientan a mi lado y tratan de entablar conversación, sin respetar esa premisa básica que es el NO HABLAR CON DESCONOCIDOS.
Hace poco, cuando recorría los pasillos de mi empresa meneando el culillo a los sones del Ave María (remix) de Bisbal, un jefillo me detuvo. El hombre me miraba como con adoración, algo por otra parte perfectamente natural. Por unos instantes me sentí como el niño Jesús en el portal ese y pensé que a lo mejor tenía suerte y era el rey del oro, que los otros dos sólo traían mierda para regalar, pero no, el hombre tocó mi iPod cuidadosamente y me confesó que él también se había comprado uno porque era la primera vez que podía tener un cacharro de última generación sin sentirse un retardado por ser incapaz de usarlo. Creo que eso lo dice todo. Si estáis pensando en invertir vuestros cuartos en un reproductor, el iPod mini debería estar el primero en vuestra lista.