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  • Bahrein y vuelta a casa

    9 de abril de 2005
    Arabian Tour 2005

    Casi hemos acabado y no quiero dejar de insistir en el orden adecuado de las historias, que es el siguiente: Comienzo del viaje, Arabia Saudita, Qatar primera y segunda parte, Moscate, Camino de Sur y Sur, primer y segundo y tercer, cuarto día y vuelta a Moscate. Los últimos capítulos hasta el momento han sido turismo en Moscate I y turismo en Moscate II.

    Cuando fui a facturar me encontré con dos chicas encantadoras en el mostrador de facturación. La que me hizo el trabajo se quedó fascinada con mi pasaporte español, que tiene en cada página un dibujo de un animal o de una flor. Se empapó el pasaporte completo admirando los dibujos y diciendo lo mucho que le gustaba. Las chicas me consiguieron ventana en ambos vuelos y se portaron como ángeles. Después de pasar los múltiples controles de seguridad en el aeropuerto, busqué un sitio tranquilo para escribir. La zona de salidas del aeropuerto de Seeb está dividido en cuatro. En uno de los cuartos está la tienda libre de impuestos, en otro hay restaurantes y oficinas y los dos restantes son dos inmensas salas de espera. Una de ellas estaba hasta la bandera, llena de gente, sobre todo hindúes. La otra estaba totalmente vacía a excepción de un policía. Me decidí por esta última y me senté cerca del poli. En las siguientes horas, todos los hindúes que trataron de sentarse en aquella zona fueron expulsados. Según el policía, esa zona estaba cerrada. Yo debía ser parte del mobiliario, porque a mí nunca me dijo nada. Más tarde vino una familia de alemanes y ellos también parecían estar exentos de cumplir la orden de cierre. El policía era hindú también. Da un poco que pensar. Está claro que mi origen me convierte en ciudadano de primera.

    Como parece ser la norma en estos vuelos, nos llamaron para embarcar más de una hora antes de salir. En la sala de espera estábamos un grupo de europeos, algunos hindúes y dos grupos curiosos: unos eran jugadores de tenis de todos los países del golfo, que debían haber venido a algún torneo. Llevaban unas mochilas monstruosamente grandes en donde guardaban las raquetas. Los chiquillos estaban controlados por uno de esos ?hermanos, un tipo que vigilaba para que no se salieran del tiesto y no se mezclaran con nosotros. El otro grupo era un montón de azafatas y un capitán de Air Gulf, la compañía con la que volaba este primer trayecto. Las azafatas eran todas de distintos países. Parecía haber dos bandos, las europeas y las asiáticas. Todas se agarraban con ansia a sus teléfonos móviles y mandaban mensajes continuamente. Entre todas ellas resaltaba el capitán, un anciano de barba blanca que me recordaba mucho al capitán Nemo. Recé para que no fuese él nuestro piloto. Desde ya quiero pedir que pongan más ordenadores en los aviones y eliminen a los puteros que van delante conduciendo. Yo me fío más del equipo informático. Ese señor debía haber ido a la escuela con los grandes faraones. Entre las asiáticas me llamó la atención una que era idéntica a mi amigo el chino pero en versión femenina. Siempre he pensado que mi amigo es cabezudo, pero ahora veo que no. Aquella tenía por lo menos un veinte por ciento más de volumen en la testa. Como su uniforme incluye un gorro y un velo que cae por detrás de la cabeza, parecía un papahuevo como los que se pueden ver en la fiesta de los enanos en la Palma. Esa tía te arrea un cocazo y te manda a urgencias directamente, por no pensar como coño la echó la madre del vientre, que ese cabezón tiene que doler cuando iba saliendo.

    A la hora de mandarnos al avión, uno de los que comprobaban las tarjetas de embarque se fue a abrir la puerta y el hombre lo intentó de todas las formas posibles, pero no lo consiguió. Se puso rojo de la vergüenza, con todos nosotros mirándolos y riéndonos abiertamente de él. Algunos se ofrecieron a ayudarlo, pero él rehusó las ofertas. Buscó ayuda y entre dos consiguieron destrabar el mecanismo. Nos metimos todos en la guagua que nos llevaba al avión y arrancamos. Ya he expresado mi poco aprecio por los aviones grandes. Este era un Airbus A340-300, un pajarraco monstruosamente grande. No éramos muchos y parecíamos estar agrupados en el mismo segmento del avión. A mi lado me tocó una de las azafatas europeas, una rubia guapísima. La tía se pasó el vuelo tratando de conseguir conexión con el móvil que no apagó para mandar SMSs. Sí, aunque parezca increíble no lo apagó y lo usó para mensajería todo el tiempo, aunque creo que sin éxito. Cuando no mandaba mensajes despellejaba a las azafatas asiáticas con una australiana. Las pusieron de putas para arriba. No se les escapó ni una. De vez en cuando hablaba conmigo, sobre todo porque veía que yo no me perdía ni un punto de su conversación. Aquella tía era Cruella de Vil reencarnada. Cuando nos trajeron la comida me dijo que ni me molestara en probar uno de los platos, que aquello era una mierda. Le hice caso, porque sólo el olor impresionaba. Aterrizamos en Bahrein sin problemas.

    Sólo tenía una hora para hacer la conexión con mi otro vuelo, el que me debía llevar de vuelta a casa. Pasé el control de seguridad y de pasaporte que como siempre tomó una eternidad. No tuve tiempo de ver la tienda libre de impuestos que parecía absolutamente increíble. El aeropuerto es una pasada, el mejor que he visto en esa zona. Aparentemente a las dos de la mañana salen un montón de aviones hacia Europa y ese es el Hub. Habían vuelos previstos a Zurich, Frankfurt, Paris, Ámsterdam y Londres, así que se montó un cambalache de pasajeros entre aviones. Aproveché para ir al baño y he de decir que es el más guarro que he visto en mucho tiempo. Había un tipo sentado en la puerta que yo supuse que lo limpia de cuando en cuando, aunque cuando uno ve el estado en el que se encuentra, está claro que no. En uno de los lados del baño habían una especie de lavapies, rarísimos. Justo antes de entrar me fijé que el tipo que estaba al lado mío tenía el asiento 14A, exactamente el mismo que yo. Me dio un poco de mal rollo pero pensé que eran imaginaciones mías propias del cansancio. Cuando entraba al avión, me paró el que recoge las tarjetas de embarque y me dijo que me cambiaban el sitio. Me dieron el 15A.

    Había una mujer que pretendía que le dieran dos filas completas para poder acostar a sus hijos. Los tíos le trataban de explicar a la mujer que no era posible pero ella seguía dale que te pego. Cuando entramos descubrimos la razón. El avión iba totalmente lleno. Ni un solo asiento vacío. Hubo tres o cuatro personas que tuvieron problemas con su equipaje. El concepto de equipaje de mano parece ser muy amplio y algunos se presentan con unos trolleys que no entran ni de coña en los compartimientos sobre la cabeza. Las azafatas lo intentaron todo, pero aquello no entraba. Al final se lo llevaron para adelante y supongo que los pondrían en algún rincón.

    Sobre el vuelo, poco que contar. Dormí cerca de cuatro horas y el resto me lo pasé viendo los vídeos. Llegué agotado a mi casa, cerca de las ocho y media de la mañana. Han sido exactamente seis días y veintitrés horas de aventura.

    Fin

  • Omán octava parte - Turismo en Moscate II

    8 de abril de 2005
    Arabian Tour 2005

    Casi hemos acabado y no quiero dejar de insistir en el orden adecuado de las historias, que es el siguiente: Comienzo del viaje, Arabia Saudita, Qatar primera y segunda parte, Moscate, Camino de Sur y Sur, primer, segundo, tercer y cuarto día y vuelta a Moscate. El último capítulo hasta el momento ha sido turismo en Moscate I.

    Nos pusimos de nuevo en ruta, retornando hacia la ciudad. El hindú quería entrar en cada complejo, puerto o desvío de la carretera, pero me mantuve firme para seguir hacia la ciudad. No me interesa ver un puerto deportivo o una avenida junto al mar. Eso lo tenemos en las Canarias en más cantidad y mucho más bonito. Palacio AlamLa siguiente parada fue el palacio de Alam, residencia del Sultán. Están haciendo obras por delante para hacerlo aún más espectacular de lo que es y también están ampliando uno de las alas laterales. El palacio es im-presionante, que diría uno que yo me sé. Se construyó en los setenta. Está entre dos fortalezas, la de Jalali y la de Miran que realzan aún más su grandeza. Fortaleza JalaliEstas fortalezas no se pueden visitar ya que pertenecen al ejercito. Tarde o temprano harán museos o restaurantes en ellas, ya que merecen la pena por su ubicación. Están en lo alto y desde ellas debe haber unas vistas preciosas. Por descontado hice unas cuantas fotos del palacio.

    Intentamos entrar en el museo Omaní-Francés pero estaba cerrado. Me apetecía ver ese museo porque suena a cachondeo. Aparte de que el edificio tiene pinta de ser muy bonito, el museo lo que celebra es la visita del sultán a Francia en 1989 y la visita de Francois Miterrand a Omán en 1992. Fortaleza MiraniComo el sultán este no es muy dado a salir del país para evitar que le quiten la silla, para una vez que lo hizo se ha montado un museo para conmemorarlo. Seguimos nuestra ruta y continué haciendo fotos del fuerte Mirani y del fuerte Jalali, sobre todo del primero, ya que la carretera pasaba bastante cerca. Desde allí nos fuimos a un parque llamado Al-Riyam. Justo cuando íbamos a aparcar vi que cerca de allí había un camino para hacer trekking y le dije al tío que me dejara allí. Si el hindú tenía alguna duda aún, en ese momento vio que estoy más chiflado que una jaira. El camino es muy largo, subiendo una montaña y no me lo pude hacer entero, pero me hice un buen trecho. No me llevé agua y volví porque la lengua se me estaba inflando de la sed, que eso fue alrededor de la una y media de la tarde y el sol era de justicia.Dispensador de incienso Desde las partes más altas hice algunas fotos que espero hayan quedado bien. Entre las montañas había una pequeña cascada. Andaba con mucho cuidado para evitar los animales peligrosos, que el omanita me había dicho que el desierto está lleno de ellos. De hecho, el día anterior me enumeró todos los bichos que hay en el desierto ese y me quedé aterrado. En esas latitudes, todo lo que vive salvo los camellos está diseñado para matar. Serpientes, escorpiones, ratas del desierto, gatos salvajes (que según él son más grandes que los normales), hienas (o algo parecido, porque no sabía la palabra en inglés), son sólo algunos de los bichos que esperan incautos para cenar. Así que entre esta información y la del panel que había al principio de la ruta en el que también mencionaban que podían haber animales peligrosos, os podréis imaginar que no rocé una roca.

    Cuando bajaba de vuelta al campamento base vi que medio pueblo se había congregado a recibirme. Debo haber sido el héroe del día. O eso, o esperaban que me matara por aquellas rocas. Además de la gente, un montón de cuervos se posaban a los lados del camino y me miraban esperando impacientes para almorzar y me temo que yo era el plato principal. No les di el gusto ni a ellos ni a los locales. Volvi a la base y el hindú me alcanzó al parque Al-Riyam como estaba previsto. Allí pude comprar una botella de un litro y medio de agua que me tomé allí mismo. hice mis fotos, observé a los locales paseando y disfrutando de un día en el parque y cuando tuve suficiente volví al coche.

    El hindú, que aprende rápido, vio que me gustan los parques y la naturaleza, así que nuestra siguiente parada fue otro parque del que desconozco el nombre, pero que estaba muy bien. Este era pegado a la línea del mar e hice unas cuantas fotos muy bonitas. Torre de vigilancia sobre MutrahTras acabar mi nueva ronda le dije que me llevara junto a un restaurante llamado Al-Inshirah, en donde sabía que se puede subir a uno de los pequeños torreones de vigilancia que andan desperdigados por todas esas montañas. El hombre flipaba con mi afán por caminar y exponerme al calor. Me subí los más de cien escalones hasta llegar a la cima. Los escalones son del estilo holandés, muy empinados y llegué arriba sin resuello, pero mereció la pena. El punto de observación tiene dos cañones y las vistas están muy bien. Como siempre, saqué la cámara y disparé todo lo que pude. Unos extranjeros me vieron desde la base, pero cuando llegaron al pie de la escalera desistieron. Ya a estas alturas tenía más que fotografiada la ciudad. Por ser jueves no pudimos ir a los museos, que cierran los fines de semana, o al menos el día que corresponde a su fin de semana.

    Mezquita frente al palacio de AlamDespués de esta última aventura en el exterior, le pedí que deambulara por la ciudad sin rumbo fijo. Paramos a hacer alguna foto de mezquitas, que me llaman mucho la atención y estuvimos dando unas vueltas. Hacia las cuatro le dije que me llevara a un restaurante árabe para almorzar y eso hizo. Cuando entré me encontré con un señor en la puerta detrás de un mostrador que fue al que pregunté si se podía comer. Fui al comedor y casi me caigo del susto. Habían mujeres musulmanas comiendo con los hombres en las mismas mesas. Recuerdo perfectamente que el iraní de mi empresa la única vez que nos invitó a su casa mantuvo a su mujer trabajando de cocinera y de camarera y no le permitió sentarse a la mesa con nosotros. Cañón en la torre de vigilanciaEstas estaban tratando de tú a tú con los hombres allí. Realmente la sociedad de Omán es un poco más abierta que otras musulmanas. El sitio tenía un precio fijo. Me pusieron una especie de sopa espesa que no sé identificar, pero que por el aspecto era como una mezcla entre caldo de millo y caldo de pescado, pero espeso. Tenía algunos huesos de animal desconocido, así que dejé un poco en el tazón, porque lo de comer huesos como que no me pone. De segundo elegí un pollo a la parrilla con un arroz frito y aderezado con especias. Estaba delicioso. Todo eso regado con agua de la cosecha del país. Resaltar que era el único occidental en todo el restaurante, que estaba bastante lleno y por eso levanté bastantes miradas. La gente me observaba como a un bicho raro. Esto seguro que formaba parte del plan de nuestro Señor. Las mujeres en aquel lugar eran tan bulliciosas como los hombres. Todos hablaban a gritos. Superé la prueba de la comida y me costó la friolera de un rial y cuatrocientos baisas, lo cual viene a equivaler a tres euros. Un pedazo de comida prácticamente regalado.

    MezquitaTras el ágape, continuamos nuestra gira sin rumbo fijo por la ciudad. Yo ya estaba hecho polvo de tanto calor y de andar al sol, así que finalmente le pedí que me llevara al aeropuerto. Paramos primero en las oficinas de la empresa para pagar por el coche. El dueño de la empresa, o al menos el que la lleva se encarga de todo lo relacionado con el dinero, algo que suele ser muy habitual por estos sitios. Los empleados no tocan el dinero ni de coña. Me da la impresión que esos hindúes a su vez esclavizan a sus empleados hindúes. Después de pagar me hizo un regalo, una agenda de teléfonos, algo con lo que no sé que hacer puesto que yo estoy totalmente digitalizado, pero bueno, lo eché en mi bolso, que ya pesa un quintal.

    Gran mezquita del Sultán QaboosDespués de dejarme en el aeropuerto, como tenía unas horas, me he dedicado a escribir y a hacer las últimas compras antes de coger el avión. En el aeropuerto he cenado un pollo con gambas y arroz frito que estaba buenísimo y que me ha costado dos riales y quinientas baisas, lo cual se puede considerar caro, pero siendo un aeropuerto, ya quisiera yo que en Holanda o en España me pusieran comida con esa calidad y en la misma cantidad por cinco euros.

    Esta historia continúa en Bahrein y vuelta a casa

  • Robots

    8 de abril de 2005

    El cine de animación ha sido uno de los más dinámicos en los últimos años y uno de los generadores de los mayores éxitos de taquilla. Hemos visto como ha ido evolucionando desde aquellas empalagosas producciones de Disney de nuestra niñez hacia el musical y más tarde hacia el cine de adultos. Hoy en día estas películas de niños camuflan detrás de bonitos colores y formas divertidas trabajados guiones llenos de guiños para que los adultos no pongan reparos a la hora de llevar al cine a los niños, que sirven únicamente como anzuelo y como compradores de todos los productos que rodean cada una de las películas de dibujos animados que llegan a las pantallas. La última película en esta serie ha sido Robots. Frente a los dos colosos que se han repartido el mercado durante los últimos años (DreamWorks y Disney/Pixar), se están levantando otros, como la Paramount, que tratan de hacerse un hueco en este mundillo. Robots la han dirigido Chris Wedge y Carlos Saldanha, los mismos que hicieron hace unos años Ice Age.

    Mi impresión es que se les están agotando las ideas y se están acomodando en lo fácil. Cuando uno ve el trailer de esta película se lleva una impresión bastante distinta. Al ver la cinta, se nota que se alargaron escenas para chupar minutos, se estiraron los golpes hasta fronteras bastante peligrosas, ya que lo gracioso puede resultar bastante pesado, cuando se alarga en exceso. A pesar de unos cuantos momentos brillantes y de unos pocos golpes que realmente arrancan carcajadas, me he quedado un poco decepcionado. ¿Dónde está la originalidad, el cachondeo, la ruptura de cliches? Definitivamente no aquí.

    Eso sí, han tirado de la cartera y las voces son un despliegue de estrellas, como de todas formas es habitual en el cine de animación. Por desgracia, los españoles sólo podéis aspirar a escuchar a dobladores profesionales por la cerrazón de las distribuidoras y el público español a las versiones originales. Algunas de las voces que os perderéis son las de Greg Kinnear, Ewan McGregor, Robin Williams, Halle Berry y Mel Brooks.

    Así que aunque no puedo decir que es una mala película, tampoco puedo decir que ha cumplido con las mis espectativas. Me he quedado esperando más. De todo lo que vi, resaltar como soberbio el momento «Britney Spears», con muchísima diferencia, lo mejor de toda la cinta. Merece la pena verla, aunque tampoco esperéis grandes cosas.
    gallifantegallifantegallifante

  • Omán séptima parte - Turismo en Moscate I

    7 de abril de 2005
    Arabian Tour 2005

    Casi hemos acabado y no quiero dejar de insistir en el orden adecuado de las historias, que es el siguiente: Comienzo del viaje, Arabia Saudita, Qatar primera y segunda parte, Moscate, Camino de Sur y Sur, primer y segundo y tercer, cuarto día y vuelta a Moscate.

    Mi último día en tierras herejes es el único que podré hacer algo de turismo. En principio había planeado dos días, pero fue imposible y no puedo cambiar el billete porque no hay plazas disponibles. De haberlas, me habría quedado un par de días más. No me quejo, que cuando estuve en Venecia sólo pude hacer una gira de cuatro horas por la ciudad y en Zurich llegué de noche y me marché de noche sin haber puesto un pie en la calle. Por eso no me gusta nada viajar para la compañía. Me exprimen hasta los huevos para sacarle jugo a mis viajes. Esa es la razón por la que soy muy reluctante a las salidas de Holanda. A algunos de mis compañeros les encanta visitar hoteles y no ver nada, pero yo siempre he creído que si vas a algún sitio, deberías disfrutarlo.

    Bueno, me dejo de cantinelas y continúo. Como sólo podía hacer una gira de un día, decidí centrarme en Moscate. Contacté un par de agencias turísticas y se puede alquilar un coche con conductor por menos de cincuenta euros y el hombre se encarga de llevarte a todos lados. Me recogió en el hotel, en donde me encontré con otra sorpresa. El asiático de mierda al que ya he mentado en múltiples ocasiones la cagó una última vez y puso en el fax que su compañía pagaba mi estancia en el hotel. Si lo sé, destrozo la habitación para que le carguen los gastos. Avisaré a los de mi empresa para que le devuelvan la factura si alguna vez tiene la jeta de mandárnosla.

    De esta última parte de la historia tengo unas ciento cincuenta fotografías. En el momento en el que escribo estas líneas (en el aeropuerto esperando por el avión) no sé cuantas pondré en la bitácora ni como lo haré, pero algunas veréis y es posible que podáis ver fotos de muchas de las cosas que cuento en esta anotación. Y recordaros que haciendo clic en las mismas las podréis ver en un tamaño mayor. Gran mezquita del Sultán QaboosComenzamos visitando la gran mezquita del sultán Qaboos. No me dejaron entrar dentro para hacer fotos. El guía me dijo que algunos días permiten al menos la entrada al patio interior, pero hoy no era uno de ellos. En cualquier caso, el edificio es impresionante. Además de mezquita es universidad de imanes. Espero que el vulgo que lee estas numerosas líneas sea lo suficientemente espabilado como para saber que no me refiero a esas piezas de metal polarizadas. Por si no lo he dicho, hay mezquitas por todas partes y se construyen nuevas continuamente. Todo esto está pagado por el estado. Gran mezquita del Sultan QaboosQuizás los europeos deberíamos subvencionar más a la iglesia católica para que compita en igualdad de condiciones, que aquí los niños compiten entre ellos por adquirir esa profesión, la cual te garantiza una vida de asueto y relajación en beneficio de su profeta.

    Antes de seguir he de decir que mi conductor era un hindú. El amigo omanita me confesó que él tampoco entiende a los hindúes cuando hablan inglés y además me dijo que tampoco les entiende si le hablan en árabe. Lo de hoy con mi chofer ha sido de película de los hermanos Marx. Ni yo lo entendía a él ni él me entendía a mí. Era un diálogo de sordos total. Opté por señalarle en el libro a donde quería que me llevara. Si le decía que no quería ir a un sitio, iba y si le decía que quería ir, tiraba en sentido contrario. Una vez le cogí el tranquillo, siempre le decía que no quería ir. Los hindúes, más que inglés hablan hinglús, una versión localizada y desparramada de la lengua originaria nacida en la Gran Bretaña.

    Tras la gran mezquita me dio un paseo por la zona de los ministerios y las embajadas. Es la parte más nueva de la ciudad, con mucho edificio monumental. No me molesté en hacer fotografías porque la arquitectura de esa zona es muy occidental. La calle de las embajadas tiene carteles en los que se prohíbe hacer fotos. Los americanos y los iraníes son casi vecinos. No me dio la impresión de que hubiera mucha seguridad por esa zona, pero quizás fue una falsa impresión. coche de autoescuelaTras ver la zona nos fuimos a una playa en Shatti al-Qurm. Llena de palmeras y con un hotel en un extremo, había algunos locales. Yo esperaba que estuviera más llena de gente, sobre todo sabiendo que el día que la visité equivalía a un sábado europeo, pero supongo que la gente no está por la labor de exponerse a este sol asesino. Lo más curioso fue que se bañaban vestidos. Es decir, los tíos con la camisola blanca esa que llevan y las mujeres con la negra. Me pregunto como se las arreglarán cuando vayan a volver a casa. En algún lugar debe haber un vestuario en el que se puedan cambiar. Los chiquillos iban con camisetas y bermudas hasta las rodillas. Estuve tentado de meterme en el agua en vaqueros, ya que no hubiera llamado mucho la atención, pero al final desistí.

    Zoco de MutrahFinalizada la visita a la playa, enfilamos para Mutrah, el lugar en el que había estado la noche anterior y en donde se concentran casi todas las cosas que hay que ver. Volví al zoco, para hacer las compras de rigor. Entré por otro lado e inmediatamente me perdí. El día anterior ya me habían parecido un poco agresivos los vendedores, pero es que hoy fue como una banda de carroñeros lanzándose sobre carne fresca. Todos me saludaban con ostentóreas frases y me invitaban a entrar en sus tiendas. Algunos trataban de cogerme la mano para meterme dentro. Miré por todos lados e hice algunas fotos. Finalmente entré en la tienda de un hindú particularmente persistente, pero no tenía nada que me interesara lo más mínimo. Aprovechando que una inglesa entró en la tienda traté de escaquearme, pero como él ya sabía lo que quería y él no lo tenía, salió y le gritó a otro que inmediatamente me interceptó. Los de las tiendas vecinas trataron de capturarme, pero les fue imposible. Mezquita en el zoco de MutrahEsta gente es muy buena en el acoso del turista despistado. La tienda en la que entré era de un señor muy viejo que hacía cerámica. Tenía cosas absolutamente preciosas, pero es imposible sacar algo así del país sin que se rompa en la maleta. Al final le compré unas cuantas piezas y me marché. Conseguí sobrevivir por un rato hasta que caí en las redes de otro hindú. En su tienda acabé las compras. Yo soy incapaz de regatear. Me muero de vergüenza. Antes le digo a la cara que es un roñoso y un carero y me niego a comprar. Como el omanita me dijo que eso es de muy mala educación, lo que hago es que cuando me ofrecen algo, me quedo callado y pongo la mejor de mis sonrisas de duda. La mantengo durante los segundos que haga falta hasta que el tío empieza a regatearse a sí mismo y me baja el precio. Cuando llega a una cantidad razonable, compro. Seguro que termino pagando un veinte o un treinta por ciento más que la gente que regatea, pero me da igual.

    Tras esa compra, seguí deambulando por el zoco siguiendo a una familia británica. Como me creían parte del grupo me dejaron en paz. Cuando acabé con el zoco volví al coche haciendo unas cuantas fotos por el Corniche, el paseo marítimo de la ciudad. El calor en la calle es horroroso y eso que la gente dice que la temperatura ahora es deliciosa. Para mí es demasiado. El hindú se quedaba dentro del coche, bien a cubierto y con el aire acondicionado a toda mecha.

    Después del zoco el hindú decidió que debía ver el Al-Bustan Palace Hotel. Pensé que estaba por allí cerca, pero estaba bien fuera de la ciudad. Alrededores de la playa JussaAsí y todo, mereció la pena. Lo nombraban en mi guía. El hotel es el más lujoso de la ciudad y según el hindú, uno de los diez más lujosos del mundo, aunque esto tomároslo con ciertas dudas, que esta gente tiende a tener lo mejor del mundo en todas las categorías. Cuando entras dentro del edificio te encuentras con un atrio masivo en forma circular. Es realmente espectacular. Creo que hice una foto pero no sé si habrá quedado bien.

    Continuamos nuestra ruta alejándonos de la ciudad. La siguiente parada fue la playa de Jussa. Alrededores de la playa JussaAllí alquilamos un barquillo de pescadores y el tipo nos dio un paseo de media hora alrededor de unos peñones y cerca del Oman Diving Club. Creo que aquí fue donde hice la mayor parte de las fotos. La costa vista desde el mar es realmente preciosa y las pequeñas rocas que aparecen medio erosionadas en el medio del mar me encantaron. El precio del paseo comenzó en siete riales y el hindú negoció y lo bajó hasta cinco. Estoy convencido que estaban compinchados, pero me da igual. Como hacen toda la negociación en árabe no me enteré de nada, pero me imagino que si el hindú viene casi todos los días tendrá su comisión, sobre todo porque fue directamente a uno de ellos e ignoró al resto. En la playa vi algunos occidentales, que alquilaban transporte para que los llevaran a alguna de las rocas que estaban por allí. Parece que puedes arreglar que te dejen en la que tú quieras y luego te recojan a la hora convenida. Había un grupo de chicas con los bikinis típicos de playas europeas que tenían a la morisma alterada. Los tíos se movían como gallos, tratando de llamar su atención.

    Alrededores de la playa JussaTras el paseo en barco pasamos por el Oman Diving Club que ya he mencionado, aunque le dije al guía que pasara de entrar porque yo no iba a hacer submarinismo y la playa ya la había visto desde el mar. Justo en esa zona están construyendo otro super-hotel y se han cargado parte de la línea de costa para hacer la playa del mismo. como esta gente no empiece a controlar estas cosas, en diez años habrán destruido parte de su patrimonio, que es lo exótico del paisaje. No me imagino que mucha gente quiera ir de vacaciones a un sitio en el que en Julio hay más de cuarenta y cinco grados, pero el mundo es muy grande y seguro que hay gente a la que atrae la idea. La temporada perfecta para ir a ese país es el invierno, que es cuando las temperaturas son más moderadas y hay algunas lluvias.

    Esta historia continúa en Omán octava parte – Turismo en Moscate II

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