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  • Ender’s Shadow – La sombra de Ender

    11 de marzo de 2005

    Creía que había acabado con esta saga, pero el autor sigue produciendo nuevos tomos. Como Orson Scott Card es un escritor que siempre me ha gustado, he decidido seguir adelante. Ya he llegado a Ender’s Shadow o la Sombra de Ender. Es el quinto libro de esta saga que comenzó con El juego de Ender y continuó con Speaker for the dead – La voz de los muertos, Xenocide – Ender el xenocida y Children of the Mind – Hijos de la mente. Podéis leer lo que me parecieron esos libros cuando los comenté en su día haciendo clic en los enlaces ;-).

    En esta ocasión volvemos tres mil años hacia atrás en el tiempo, hasta el punto en el que comenzó todo. Ender vuelve a estar en la escuela que orbita en algún lugar sobre la tierra y esta vez averiguamos más cosas gracias a los ojos de Bean, otro niño prodigio que se encuentra en el mismo sitio. La historia por lo tanto no es nueva y sabemos como va a acabar, así que Orson Scott Card a lo que se dedica es a mostrarnos más sobre la fascinante vida de Ender y las cosas que sucedieron en el colegio, todo desde un punto de vista exterior. Es un poco retorcido pero funciona bastante bien. El audiolibro dura poco más de seis horas y se lo puede pegar uno de un tirón. Casi todos los chicos que salen en la historia son viejos conocidos con los que me reencuentro después de cuatro libros.

    Bean, el protagonista de este libro, aunque mira siempre hacia Ender, comienza a perfilarse como una de las claves que explicarán lo que sucedió con el hermano de Ender una vez la guerra hubo acabado. La novela tiene misterio, tiene acción y está muy bien escrita. Como en ocasiones anteriores, os pongo un extracto de la misma:

    Andrew «Ender» Wiggin was not the only child in the Battle School; he was just the best of the best. In this new book, Card tells the story of another of those precocious generals, the one they called Bean, the one who became Ender’s right hand, his strategist, and his friend. One who was with him, part of his team, in the final battle against the Buggers.
    Bean’s past was a battle just to survive. He first appeared on the streets of Rotterdam, a tiny child with a mind leagues beyond anyone else’s. He knew he could not survive through strength; he used his tactical genius to gain acceptance into a children’s gang, and then to help make that gang a template for success for all the others. He civilized them, and lived to grow older.

    Así que resumiendo, no es un clásico que recordaremos el resto de nuestras vidas, pero es una eficaz novela de ciencia ficción y si estáis enganchados a la serie se lee muy facilmente y se disfruta. Así que si eres un fan de Ender deberías leerla.

  • Avistamientos invernales

    10 de marzo de 2005

    El turco y yo siempre estamos preparados para lo imprevisible y no dejamos pasar las oportunidades cuando se presentan. Este fin de semana pasado, cuando nos encontramos, aprovechamos para realizar varias actividades. Esta vez el chino no se unió a nosotros porque parece ser que tenía compromisos asiáticos. O dicho de otra forma, se juntaba con otros de su país a despellejar a las guarrillas chinas que viven en Holanda, que yo no entiendo lo que dicen, pero por los gritos que pegan, por las risas y por las caras está claro que no hablan de las laceraciones de Santa Teresa de Jesús. Más bien están tratando sobre las domingas de alguna de las amarillas o sus capacidades amatorias. Todo esto siempre tomando té chino y comiendo de esa forma tan peculiar que ya he explicado en múltiples ocasiones. Así que como el colega nos había dado el fin de semana para asuntos propios, nos fuimos de cacería. Primero me pasé la tarde haciendo fotos por Ámsterdam y después, cuando nos encontramos, nos vimos una película y nos fuimos de bares. Como siempre vamos a los mismos y ya tenemos el material super catado, decidimos darle una oportunidad al viento y dejar que nos llevase a sitios nuevos, descubrir universos inexplorados, sorprendernos ante lo desconocido y tal y tal y tal.

    Al final acabamos en un antro en el que la señora de la limpieza no pasaba desde antes de la primera guerra mundial. Aquello hacía tiempo que había dejado de ser suciedad y se había incorporado al mobiliario y a la pintura de las paredes. El tono marrón impresionaba. Lo que nos atrajo del local fue que estaba lleno de tías y el que hubiera una bandera con el arco iris en la puerta no nos detuvo. Total, es de todos bien sabido que curar una bollera abre las puertas del cielo de par en par y uno debe intentarlo al menos una vez cada dos años. Así que no nos dejamos intimidar por el silencio que nos acogió al cruzar la puerta. Todas nos miraron y creo intuir que no era amor ni aprecio lo que se veía en sus caras. Tampoco es que nos importara demasiado. El turco se ve a si mismo como a un ser superior y yo estoy autoconvencido de mi intelectualidad (aunque sea de cloaca, pero intelectual al fin y al cabo). Así que ni siquiera sentí como resbalaban por mi camiseta de marca blanca sus puñaladas visuales y todo lo más, me arremangué los gallumbos de Marvin Glein para que se pudieran ver por encima del cinturón. Esto fue lo más duro, porque al tirar de ellos me trillé un huevo y por orgullo y por mantener el tipo me tuve que tragar el dolor, esa punzada seca y cortante que partiendo de salvas partes comenzó a extenderse como un virus hacia el resto de mi serrano cuerpo. Yo ni caso, amplié mi sonrisa, para permitirles a todas apreciar mi perfecta dentadura y seguí el paso del otomano.

    Cuando llegamos a la barra, la tía que estaba detrás me impresionó. Obviamente a ella le iba lo de hacer de macho. O eso, o era un tío de verdad, porque nosotros parecíamos dos mariconas al lado de aquel engendro. Salvo por el pelo en el pecho que no poseía, tenía unos brazos como columnas dóricas y unos tatuajes que impresionaban hasta al Cristo que llevo colgado al cuello. Nos trató a la patada, pero nosotros como si nada. Pedimos nuestras cervesitas y aquí paz y en el cielo hostias. La tía se puso a afilar un cuchillo, pero si era algún tipo de directa, no la captamos. A nosotros nos tenía fascinados la fauna del local. Eran todo tías. Desde aquí os digo que hay que ir más a menudo a los bares de lesbianas, que por lo que parece, solo entran tías. Son un poco ariscas, pero nada que no se arregle con un poco de vaselina.

    Las tías se podían separar en dos grupos. Las super-machorras, como la camarera y las adorables ninfas que pueblan nuestros sueños y a las que todos queremos hacerles unas cuantas guarrerías sexuales y por favor, no me refiero a fisting ni cosas de estas, sino a un simple mete-saca, unos faciales, un poquito de sexo anal y esos pequeños placeres de la vida. Inmediatamente activamos los filtros y pasamos a despreciar a las que se creen iguales nuestros y nos centramos en las otras. Esos dulces angelitos que esperaban que un gran hombre las rescatara.

    Una de ellas, adorablemente modosita, nos miraba con curiosidad, lo cual despertó la ira de la supongo que le restregaba la pipa del coño habitualmente. Pese a la ira de su amiguita machorra, ella siguió mirándonos y sonriéndonos. El turco es muy simple y en seguida se crece, así que se fue al baño a aliviarse. Por motivos desconocidos no tenían baño de hombres, pero eso no lo detuvo. Se metió en el baño único de mujeres y aprovechó para mear sin levantar la tapa, procurando salpicar lo más posible. Ya se sabe que hay que demostrar la hombría en circunstancias extremas y en eso mi amigo es insuperable. Seguimos bebiendo y flirteando con la chica. Las otras también nos controlaban, aunque después de un rato pasamos a ser parte del mobiliario y ya perdieron unpoco de interés.

    Cuando nadie parecía darse cuenta, la chica a la que mirábamos fijamente nos guiñó un ojo y descruzó las piernas. No fue un gesto casual ni normal. Después de que acabó su guiño empezó a mover lentamente los apéndices inferiores para separarlos. Por culpa de los focos, o gracias a ellos y porque nosotros estábamos sentados en unos taburetes un poco altos, de repente fuimos testigos de un avistamiento. Un coño afeitado nos sonrió y nos mandó saludos. Ni os cuento la calidad de la visión. Lo vimos todo. Ha sido de las que marcan época. Nos quedamos los dos quietos, sin saber que hacer. La chica, cuando volvió a juntar las rodillas para cerrar la almeja nos volvió a picar el ojo y nos sonrió. Yo me quedé temblando y el turco estaba peor que yo. Después de mirarnos el uno al otro durante muchísimos segundos, salimos corriendo dándonos codazos para ganar la carrera y ser el primero en llegar al baño, que la necesidad apretaba. Nunca olvidaré ese chocho, aunque la cara de la chica ya es historia.

    Nos quedamos en el local hasta que se fue, aunque no volvió a repetir la jugada. Cuando salimos, juramos sobre las páginas amarillas de KPN que a partir de ahora, nosotros apoyaremos el lesbianismo y frecuentaremos sus bares, que uno nunca sabe lo que se puede encontrar en esos sitios y en la iglesia siempre dicen que dentro de cada uno de nosotros hay un misionero, así que lo pienso dejar salir a menudo.

  • Setas en el bosque

    9 de marzo de 2005

    Setas en el bosque
    Y ya que Til las nombró, aprovecho para poner una de las fotos que hice el pasado otoño. Esta fue tomada en Gooilust, una pequeña reserva natural situada al oeste de Hilversum. Como curiosidad sobre ese sitio, decir que pertenece a una ONG holandesa que se dedica a mantener y crear nuevas reservas naturales. La gente paga una suscripción al año y con el dinero que consiguen mantienen todos estos parques con senderos para que se pueda caminar. Lo más alucinante es que prácticamente todos los holandeses están subscritos a alguna de estas organizaciones y aflojan sus quince o veinte euros al año para poder disfrutar de esas zonas de recreo. En principio los que no pertenecen a la ONG no están autorizados a visitar esos parques ?privados?? pero no hay ningún control y en la práctica, españoles malas personas como yo lo hacemos. Algún día creo que me apuntaré a una, más que nada para que sigan manteniendo esos sitios tan hermosos. Y decir que alrededor de Hilversum hay una concentración de parques naturales, lo que vulgarmente se conoce como ?t Gooi.

  • Arroyo de la miel

    9 de marzo de 2005

    Me bajo a España. Desde hoy hasta el domingo estaré por Málaga (o para ser más precisos en Benalmádena Costa y Arroyo de la miel) tratando de encontrar a mi musa, que esta bitácora anda muy de capa caída últimamente. A la vuelta, pilas recargadas y un nuevo barrigón que volver a perder, lo que se está convirtiendo en un hábito. Llevo desde navidades ganando y perdiendo embarazos. Me sale un tripón de la hostia y después a base de sacrificio, hambre y miseria lo pierdo. Hoy sin ir más lejos me han invitado a tarta de frutas del bosque en la oficina y con lágrimas en los ojos y un hilo de babilla colgándome del labio he tenido que decir que no.

    No me llevo el portátil pero he dejado escrito todo lo de la semana, para que no se diga. Ya os adelanto que habrá una anotación de esas que me colocan en el lado ordinario y vulgar de la balanza, pero que se le va a hacer, tiene que haber gente en ambas partes, digo yo. En caso de que en Málaga tenga acceso a la red y tenga ganas es posible que emita en directo, pero si no, tendréis que conformaros con el diferido. Como siempre, estaré con los ojos bien abiertos en los viajes, tanto de ida como de vuelta, que los aeropuertos y los aviones son fuente infinita de inspiración. En esta ocasión repito compañía y viajo con Transavia, que por cuatro duros y dos perras gordas se consigue billete al sur de España cuando ponen buenas ofertas.

    Esta semana ha resultado muy dura e intensa en el trabajo. En dos días y medio de trabajo me he hecho veinteseis horas de curro. Al menos el esfuerzo ha merecido la pena y estoy convencido de que se verá premiado.

    Bueno, corto aquí que siempre me enrollo como una persiana. A cuidarse mucho y no me seáis malos.

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