La verdad, la verdad, que diría uno con el que trabajé hace años, la verdad, la verdad, no sé como acabo yendo a ver todo el cine de terror que llega a las pantallas, incluso cuando estoy convencido de que me voy a llevar un palo del quince. A pesar de intuirlo, o más bien de tener la certeza absoluta de lo que iba a suceder, allí estaba yo con un colega para ver Seed of Chucky, o La semilla de Chucky si preferís el título en español.
Hay muy poco que decir sobre este desafortunado tropezón. Dirigida por Don Mancini, que tiene el mérito de haber sido uno de los guionistas de esta famosa serie desde su comienzo, el pobre más que dirigirla la cagó hasta el fondo. Digamos que se olvidaron de escribir el guión, que al ir de compras no encontraron buenos actores y actrices y que allí todo el mundo estaba por el dinero. Y así les fue. Junto con Chucky, teníamos a otra conocida de las películas anteriores de esta saga, Jennifer Tilly, que hay que ver lo bajo que ha caído esta pobre.
Sólo se puede decir una cosa positiva y es que este desastre dura ochenta y siete minutos. No me voy a ensañar más con esta mierda de película porque no merece la pena. Absolutamente recomendada para todos mis enemigos y sus familiares en primer y segundo grado.
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Seed of Chucky – La semilla de Chucky
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Un poquito de color
La falta de luz en el invierno me termina afectando. Ahora que padezco el oscuro invierno Nórdico, que voy a trabajar de noche y vuelvo de noche, he decidido poner un poco de color en la bitácora para alegrarme la vista.
Si alguien encuentra algo que no esté funcionando bien (y que no sean los colores, que están preciosos), que me lo haga saber.
He cambiado un detallito en los comentarios que debería frenar el Spam, al menos por un tiempo. No sé que coño pasa, pero desde el uno de Enero llevamos casi 800 comentarios de Spam, recomendando casinos de mierda, productos para impotentes de mierda e hipotecas para retardados de mierda. Ya me tienen hasta los genitales con tanta mierda.
También he cerrado todas las entradas hasta finales de noviembre. Ahora sólo se puede comentar en las últimas. Espero que eso ayude algo. 🙄
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Pulse y espere
Estas navidades, cuando fui tras la cena de Navidad a recoger al amigo con el que suelo salir todos los años de marcha en esa noche, me encontré con algo inesperado. El mensaje que había en el portero, como se ve en la foto, era claro y contundente: Pulse y espere.
A la gente que tiene que ir a esa casa por alguna razón, este mensaje nos despeja las dudas que nos invadieron durante décadas. Una escena típica era llegar, tocar el timbre, oír que hay alguien cerca de la puerta y que no abren. Una mente unicelular no le dará más vueltas, pero yo siempre pensé que me tenían manía y que se parapetaban allí sin querer abrir. En mi casa era todo lo contrario. Suena el timbre y es el pistoletazo de salida en una competición entre personas y perro por alcanzar la puerta el primero. Vale todo: rodillazos, codazos, tirones de pelo, empujones. Lo importante es llegar el primero a la puerta y hacerlo en el menor tiempo posible. Así que siempre que iba a la casa de mi amigo y me veía en la puerta esperando durante minutos, trataba de pensar en lo que había provocado el odio de toda una familia hacia mí y también trataba de encontrar la cámara o el dispositivo que usaban para saber que era yo. Eran tiempos anteriores a la tecnología actual, así que lo que quiera que usasen, no podía pasar desapercibido.
Estas navidades, cuando encontré el cartel en la puerta, supe que no era algo personal, que se lo hacían a todo el que llegaba a la puerta y comprendí que las infinitas quejas de todos los que vivimos esas interminables esperas en la puerta, habían surtido efecto. En la tradicional salida de marcha por los alrededores de la catedral de Las Palmas de Gran Canaria la noche de Nochebuena, pude haber hecho un montón de fotos con los arretrancos que vimos, con los reggaetones de los que nos reímos, con los porteros de locales de moda usando guantes y gorros de invierno pese a que la temperatura era de 19 grados y que sus mastodónticos cuerpos creados a partir de dopaje y horas de gimnasio deberían soportar el frío perfectamente, pero en lugar de todo eso, la foto de la noche, la foto que recordaré siempre, fue la foto de un timbre en un portal de una casa. Esa foto justifica y da sentido a todo el tiempo que esperé en aquella puerta. -
Los chicos del coro
A veces hay películas que nos da un poco de miedo ir a ver por el cartel o por el título. En estas pasadas vacaciones, una de las películas que se podía ver en el único cine que se arriesga algo en Las Palmas era
Les Choristes, conocida en España como los chicos del coro. Visto el cartel, daba un poco de grima, con todos esos chiquillos y los adultos a los lados, sonriendo maliciosamente. Al final, me armé de valor y la fui a ver.
Los chicos del coro es un soberbio drama que cuenta las vivencias de un celador de una escuela para niños difíciles. El hombre es una especie de tutor de clase, con la particularidad de que vive con los niños. La escuela está regida por un hijo de la gran puta que disfruta sádicamente puteando a los niños. El nuevo guardián, se gana la confianza de los chicos y crea un coro en la clase, un coro que actuará de catalizador y los unirá. Los chicos, acostumbrados a ser menospreciados, descubrirán que pueden hacer algo bueno y que la escuela no tiene por qué ser una cárcel. Esta es poco más o menos la historia. Aderezada con mucha canción, mucha travesura y generosas raciones de lágrimas e indignación.
No sé como lo hizo Christophe Barratier, el hombre que dirigió este barco, pero la atmósfera de la escuela es opresiva. Tiene un lenguaje visual bastante escueto pero muy contundente. No se me ocurre un lugar peor en el que pueden estar los chiquillos. Además de la excelente puesta en escena, hay que resaltar que todos y cada uno de los actores (tanto niños como adultos) han desempeñado su papel de forma excelente. No hay ninguno fuera de lugar. Entre todos nos llevan a través de este drama y nos involucran en la historia.
Llegamos al final plenamente identificados con los chicos y con su celador. Por descontado, hay escenas en las que las lágrimas gotean a destajo, pero también hay momentos para la risa. No sé que más que decir. Es una gran película, aunque he de advertiros que os abstengáis de verla si entráis en el grupo de descerebrados e infraintelectuales. Para los que sí son capaces de disfrutar del buen cine, esta debéis verla.