Estoy muerto. Acabo de llegar después de dos días en Ameland y me voy directo a dormir.
Os dejo una foto de las focas que ví esta mañana.
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Ameland
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London Heathrow
– Jane we have a situation here (Jane, tenemos un problema)
Así comienza mi historia. Pero antes de llegar a este punto, permitirme que retroceda un poco en el tiempo.
Todo comenzó el día que viajaba a los Estar-dos-Unidos. Como bien sabemos, la paranoia americana ha convertido los aeropuertos en campos de concentración en los que uno se deja humillar después de pagar unas abusivas tasas de aeropuerto que te dan derecho a la susodicha vejación y al uso ilimitado de los baños sin limpiar del mismo.
Me encontraba en London Heathrow, el mayor aeropuerto del Reino Unido, o como dirían nuestros amigos eurovisivos galos, Guayo miní. Sigo el flujo de los que están en tránsito. Lo primero es coger una guagua (autobús para otros) que te lleva a la terminal tres, de donde salen casi todas las compañías norteamericanas. Una vez en la terminal, entras en una sala infinita en la que una inacabable cola en zig-zag te espera. La meta son los putos arcos de seguridad que todo Dios y Cristo han de pasar.
Antes de comenzar la lenta andadura me voy al baño y me preparo. El ejercicio que voy a realizar requiere la máxima concentración. Os desaconsejo encarecidamente la práctica de esta actividad a menos que seáis plenamente inconscientes de sus consecuencias. Salgo del baño dispuesto a realizar lo que he venido a hacer. Me pongo en la cola tras un grupo de japoneses, más que nada por admirar a las chiquillas de doce años de uniforme, que es algo que siempre me ha puesto. Avanzamos lentamente despojándonos de nuestras pertenencias: fuera el cinturón, el reloj, la cartera, las llaves, los kleenek, todo lo que llevo en los bolsillos. Mientras me quito todo, procuro mantener la concentración. Respiro de manera regular. Inspiro … espiro …. inspiro …. espiro.
Tras varios minutos estoy más y más cerca del objetivo final: los arcos de seguridad. Los japoneses continúan su parloteo incomprensible.
Finalmente es mi turno. Deposito mis pertenencias en una bandeja, pongo mi mochila y mi chaqueta en la máquina de rayos equis y paso por debajo de los arcos. Por supuesto sonaron. Siempre lo hacen conmigo. Es una maldición que me persigue desde hace años.
El guardia, policía o lo que quiera ser se acerca a mí. Un enorme gorila curtido en estos menesteres. Me hace avanzar un poco y masculla algo que no entiendo, pero inmediatamente levanto las manos y las pongo en cruz. Es lo que siempre quieren que hagas. No me hace falta entenderlo para saber lo que dice. Se me acerca aún más con un artilugio en las manos. Lo pasa por todo mi cuerpo sin resultado alguno. Al menos sin un resultado que le complazca. Se pone frente a mí. Yo sigo manteniendo la concentración. Me toca las manos y empieza a deslizar las suyas sobre mis brazos hacia mi cuello.
Cuando lo alcanza sigue por el pecho, la espalda, la barriga, las caderas, las nalgas …
– Jane we have a situation here.
Se separa de mí asqueado. Justo en ese instante me mira a la cara y ve mi sonrisa de satisfacción, de prematura victoria. Sigo sonriéndole mientras Jane viene hacia mí.
La susodicha Jane es el eslabón perdido entre el hombre y el oso. Una mujer extra-grande, extra-fea, extra-ordinaria. Le falta el pitillo en la boca para parecer un camionero. Me llaman mucho la atención los guantes de latex.
La Jane se pone delante mía y puedo sentir como un sudor frío me recorre todo el cuerpo, me sonríe y de un manotazo me agarra el paquete. Me aguanto el grito que se me escapa. Se me va la sangre de la cara. Me quedo pálido, sostenido por ella, que no sólo aprieta, sino que con los dedos es capaz de separar los huevos y aplastarlos hasta un punto en el que ya solo quiero morir. Me mantiene la mirada y sonríe cínicamente.
– Sólo es una erección, concluye.
Me suelta. Casi caigo al suelo del dolor. Cierro los ojos para evitar que se me escapen las lágrimas.
Cuando abro los ojos, aún cubierto por un sudor frío, estoy sentado en el avión y la azafata está anunciando que vamos a tomar tierra en el aeropuerto de Heathrow. Me toco los huevos y veo que siguen allí.El relato de este viaje continúa en Capítulo primero: El comienzo
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Pralines
Ya comenzamos a obtener beneficios de la visita a los Estar-dos-Unidos. Aprovechando mi diploma como cocinero de comida Cajún/Criolla obtenido en la New Orleans School of Cooking me he puesto manos a la obra y he cocinado pralines al estilo Criollo.
En la foto podéis ver el resultado. Absolutamente exquisito.
Antes de poner la receta comentar que la cocina Criolla es de la más elaborada que se puede encontrar en los Estar-dos_Unidos y que lo más popular de esta cocina son los pralines. El nombre viene del duque Marshal Duplessis-Praslin (1598-1695), cuyo cocinero inventó la receta para recubrir las almendras con azúcar. Cuentan las malas lenguas que el cocinero dejó al duque y montó su negocio. Posteriormente los criollos mejoraron la receta hasta hacerla perfecta. Cada familia tiene su propia receta secreta, que se transmite de generación en generación. Por eso, comer pralines en Nueva Orleans es toda una experiencia culinaria. En cada lugar los hacen de una forma diferente. La receta que yo cocino es la que se aprende en la New Orleans School of Cooking.
Los ingredientes necesarios para realizar entre 1 y 40 pralines (depende del tamaño que les deis, a mí me salieron 24) son los siguientes:
1 taza y media de azúcar blanca, tres cuartos de taza de azúcar morena, media taza de leche entera, 120 gramos de mantequilla (totalmente prohibida la margarina), 1 cucharita de café de extracto de vainilla y 1 taza y media de pacanas o en su defecto de almendras peladas (y si se quiere tostadas). Decir que la medida de la taza equivale a 250 ml. También necesitaréis papel para cocinar o en el peor de los casos papel de aluminio.
La implementación es sencilla. Poner la mantequilla a derretir en un caldero de metal a fuego bajo (115ºC) moviéndola constantemente con una cuchara de palo. Cuando se haya derretido añadir el resto de los ingredientes y continuar removiendo continuamente. La mezcla se irá cocinando. Llegará un momento en que si echáis un poquito en un vaso de agua se pegará a las paredes del vaso. En ese momento, apagad el fuego y seguid removiendo y removiendo hasta que la mezcla se espese y se quede como una crema pesada en la que las pacanas permanecen suspendidas.
Cuando la masa haya espesado, id poniendo cucharadas sobre el papel de cocinar (o el de aluminio). Tened cuidado con la superficie sobre la que ponéis el papel porque los pralines transmitirán el calor y están muy calientes. Mirando la foto os hacéis una idea de como son las cucharadas que ponéis.
Dejarlas que se enfríen un rato. Están deliciosas. El tiempo total de preparación es de alrededor de 40 minutos.
Huelga comentar que esto es una bomba de calorías. Yo, que soy fantástico, me los llevé al trabajo e invité a todo el mundo. Por los comentarios y los infructuosos intentos de repetir sé que han quedado deliciosos y que es algo que tendré que cocinar con cierta frecuencia.Si quieres ver otras recetas que he cocinado puedes ir al índice de Mi pequeño libro de recetas de cocina y allí tienes la lista completa
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Hombres Negros
Hoy mi compañero de despacho me ha dado un susto terrible. Lo veo venir corriendo con el café en la mano, entra en el despacho y cierra la puerta. Cuando recupera el aliento le pregunto que por qué ha entrado corriendo y cerrado la puerta y me responde:
– Es que el pasillo está lleno de hombres negros (Black Men).
Me quedo de piedra. Que alguien reconozca así tan tranquilo su racismo me hace alucinar en colores. Como esto del inglés a veces se presta a equívocos, especialmente cuando el que te habla tiene por lengua materna el holandés y el que escucha la española (la misma que Jesucristo que lo sepáis todos) le di una segunda oportunidad y le pregunté:
– Do you mean ?negros??? O sea, en castizo ¿quieres decir ?negros???
El pobre totorota me mira y dice:
– No hombre, no. Gente vestida de negro, todos iguales, con sus trajes negros cortados por el mismo sastre. Son como los de la película.
– O sea, ?Men in Black?? le digo yo.
– Sí, eso mismo quería decir.
El equívoco me ha dejado pensativo. En realidad todos somos racistas, muchas veces incluso con los del barrio de al lado. Por supuesto lo negamos, lo ocultamos y se nos queda la boca pequeña diciendo lo poco que nos importaría que la niña se casara con un ?moro??, o que la prima salga con un ?negro??. Por favor, no seamos hipócritas. Nuestra sociedad nos prepara desde muy pequeños para discriminar. Se nos bombardea durante todo el día con mensajes racistas. Incluso el idioma está lleno de frases que potencian estos sentimientos. Está en nuestra cultura, al igual que está en todas.
Por eso hace años que decidí tratar igualitariamente a todas las razas, sexos, gustos y colores y les añadí a todos el calificativo ?de mierda??. Para mí, empezando por uno mismo, que es español de mierda, sólo hay blancos de mierda, negros de mierda, chinos de mierda, gallegos de mierda, vascos de mierda, argentinos de mierda, colombianos de mierda, holandeses de mierda, franceses de mierda, americanos de mierda, rusos de mierda, afganos de mierda … … en fin, para no alargar la historia y batir un record en el número de veces que empleo la palabra mierda en un mensaje, que quiero que hagáis un pequeño ejercicio para empezar a tratar vuestro racismo latente. Id a un espejo, miraros y decid en voz alta: Soy un xxx de mierda. Sustituid las tres equis (xxx) por vuestra raza/nacionalidad o lo que os plazca.
Y como siempre hay algún subnormal que lee con el ojo del culo y me deja mensajes diciendo que soy un racista de mierda, que lo soy, os desgloso las nacionalidades de mis amigos: España, Países Bajos, Argentina, Alemania, Turquía, Indonesia, Malasia, China, Suecia, Estados Unidos, Perú, Venezuela, Rumanía, Rusia, Méjico e Italia (si me he olvidado de alguno, que Dios y el susodicho me perdonen).
Así que a buscar un espejito, espejito y a comenzar a practicar la desracistación.