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  • Visitando la sede

    5 de octubre de 2022

    Ayer tenía un día de peregrinación y fantasía. Por primera vez, acudía a la sede europeda de la nueva empresa para la que laburo, que yo elegí tener mi puesto de trabajo en la fábrica que tienen en los Países Bajos porque por allí también está mi jefe. Ese edificio está en la siguiente parada de tren después del aeropuerto de Amsterdam, un poblacho conocido como Hoofddorp y que si separas las dos palabras, Hoofd significa kabezón y dorp significa poblacho, con lo que al juntarlas, aunque muchos prefieren el significado de truscoluña no es nación, aquello es el poblacho kabezón o el kabezón poblacho. Realmente es un lugar que habría pasado totalmente ninguneado en la historia de este país, de no ser porque tiene el aeropuerto en sus límites y junto al aeropuerto, una inmensa zona industrial. El viaje comenzó con trauma, que llegué a la estación contando que todo funcionaría con vaselina y al entrar me topo con una multitud gigantesca en el andén porque hay algún problema al norte de Ámsterdam y han cancelado trenes. Era una visión dantesca, llegó un tren y la cantidad de gente que quería entrar en el susodicho era seguramente dos veces más de la capacidad del tren, así que empleados de la empresa ferroviaria, una vez estaba lleno, empujaban desde afuera para meter unos cienes más y después cerraban las puertas y cuando algún pollardón iluso que todavía se pensaba que podía entrar abría la puerta desde afuera, caía gente de lo apretados que salían. Finalmente se fue ese tren y llegó el mío, que iba al aeropuerto, iba con retraso, pero no iba completamente lleno.

    Una vez en el aeropuerto, que tardamos exactamente treinta minutos, en el mismo andén, llegaba mi siguiente tren a los cinco minutos, el que me llevaría al poblacho kabezón. Era un viaje de solo una parada que hizo en tres minutos o así, mayormente bajo tierra porque por el aeropuerto los trenes no están a la vista. Al salir en la parada, miré en mi telelefonino las instrucciones para llegar a la oficina, la cual encontré sin problemas en aquel lugar de edificios corporativos, grandes avenidas y ni un solo humano en las calles. En la recepción les enseñé la pastilla que uso para abrir la puerta en el otro lado y como me habían dicho que la programaron para esa, la usé y entré en la zona segura, esa sin gente de la calle ni clientes. Fui a mi planta y allí me encontré con mi jefe y nos sentamos a preparar la primera reunión de ambos, que era con un montón de gente que me querían conocer, seguramente porque YO NUNCA paso desapercibido e imagino que hasta ellos se habían oído el primer episodio de la tercera temporada de eso que YO NUNCA hago. La reunión se estiró bastante y según mi jefe fue muy productiva, pero yo, que soy más práctico, entré sin tener ni puta idea de nada y salí sin tener ni puta idea de nada y además convencido que los otros tampoco tienen ni puta idea de nada, así que necesitamos un tuerto porque todos estamos ciegos. Mi segunda reunión era con una pava que lleva algún tipo de proyecto de esos que se inventan en las empresas para que los julays de la calle se crean que las multinacionales son buenas y maravillosas. Básicamente, esa está en el mercado del vómito corporativo, vómito que regurgita y pone en vasitos de yogur que después reparte entre los clientes. Tras eso mi jefe me llevó por todas las plantas del edificio y flipé (y flipamos juntos) porque en un edificio en el que debería haber cerca de doscientas personas, el total no llegaba a treinta y al parecer era un buen día, todo el mundo trabaja desde casa y por allí no pasa nadie. Mi jefe optó por pirarse a su keli, que está como a hora y media en coche y yo opté por seguir trabajando desde allí, que total, estaba en una sala enorme vacía, calentita, con buenas mesas y sillas y un café fabuloso. Después, visto que estaba al ladito de Amsterdam y que el Turco no podía verme por andar de gira provincial neerlandesa, que lo ponen en un trono y se lo llevan de paseo para que la gente le bese el anillo o algo así, pues me fui al cine a ver un documental y ya después regresé a mi keli. Una cosa me quedó clara, desde que pase el mes de prueba, yo ya haré dos días de chamba desde mi keli y tres en la oficina, como mucho, que lo que puedo hacer allí también lo puedo hacer en mi keli.

  • Canales en Bangkok

    5 de octubre de 2022

    La ciudad de Bangkok está cruzada por el río Chao Phraya, que se usa mucho para navegar, con barcos que sirven de autobuses y que te mueven por diferentes partes de la ciudad, cruceros turísticos y barquillas de todo tipo. Alrededor de ese río hay una red extensa de canales, algunos se usan bastante para el transporte y otros se veían desiertos, como el de la foto. Supongo que las tuberías que vemos cruzando por encima son del agua corriente. En algunos de esos canales, el olorcillo era sospechoso, que la red de alcantarillado de la ciudad no es como las europeas y allí encima, cuando llueve, lo hace con saña y supongo que los canales se encargan de recoger el agua de las calles más cercanas. En algunos de esos canales había unos lagartos enormes, prácticamente como caimanes, similares a los que se ven en Malasia e Indonesia que dan un mal yuyu que no veas.

  • El larguísimo plazo

    4 de octubre de 2022

    Siguiendo el tradicional y esperpéntico sistema neerlandés para quedar con la gente, la semana pasada, uno de los colegas, a través del grupo en el güazá que tenemos, ofrecía invitarnos a su keli a cenar un domingo a los otros dos, aunque el número total de comensales será de cinco por sus hembras respectivas. La propuesta la lanzó la semana pasada el martes y el otro había guardado silencio, así que yo ni me molesté en responder. Ayer llegaba la respuesta del segundo, espectacular, clara y concisa: ¡el penúltimo domingo del mes de noviembre es el único día que nos queda libre del 2022! ¡Méate toa Merillein! ¡Bienvenido a Holanda! Básicamente, ya tienen todos los fines de semana de octubre y diciembre petados de eventos y de los cuatro fines de semana de noviembre, les queda un día. Un rato después, el otro colega ya hilaba fino e informaba que podíamos llegar en una horquilla horaria entre las dos y las tres de la tarde y se serviría cena con derecho a consumición de alcohol. Yo seguía en silencio, más que nada porque me fui al cine y puse el teléfono en ese modo que no hace ruido y se me olvidó quitarlo del susodicho una vez acabó la película.

    Una hora más tarde me preguntan. ¡Qué onda güey! ¿Te va bien ese domingo a esa hora? y yo, irónicamente, respondía: Dentro de siete fines de semana yo ni sé si seguiré vivo, pero puedo confirmar y confirmo que mis planes no suelen ir más allá de una semana, que ahora que soy esclavo laboral, yo con sobrevivir tengo bastante y no miro a esos futuros tan lejanísimos.

    Una hora más tarde, me dicen que no me preocupe y que confirme si mi respuesta es de-que-sí o de-que-no, así que confirmé de-que-sí y por supuesto, lo añadí a mi agenda, que yo dentro de siete semanas ya ni me acuerdo de esto, que aquí no hay reconfirmaciones quince segundos antes, que ya sabemos la hora a la que tenemos que estar, la dirección y hasta que nos dan papeo. En mi futuro, el único evento que tengo marcado desde el año pasado es el Amsterdamse Bokkentocht 2021, que como siempre, sucederá en el último fin de semana de octubre, justo ese en el que cambian la hora y al que por supuesto, iré con mi amigo el Moreno, que nosotros ya tenemos reservadas las entradas y las camisetas de regalo desde que comenzó la venta, que hay un número de plazas muy limitado y ni de coña nos perdemos esa espectacular caminata por la ciudad de Ámsterdam parando en ocho bares para tomarnos una cerveza bok y acompañada de una tapa. La semana que viene y dependiendo del clima imperante, tenemos la posibilidad de ir al bockbierfestival de Utrecht, pero ese es uno que planeamos en el ultimísimo momento y teniendo en cuenta si nos vamos a mojar o no, que ese es en abierto, en una plaza de la ciudad de Utrecht y las cervezas que eligen no son tan espectaculares.

  • Estación Hua Lamphong

    4 de octubre de 2022

    La estación de trenes de Hua Lamphong es la principal de la capital de Tailandia y la más importante del país. Debajo de la estación hay hoy en día también una estación de metro para conectar con los trenes. La estación se inauguró en 1916 y se inspiraron en la estación principal de Frankfurt. Antes de la pandemia podemita y truscolana, por allí pasaban unos doscientos trenes diarios con sesenta mil pasajeros. Habían pensado en cerrarla y convertirla en un museo y convertir la estación del nuevo aeropuerto en la principal de la ciudad, bastante alejada del centro, pero al parecer el populacho no está de acuerdo con el plan y por ahora se ha retrasado indefinidamente el traslado a otro lugar de la ciudad.

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