Visitando la sede


Ayer tenía un día de peregrinación y fantasía. Por primera vez, acudía a la sede europeda de la nueva empresa para la que laburo, que yo elegí tener mi puesto de trabajo en la fábrica que tienen en los Países Bajos porque por allí también está mi jefe. Ese edificio está en la siguiente parada de tren después del aeropuerto de Amsterdam, un poblacho conocido como Hoofddorp y que si separas las dos palabras, Hoofd significa kabezón y dorp significa poblacho, con lo que al juntarlas, aunque muchos prefieren el significado de truscoluña no es nación, aquello es el poblacho kabezón o el kabezón poblacho. Realmente es un lugar que habría pasado totalmente ninguneado en la historia de este país, de no ser porque tiene el aeropuerto en sus límites y junto al aeropuerto, una inmensa zona industrial. El viaje comenzó con trauma, que llegué a la estación contando que todo funcionaría con vaselina y al entrar me topo con una multitud gigantesca en el andén porque hay algún problema al norte de Ámsterdam y han cancelado trenes. Era una visión dantesca, llegó un tren y la cantidad de gente que quería entrar en el susodicho era seguramente dos veces más de la capacidad del tren, así que empleados de la empresa ferroviaria, una vez estaba lleno, empujaban desde afuera para meter unos cienes más y después cerraban las puertas y cuando algún pollardón iluso que todavía se pensaba que podía entrar abría la puerta desde afuera, caía gente de lo apretados que salían. Finalmente se fue ese tren y llegó el mío, que iba al aeropuerto, iba con retraso, pero no iba completamente lleno.

Una vez en el aeropuerto, que tardamos exactamente treinta minutos, en el mismo andén, llegaba mi siguiente tren a los cinco minutos, el que me llevaría al poblacho kabezón. Era un viaje de solo una parada que hizo en tres minutos o así, mayormente bajo tierra porque por el aeropuerto los trenes no están a la vista. Al salir en la parada, miré en mi telelefonino las instrucciones para llegar a la oficina, la cual encontré sin problemas en aquel lugar de edificios corporativos, grandes avenidas y ni un solo humano en las calles. En la recepción les enseñé la pastilla que uso para abrir la puerta en el otro lado y como me habían dicho que la programaron para esa, la usé y entré en la zona segura, esa sin gente de la calle ni clientes. Fui a mi planta y allí me encontré con mi jefe y nos sentamos a preparar la primera reunión de ambos, que era con un montón de gente que me querían conocer, seguramente porque YO NUNCA paso desapercibido e imagino que hasta ellos se habían oído el primer episodio de la tercera temporada de eso que YO NUNCA hago. La reunión se estiró bastante y según mi jefe fue muy productiva, pero yo, que soy más práctico, entré sin tener ni puta idea de nada y salí sin tener ni puta idea de nada y además convencido que los otros tampoco tienen ni puta idea de nada, así que necesitamos un tuerto porque todos estamos ciegos. Mi segunda reunión era con una pava que lleva algún tipo de proyecto de esos que se inventan en las empresas para que los julays de la calle se crean que las multinacionales son buenas y maravillosas. Básicamente, esa está en el mercado del vómito corporativo, vómito que regurgita y pone en vasitos de yogur que después reparte entre los clientes. Tras eso mi jefe me llevó por todas las plantas del edificio y flipé (y flipamos juntos) porque en un edificio en el que debería haber cerca de doscientas personas, el total no llegaba a treinta y al parecer era un buen día, todo el mundo trabaja desde casa y por allí no pasa nadie. Mi jefe optó por pirarse a su keli, que está como a hora y media en coche y yo opté por seguir trabajando desde allí, que total, estaba en una sala enorme vacía, calentita, con buenas mesas y sillas y un café fabuloso. Después, visto que estaba al ladito de Amsterdam y que el Turco no podía verme por andar de gira provincial neerlandesa, que lo ponen en un trono y se lo llevan de paseo para que la gente le bese el anillo o algo así, pues me fui al cine a ver un documental y ya después regresé a mi keli. Una cosa me quedó clara, desde que pase el mes de prueba, yo ya haré dos días de chamba desde mi keli y tres en la oficina, como mucho, que lo que puedo hacer allí también lo puedo hacer en mi keli.


4 respuestas a “Visitando la sede”

  1. Bueno, hacia tanto tiempo que no escribías sobre tu empresa y laburo que veo que tengo mono, así que esperaré con ansiedad asturiana mas escritos de tu curro, y a ver cuando sale la bruja, o H.P imprescindibles para tus narrativas… 🙂
    Salud

  2. Sí que está interesante, pero a ver que yo me entere, los días que no trabajes desde casa entonces vas a ir a esa sede o a la fábrica de los primeros días?
    Yo llevo dos años currando todas las mañanas desde casa, y desde ya te digo que soy más productiva, más feliz (sobre todo por la ropa de pordiosera y los pelos a lo loco) pero no resultó tan bonito como me parecía que iba a ser… en casa no tienes un horario, tienes un trabajo para hacer (en mi caso al menos) y si lo acabas rápido, estupendo, pero si te lleva más tiempo, te jodes… en mi sede al llegar tu hora, plantas y hasta mañana, en mi casa eso no puede ser hasta dejar el trabajo terminado… no lo cambiaría, sobre todo por el tema de currar en pijama, pero vaya, que también tiene sus cosas.
    Ya seguirás contando.

  3. Genín, por ahora, los de recursos inHumanos son bastante Humanos.

    Virtuditas, prácticamente siempre iré al sur, a la fábrica, porque no se me ha perdido nada entre la gente del otro lado, pero supongo que de cuando en cuando tendremos reuniones allí y las combinaré con visitas al cine en Amsterdam. Yo prefiero ir a la oficina porque trabajo menos, allí hay tertulia, pausas eternas de café, conversaciones no laborales y en tu keli, es esclavitud y todo el mundo quiere que les hagas todo, todo, todo y les da igual el tiempo que te tome.