El otro día estuve haciendo una gala en uno de nuestros clientes holandeses. No es lo habitual porque a mí me reservan para los grandes campeones o los elefantes que es como gustan en llamarlos en mi compañía. Una combinación de gente en vacaciones y la necesidad de agradar obligó a enviar al más mejor que no es otro que el menda que escribe esta bitácora. La tipa que lleva ese proyecto es una que a mí me cae muy mal porque la pobre no es que parezca tonta, es que lo es y por triplicado y me suele sacar de quicio. Mi jefe que es una persona insensible como pocas pero que lo sabe se encargó de todo e intercambió correos electrónicos con esa lerda hasta que la cosa estuvo apalabrada. Mi visita era a la compañía que edita las páginas amarillas de este país y aunque tienen varias oficinas yo estaba convencido que sería justo enfrente del estadio Amsterdam Arena y así fue.
Aunque les repetí como mil veces que iría en tren me reservaron una plaza en su aparcamiento, plaza que por supuesto quedó vacía. Yo llegué en tren, medio de transporte cómodo y práctico como pocos. Si hubiera ido conduciendo el viaje dura alrededor de hora y media, rodeado de energúmenos conductores exasperados en la autopista más colapsada de Holanda, la A2. yendo en tren tardé dieciocho minutos y el tren me deja a escasos cincuenta metros del edificio. Mi trabajo me debía tomar una hora. Como le dije al ingeniero que trabaja allí, las cosas nunca salen como planeamos y seguramente sucedería algún imprevisto. Lo hubo y tardé dos horas en instalar y configurar los equipos. Cuando ya había terminado se lo enseño y me dicen que ellos querían tener las bases de datos en una partición separada y tal y tal y tal. La buena noticia es que lo puedo hacer, la mala es que debía desinstalar, limpiar el equipo y volver a instalar. El cliente casi siempre tiene la razón y como estos van a pagar por horas si ellos están dispuestos a tirar quinientos euros más a mí me la suda y seguro que mi jefe me da dos morreos con lengua de agradecimiento. Esta vez lo hice todo en cuarenta minutos y los otros veinte los pasé explicándole al tipo como funciona la cosa.
Salí de allí y aproveché para almorzar en una de las cafeterías que hay en aquel lugar, un conglomerado de empresas que cuando llega la tarde y se marchan los trabajadores se convierte en un barrio de chusma y gentuza en el que no sobrevives si te descuidas. Para ir a la oficina tenía que coger otro tren hasta Duivendrecht y desde allí cambiar al tren que va a Hilversum. También podía ir en metro hasta esa estación (Duivendrecht) y eso fue lo que decidí hacer. Como son solo dos paradas opté por un sinpa y viajar sin pagar. Técnicamente tenía un billete de tren pero no me permite usar el metro. Whatever! Me puse a mirar las líneas que puedo tomar porque no todas van en esa dirección y cuando estaba en ello apareció un metro. Una pareja de gilipollas se morreaba delante del mapa y no me dejaban ver así que tuve que pisar a la tía para que moviera el coño y se quitara de allí. Estas cosas hay que hacerlas con mucha candidez e inocencia y tiene que parecer natural. Lo normal es que hasta le sonrías y te disculpes con gran pesar mientras por dentro estás pensando en que SE JOOOOOOOOODA. Cuando me los quité de encima y pude mirar vi que el metro que acababa de llegar me podía llevar. Ya habían pasado unos preciosos segundos y estos trastos no permanecen mucho tiempo en la estación. Me eché a correr hacia la puerta más cercana y cuando estoy a medio camino escucho la señal que anuncia que las puertas van a cerrarse. En un nanosegundo decido que no abortamos e incremento mi velocidad. Salto y mientras vuelo cual avezado avestruz se comienzan a cerrar las puertas. Meto el cuerpo dentro del vagón como puedo pero el portátil se queda atrás, medio dentro y medio fuera. Un alma caritativa que estaba allí me agarra y tira de mí hacia adentro consiguiendo que entremos yo y el ordenador. El sonido de las puertas se repite avisando que una está mal cerrada, la mía. Estoy en el vagón del conductor que mira hacia atrás y me lanza una mirada envenenada que gracias a Dios es absorbida por la cruz que llevo en el pecho y que fue bendecida en la catedral de Santiago Apostol. Si lo que quería era hacer una entrada discreta y que nadie notara mi presencia fracasé rotundamente. Allí se enteró hasta el menos espabilado de mi llegada. La joven que me había terminado de salvar me dijo algo en Holandés que no quise entender y asentí dándome un cierto aire de intelectual venido a menos y ella siguió cotorreando sin parar mientras yo asentía o negaba según intuyera la respuesta que ella quería oír. En eso que comienza a sonarme el móvil de la empresa con una canción horrorosa y tengo que responder en inglés. La chica se quedó de piedra cuando en su cerebro se terminó de formar la nube que le confirmaba que no me había enterado de una mierda. Me miró con cara de odio y se alejó de mí pero en ese momento llegábamos a la estación y desde el metro podía ver que me quedaba medio minuto para no perder el tren que va hacia Hilversum así que volví a olvidarme de la poca dignidad que tengo y corrí como una cabra por el monte hasta el tren, procurando no volver a tener problemas con la puerta.
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5 respuestas a “Pequeña gira por el país”
Estresante día. A saber qué te decía la samaritana holandesa.
Saludos
500 euros la hora????????? que ladrones!!!! y ahora me dirás que es solo por arreglar software! y un huevo! no me lo creo! eso si, ni la mejor Lewinsky del país creo que esté tan bien pagada… madre mía.
Es lo que cobra la compañía. Yo solo soy la putilla que mandan a hacer el trabajo.
O sea, tú eres la Lexinsky esa del trabajo y la compañía cobra por él. ¿Cuánto te dan a tí de todo eso?.
Me quieres decir cómo terminó el día, con el stress del relato me falta por saber si llegaste al tren de H…. o tuviste que esperar al próximo, si llegaste temprano a casa, si lo pasaste bien en casa.
Perdona mi ignoracia, ¿es que no sabes hablar holandés?, ¡no me lo puedo creer!, estarías de coña con el tema.
Ya entrando en el tema profesional, ya podrían darse una vueltita por aquí y arreglar algún que otro aparato que está mal del sof ese, del flojo, o sea del blando digo.
A mí me dan mi salario y no me llevo nada por la gala pero ellos se frotan las manos siempre que salgo. El día acabó bien. Cogí el tren, volví a Hilversum, trabajé por la tarde y entre otras cosas hice el informe del trabajo y a las cinco me fui a casa.