Primer día – Pisa y un viaje catastrófico a Florencia


Aunque algunos pueden creer que me he olvidado de contar el viaje a Pisa y Florencia, lo cierto es que no es así, he intentado escribir mis recuerdos del viaje un par de veces pero entre el curso de Holandés y sus deberes, la vida social y el jardín no siempre encuentro tiempo. Este es un pequeño relato en tres partes, una por día.

Ya hablé del viaje a Pisa y nos habíamos quedado en el aparcamiento de coches de alquiler. Mi viejo teléfono MDA Vario ayudado de una antena GPS bluetooth era el supuesto asistente de viaje. Lo encendimos y pronto nos ubicó correctamente y marcamos la dirección de una calle muy cerca de la torre de Pisa para que nos ayudara a llegar. Siempre cuesta un poco adaptarte a las señales y a la forma de conducir de cada país e Italia es uno de los más difíciles por lo agresiva que es la gente que anda al volante. Sin muchos problemas llegamos a la ciudad y conseguimos aparcar en zona azul a menos de cien metros de la torre, un lujo que recordaré toda mi vida porque lo habitual es tener que dejar el coche a mil kilómetros del sitio que quieres ver o pagar un impuesto revolucionario escandaloso para poder dejarlo cerca. Subimos paseando por la calle y salimos directamente a la explanada de la catedral de Pisa. Ya sabéis que la torre es un monumento protegido por la UNESCO por ser patrimonio de la humanidad y para mí se merece un puesto entre las grandes maravillas del mundo. La impresión al ver el lugar fue tan fuerte como la vez anterior, siendo un adolescente. La torre de Pisa da la impresión de estar a punto de venirse abajo y la magnífica Catedral parece sacada de otro universo. Fuimos andando a una de las oficinas de información y compramos entradas para subir a la torre. No hay mucha cola porque no todo el mundo está dispuesto a aflojar los quince euros que cuesta la entrada, la cual es para una hora determinada. Hay tres grupos cada hora que suben y están compuestos por unas treinta personas. Se pueden comprar las entradas a través de internet y entonces pagaréis diecisiete euros por julay. Si además queréis visitar la Catedral, el Baptisterio, el Camposanto o el Museo de la Opera tendréis que pagar 5 euros por ver uno de esos lugares, 6 euros por ver dos de ellos (a elegir) o 10 euros por verlos todos. Nosotros compramos entradas para la torre, la Catedral y el Baptisterio. Supuestamente el dinero va íntegramente a la conservación y el mantenimiento de estas maravillas.

Mientras esperábamos la hora de subir aprovechamos para comer algo por allí rápidamente y después pasear por el Campo de los Milagros y entrar en la Catedral, un soberbio edificio de estilo Románico que se comenzó a construir en el siglo XI y se acabó un siglo más tarde. He visto iglesias más espectaculares pero aún así uno no deja de admirar la capacidad que había hace casi mil años para construir esas esplendorosas obras. Por supuesto yo soy un poco inculto y seguro que pasé por alto algunas joyas de las que hay en su interior pero como hago cientos de fotos, seguro que las tengo en algunas de ellas. Después de la catedral fuimos al Baptisterio, un edificio separado de planta circular, asusta un poco y no puedo imaginar como sería el bautizar chiquillos allí dentro con la gente mirándote desde arriba y esa enorme piscina para el bautismo.

Un rato antes de subir a la torre dejamos las mochilas en la consigna porque no se puede llevar nada (salvo la cámara) y nos juntamos con la gente de nuestro grupo en la puerta. La subida es un tanto extraña porque la inclinación de la torre es tan acusada que los sentidos te mandan señales erróneas mientras avanzas hacia arriba. Tuvimos que parar a medio camino a esperar que el grupo anterior bajara y después continuamos nuestra subida. Ya he dicho que fuimos tres personas y una es alérgica a las alturas y a las bajuras y por la escalera ya se puso nerviosa. Cuando sales a la parte superior, el lugar en el que están las campanas, la vista es soberbia. La torre no es muy alta, 55 metros y 284 escalones, pero desde allí se ve la ciudad y los alrededores perfectamente. Para llegar a la parte más alta hay que rodear la torre y la verdad que se nota la inclinación. Bajamos después de unos diez minutos arriba y tras pasear un poco más por la zona nos encaminamos al coche para ir a Florencia. De esta forma acabó nuestra visita a Pisa, viendo únicamente aquello por lo que se ha hecho famosa.

El GPS decidió que era un momento tan bueno como otro para dejar de funcionar y tuvimos que ir a Florencia sin mapas, en plan gitano. Llegar a Florencia fue fácil pero encontrar el sitio en el que nos quedábamos fue toda una aventura porque estaba a diez kilómetros de la ciudad, en la montaña y los italianos no parecen tener un sistema muy sofisticado de señalización. Si existe un Dios en el universo, ese día nos ayudó porque fue poco menos que un milagro que llegáramos a la casa. En un acto supremo de maldad el GPS volvió a funcionar justamente cuando llegamos al lugar. Espero que Microsoft acabe en la ruina y con sus accionistas ardiendo en el infierno por mil millones de años porque jamás han sabido hacer productos de calidad y mi teléfono funciona bajo Windows Mobile, una basura de sistema operativo que no le deseo ni a mi peor enemigo. Como llegamos tan tarde no tuvimos muchas opciones para cenar y nos acercamos al poblacho cercano para cenar en el único restaurante del lugar, un sitio familiar y lleno de gente de los alrededores. Me asombró la capacidad que tiene todo el mundo para gritar, pero claro, yo venía de Holanda, el país del silencio y los latinos siempre son más bulliciosos.

Después de la cena volvimos a nuestro cuartel general y decidimos recogernos porque el sábado teníamos una agenda muy apretada en la ciudad de Florencia y ese relato lo tendréis que leer otro día.

Si quieres seguir con el relato del viaje tendrás que saltar a Segundo día – Florencia es una ciudad muy especial.


6 respuestas a “Primer día – Pisa y un viaje catastrófico a Florencia”

  1. Me encantan las historias de viajes, parece que este, aunque pequeño fue aprovechadito.

    En mi último viaje yo también tuve algún que otro problema con el GPS. Yo siempre lo achaqué a la conexión Bluetooth entre la antena y el teléfono. De hecho el próximo cacharrito que pienso comprar para los viajes es «algo» que incluya teléfono y gps en el mismo artilugio. Menos cargadores a llevar, y espero que meno problemas.

    Un saludo y a seguir escribiendo

  2. Yo no sé que falló porque detectaba el GPS pero no encontraba los satélites. No ha vuelto a fallar desde que volví pero he perdido la fe en MIcrosoft y en las mierdas que produce. El próximo será un Garmin.

  3. No sé, yo no soy un entendido en estas cosas, pero suena más a fallo del GPS, que a al aplicación en el teléfono. O puede que solo fuera un caso más de maldad de los objetos inanimados ;-]

    Yo lo tengo claro, cuantos menos cacharros, y sus cargadores, mejor. Así que uno que lo incluya todo. Yo he visto algo los garmin y me gustan, pero no tienen teléfono :-[

  4. Aquí todo el mundo cree conocerme y realmente cree que mi vida es lo que cuento en la bitácora y nada más. Elijo cuidadosamente lo que deseo contar y omito diez veces más de lo que cuento y particularmente con los viajes, me limito a narrar lo que visito con un mínimo de información sobre mis acompañantes y si no lo crees mira el viaje a Praga, a Berlín, a Roma a los Estados Unidos y verás que la gente que fue conmigo es mencionada muy de pasada.

    Por si a alguien le queda alguna duda: HAY VIDA MÁS ALLÁ DE LA BITÁCORA.

  5. quiero agregarme para seguir tu blog y no veo donde, si no te importa, me puedes pasar el link?

    gracias!

    tienes un blog que es una joya!