Public Enemies – Enemigos públicos


Una de las reflexiones más frecuentes que tengo cuando veo cine es el problema de algunos directores para distinguir continente y contenido. Los espectadores acudimos a las salas con pantalla grande a ver una historia y no queremos saber lo que hay por detrás. De hecho, si el director hace bien su trabajo, disfrutaremos con los que nos cuentan y ahí quedará la cosa. Este no es el caso con el cine de Michael Mann, un director que se cree artista y que ha cagado algunos de los truños más mierdosos de los últimos quince años. Su último pastiño fue hace tres años con la nefasta y patética Miami Vice la cual posiblemente no recordaréis porque pasó por las taquillas sin pena ni gloria salvo por España, país en el que triunfó gracias a todos los comemierdas metidos a metrosexuales que creen que hay glamour en pasearse por Miami con una barca sobre la que descansan cuatro putorros. Mi exposición a esa película quedó limitada a tres minutos en la pantalla de mi asiento cuando volaba de vuelta a los Países Bajos en un Boeing 777 de United Airlines y os juro que esos ciento ochenta segundos fueron suficientes para odiarla. Este presunto director estrenó hace un par de semanas Public Enemies, película que llega a España a mediados de Agosto con el título de Enemigos públicos.

El julay del Michael Mann caga otra mierda del copón

Hablemos del contenido de la película: Un julay delincuente roba bancos y hace el subnormal mientras bebe los vientos por un travelo retardado y lo persiguen un puñado de incompetentes. En veinticuatro palabras he sintetizado CIENTO CINCUENTA minutos de los que se podían haber cortado SESENTA sin que la historia se resienta porque es tan simplona que no hay manera de que se note. Ya sabéis que normalmente tenemos una trama principal y algunas secundarias para adobar y matar los tiempos muertos pero aquí no, aquí la principal es tan floja que aburre y las secundarias las mató el director para regodearse en lo que él realmente quería, el continente.

Llegamos al meollo de la cuestión: el continente. Este director cree que es innovador o algo parecido y en esta ocasión ha decidido sorprendernos rodando la película con cámaras de alta definición y sin usar trípodes de ningún tipo. Además debió pensar que eso no era difícil y lo complicó contratando cojos para llevar las cámaras. En la primera escena el amigo que me obligó a ir al cine me miró y me preguntó qué coño pasaba allí y si deberíamos ir a avisar al proyeccionista pero le expliqué que la cosa es así, que los meneos serán continuos y constantes ya que el director cree que eso mola y le da un aura de artisteo. A partir de aquí tendremos las cámaras debajo del sobaquillo, a la altura de los huevos, en el suelo, sobre la cisterna, bajo la cisterna, en la cisterna, todos los sitios estúpidos que se os puedan ocurrir para llamar la atención y supuestamente despertar algo en los espectadores, aunque más bien consiguen lo contrario y el tedio pronto nos puede. Con estas cámaras, lo siguiente era acercar los planos hasta convertirlos en formato televisivo, con cabezas que llenan la pantalla al completo (y aún así están recortadas) y planos en movimiento continuos que obligaron a marcharse a un montón de espectadores de las filas delanteras y que posiblemente vomitaron antes de irse a sus casas cagándose en todos los muertos del productor de la película.

Con un guión mediocre y el problema de las cámaras y su meneíllo aún había otras maneras de cargarse la historia y fue con la elección de la música, muy desafortunada. Para cuando nos introducen a la chica mi amigo me vuelve a mirar y me jura que es un travelo. En realidad no, pero si agitas la cámara continuamente y le pones el ángulo malo, el peor y el más peor, termina pareciendo un maricón de película de Almodóvar. Si además no le das profundidad a su personaje y lo dejas en cuatro líneas estúpidas, mejor la borras por completo con tu tecnología digital y tal y tal y nos ahorras el sufrimiento. Y ya puestos, borras también el segundo atraco de banco, el tercero, el cuarto, todos exactamente iguales al primero y que supongo qeu están ahí para encadenar estúpidas escenas de acción con la firma de Mann, un hombre que se la debe haber cascado durante décadas mirando tías en los cómics y que cree que las armas de fuego en realidad lo que echan es eso, fuego. Os juro que en algunas escenas los rifles y metralletas echan unas llamas de más de un metro, más falsas que Judas y con unas balas que cuando dan en un hombre al parecer no le hacen pupa (sobre todo si es Johnny Depp) pero que cuando dan en una pared o en un árbol arrancan un cubo de veinte centímetros y más bien parecen explosiones de goma dos. No es solo que las escenas de tiros sean falsas y estúpidas, movidas por culpa del cámara cojo y desenfocadas, además son aburridas. Este hombre ya está acabado y pese a su empeño, no ha conseguido nada que merezca la pena ser recordado. Aparte de los que se marcharon por los mareos, el resto se la pasó entre viajes al bar del cine a comprar cerveza y a los baños a mearla porque parecía que estábamos en el señor de los julandrillos 4, con la banda de maricones caminando sin parar hacia algún destino desconocido para tirar el puto anillo de los cojones que podían haber dejado en la puerta de su casa sin más trauma y seguro que algún rumano se lo llevaba y gratis.

Sobre los actores no se puede decir mucho. Johnny Depp esta muy desaprovechado y por momentos parece estar más pendiente de las noticias de la tele que de su papel y Christian Bale tiene cuatro frases y tres caras y la verdad, podían haberlo cortado y no se hubiera notado su ausencia.

Esto seguro que triunfa en España porque sale un travelo y el guión brilla por su ausencia pero si realmente queréis ver algo interesante en una sala de cine, buscad en otro lado.


2 respuestas a “Public Enemies – Enemigos públicos”

  1. Sulaco casi me meo leyendo esto. Muy bueno.Algunos de los actores o el director deberian leer esto. besos.