Después de cinco días y quince inmersiones en Fulidhoo, llevaba el momento del cambio de escenario y en esta ocasión, como no sabía si podría ir al llegar a las Maldivas, organicé un día en la capital para poder bucear con los tiburones, algo que ya hice pero que vamos, quería repetir. Tenía reservado asiento en el barco de las seis y media de la mañana así que me desperté un poco antes de lo habitual. En la pensión me habían dicho que había desayuno pero que sería limitado. A las seis, ya con todo preparado, que es simplemente meter las cosas en mi bolsa de cuarenta litros, salí de la habitación y me acerqué a desayunar, y efectivamente, teníamos fruta, tostadas, café, jugo y algunas verduras hervidas, vamos lo suficiente para llenar el estómago y sobrevivir. Después nos acompañó la dueña de la pensión al muelle, a mí y dos parejas, una de uruguayos y otros que nunca los oí hablar, así que desconozco la nacionalidad. La mujer me dijo que no me consiguió plaza en el barco rápido habitual, así que me acopló en el otro, que salía al mismo tiempo.
En el muelle me encontré con los alemanes que iban a venir conmigo y resultó que a ellos también los pusieron en el barco que yo iba, con lo que viajábamos juntos. Nuestro barco no se llenó del todo e iba más rápido que el supuestamente oficial y aunque salimos cinco minutos después, adelantamos al otro a mitad de camino y es más que posible que llegáramos a la zona del aeropuerto diez minutos antes. Esa fue otra ventaja, porque al dejarnos en el aeropuerto, pillamos un taxi y en cinco minutos estaba con los dos alemanes en el club de buceo. Allí nos encontramos con una turca y dos chinas que también venían a bucear con nosotros y tras montar nuestras cajas con lo que necesitábamos, llenaron la furgoneta y salimos para el puerto, en donde nos esperaba el barco.
Lo cargamos todo y la primera y épica y legendaria inmersión, era a la salida del puerto, de nuevo en el tanque de los tiburones, que yo les había explicado a los alemanes que aquello es como de otra galaxia, totalmente irreal e ilógico, no es posible comprender como en el mismo sitio, hay cientos de tiburones y cientos de rayas y que por eso lo llaman el tanque de los tiburones, porque es como si en medio del Océano Índico, alguien hubiese hecho un acuario. Nos preparamos y saltamos al agua y ya al saltar, los alemanes miran hacia abajo y tenemos por lo menos diez tiburones debajo de nosotros.
Después comenzaron cuarenta minutos muy intensos, con tiburones tigre gigantescos, tiburones guitarra (que hoy me he enterado que en realidad es una raya y no un tiburón), tiburones limón, que son preciosos y creo que por fin he descubierto que lo que ellos llaman tiburones snappers son lo que en las Canarias y en la península se conoce como cazones, solo que los que hay por aquí son de casi dos metros y en Canarias siempre los he visto pequeños. De esos hay cientos. La inmersión fue espectacular, sobre todo viendo a cuatro tiburones tigre gigantescos dando vueltas por encima de ti. Los alemanes salieron del agua intelectualmente desbordados, alucinando, balbuceando y pidiéndome por favor que le ponga muchísimos vídeos de esto al Ancestral, que lo haré.
Después solo buceábamos el Elegido y las tres chicas porque los alemanes tenían exactamente veinticuatro horas hasta su vuelo, pero se quedaron en el barco con nosotros tomando el sol. Fuimos al punto de las mantas y nos lanzamos al agua. Vi a un grupo de unos quince que vinieron en otro barco agrupados en un sitio con una sola manta y de lejos. Nosotros fuimos al mismo lugar de la vez anterior y tuvimos veinte minutos con cinco mantas que me tocaban cuando pasaban por encima de mi de lo cerca que estaban. Fue el despiporre total, mi encuentro más increíble y alucinante y fabuloso con mantas. Si no es porque antes de eso estuve en el tanque de los tiburones, esta sería una de las inmersiones más fabulosas de las vacaciones, que aún así, lo es. En la parada de seguridad vimos una tortuga gigantesca en el fondo.
Al salir mientras le contaba todo a los alemanes y volvíamos a puerto, la turca también nos contó cosas de su vida laboral en las Maldivas y la pobre parecía un poco deprimida porque lleva en el país como seis meses y todavía no tiene amigos. Al regresar al club, pagamos y nos cogimos un taxi, que por coincidencias de la vida, los alemanes y de Uitverkorene habíamos reservado habitación en el mismo hotel. Una vez tomamos posesión de nuestras habitaciones, quedamos para ir a comer comida rápida y fritanga y después volvimos al hotel a descansar hasta la cena, que de nuevo hicimos juntos, en un restaurante que nos recomendó el de la recepción y del que yo no salí muy convencido, que literalmente llegué de vuelta a mi habitación y solté toda la cena de un tirón. Después me metí pronto en la cama, tras escribir esto, porque al día siguiente tengo una jornada complicada, con inmersiones en Malé y el barco que me llevará a Guraidhoo, en donde también estaré cinco días y una mañana buceando. Y así acabó el día que volví de Fulidhoo.