Retornando a Málaga


Hace un par de semanas bajé a Málaga de fin de semana, algo que tradicionalmente ocurre en enero pero que este año se retrasó por culpa de ciertos conocimientos sacrosantos de auditor con los que supuestamente me han bendecido desde el país del Sol caguiente, aunque yo aún no he recibido el correo y el papel que confirma que estoy requetequeteque-certificado en el tema y cuando algún panoli me intenta colocar un marrón sobre el asunto, los desvío con esa excusa y los devuelvo bien impregnados de veneno del peor.

Mi visita a Málaga comenzó en un jueves, ya que volaba por la noche, así que me fui a trabajar a Bolduque, que también me pillaba de paso porque volaba desde el aeropuerto de Eindhoven. Decidí realinear mi rutina y por la mañana, después de levantarme, me fui a correr, que esa sería una semana solo con cuatro días de ejercicio, lo nunca visto para alguien como yo que suele ir a correr seis veces por semana. Tras el ejercicio, la ducha y el desayuno, tiré para el sur y pasé el día en la oficina. Después del trabajo invité al mexicano a cenar conmigo en una hamburguesería y tras llenar el tripote, pillé el tren para Eindhoven y allí en la estación la guagua al aeropuerto. En ese aeropuerto se puede reservar un puesto para pasar el control de inseguridad como cliente exclusivo y además el servicio es gratuito, así que reservé entre las siete y media y las ocho menos cuarto y casualmente, llegué a esa hora, aunque en realidad no me hizo falta porque era el final del día y a falta de dos vuelos por despegar, estaba todo muy tranquilo. Como en los Países Bajos, en ningún aeropuerto, se vacía la mochila y se sacan los líquidos o los aparatos electrónicos, ya eso me parece algo del pasado y del tercer o cuarto mundo. Dentro del aeropuerto, busqué un punto de agua para rellenar mi botella y cuando ya se supo la puerta de salida, fui a la cola con prioridad y tal y tal, que ahora resulta que si quieres llevar una bolsa o maleta en cabina, por el mismo precio te dan la prioridad y hasta el asiento asignado, con lo que ya sabía que tenía asiento de ventana. El avión llegó relativamente en hora y como es de raianer, las paradas son de un rato, que echan a la gente del avión a todo meter y entramos los siguientes sin que haya literalmente tiempo para que la tripulación camine de un lado al otro del avión, lo cual nos sirve para comprobar que no los limpian durante el día. El asiento de ventana que tenía estaba sobre el motor y el vídeo será una caca, porque volé de noche, pero vamos, que algún día lo veremos y cierto comentarista se negará a confirmar que esos vídeos de despegue y aterrizaje en vuelos de noche son lo peor, igual que no quiere ver cierta película ganadora de doce premios Poyas. El chófer dijo que llegaríamos a la hora prevista y tras despegar, tiró para el sur y el vuelo fue muy placentero, sin turbulencias, aunque como los de raianer se pasan el tiempo vendiendo comida, billetes de lotería, artículos de su tienda libre de impuestos a precio abusivo y más comida y quizás hasta una tercera ronda de comida y la misma cantidad de visitas recogiendo basura, durante las casi tres horas del vuelo hay un flujo constante de gente caminando por el avión, que termina pareciendo una avenida de una ciudad en día de tiendas abiertas.

Una de las cosas que noté, al ir junto al motor, es que allí tienen las luces largas del avión, que después del despegue, pero un rato largo después, las apagaron y a medio vuelo, las volvieron a encender cuando estábamos a once mil metros, que imaginé que nos cruzábamos con otro avión y los pilotos se picaban luces, como hace la miasma con sus coches, actitud muy arraigada y que nos pueden explicar algunos culocochistas que comentan por aquí. Al aterrizar volvieron a encender las luces y entramos en el aeropuerto viniendo directamente desde el norte, con lo que de haber volado durante el día habríamos podido ver el Caminito del Rey, pero por la noche solo hay oscuridad y el reflejo de las luces largas en el motor. Aterrizamos en hora y como en los aviones de raianer se entra y sale por las dos puertas, es un proceso muy fluido y en unos cinco minutos estaba afuera, listo para la gran caminata hasta la salida del aeropuerto, que está en el otro extremo. Por allí afuera me esperaba mi amigo Sergio para recogerme, que el trenecito que lleva de Málaga hacia Benalmádena no circula a la medianoche, seguramente porque con tanto ladrocinio para los truscolanes, les han quitado hasta las luces para dárselas a la escoria truscolana.

Como siempre, corro un tupido velo en las actividades del fin de semana, aunque puedo confirmar y confirmo que hubo un almuerzo de toda la familia y Evelyne estuvo en el mismo y se sentó a mi lado y en ese almuerzo, en un punto determinado se les subieron los excesos de alcohol a la cabeza y estuvieron todos cantando una canción en francés que me parece que se titula mi POLLOTE y que claro, ya os podréis imaginar de que trata, que no es precisamente de truscoluña, que no es nación.

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Una respuesta a “Retornando a Málaga”

  1. Manda huevos que me tengas que mezclar con ranaier en tu convulso serrín mental y mentir reiteradamente con una peli que me encanta, aún con solo haber visto la original, pero que el director de este remeik, me encanta, en fin, espero que no te pillara el pésimo tiempo
    que hizo por aquellos dias en Málaga y disfrutaras como un enano, o turista africano-holandés enano… 🙂
    Salud

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