Siendo social a lo uno punto cero


La semana pasada fue un auténtico carrusel de actividades con amigos y conocidos del que recién estoy saliendo completamente exhausto. El lunes volvía a mi casa después de pasar el fin de semana en Oslo con Waiting, historia que ando escribiendo en un relato paralelo a éste y que podéis encontrar en Una pequeña escapada de otoño. El martes comencé el día antes del amanecer para aprovecharlo y volver a casa temprano. Me esperaba una ración doble de deberes para el curso de italiano que estoy haciendo y además cocinar algunas cosillas para el día siguiente. El miércoles me fui directo desde el trabajo a casa del Rubio, con La bolsa New Looxs Mondi Single Canvas de mi bicicleta petada hasta arriba con todo lo que llevaba. En principio iba a llegar a su casa en bicicleta desde la estación pero coincidió que él iba a casa en el mismo momento en que yo llegaba y nos encontramos a medio camino. Al vernos sus hijos saltaron como ranas para pillar la comida y las chucherías que yo llevaba. Después fue el turno de su padre para llevarme a la cocina y hacerme cerrar los ojos. Hace cuatro semanas (o quizás alguna más) me dijo que me había comprado algo pero se negó a dar detalle. Durante todo este tiempo ha estado recordándome el tema sin especificarlo, tratando de incrementar mis niveles de curiosidad. Cuando el miércoles estaba en su cocina, lo primero que pensé es que me iba a dar algún mamporrazo por algo que he hecho y que seguramente tengo merecido. Cuando abrí los ojos lo que me encontré fue esto:

Vasos de cerveza

Vasos de cerveza, originally uploaded by sulaco_rm.

Dos vasos de cerveza, uno para Pappie y el otro para El ELEGIDO (… y aquí podéis hacer sonar en vuestra cabeza vuestra música de fanfarria favorita …). Desde que en el año 2004 tuvimos nuestra última Gran Guerra de Silencio, hemos tenido un comportamiento ejemplar y ya van siete años en los que las broncas con mi más mejor amigo son siempre relativas al vaso de cerveza. Cuando voy por su casa, si me da a elegir, yo siempre escojo el que él quería y después nos peleamos y si él escoge, acaba pillando el que yo quería y también peleamos. Posiblemente el complejo origen de esas peleas es que a ambos nos gusta el mismo vaso y que casualmente era uno de cerveza Amstel, similar a los de la foto. Ahora, esas peleas son parte del pasado ese que recordamos a veces y cada uno tiene su vaso y resulta sencillo identificarlos. Huelga decir que nos fundimos en un emocionado abrazo en la cocina, momento en el que apareció su parienta y seguro que pensó que hay mucho mariquitismo entre nosotros dos ya que lo de emocionarse por un vaso de cerveza grabado es un concepto inconcebible para una hembra en edad de comprar zapatos. Este es el tipo de chorradas que marcan la línea que separa a los amigos de los conocidos, no el gastarte dinero y comprar algo sino el pensar en los amigos y hacer algo por ellos o con ellos por mero placer, como ir de fin de semana o al cine juntos o matar la mañana de un sábado en una canoa dentro de un canal mientras alguien poda un árbol y tú has de recuperar las ramas del agua …

La semana no acabó ahí ya que el jueves tenía clases de italiano. En el curso, del que no he hablado por aquí salvo de pasada, me siento junto a un chaval muy simpático y que ha entrado directamente a la parte superior de la lista de gente que puede o puede que no acaben convirtiéndose en amigos del Elegido. El Bambino (otro que destetaron antesdeayer y que como el Niño ya tiene mote, aunque he tenido que tirar de ingenio para ponerle uno parecido y sin embargo distinto), llegó a clase tarde y con muletas, con una pata esconchabada o algo así. Normalmente nos sentamos juntos en el medio de la clase, presidiendo el semicírculo y asegurándonos no ser nunca los primeros en las rondas de preguntas del profesor. Con las muletas no podía sentarse en su lugar y al llegar nos mira a todos con cara de pena y la gente de los lados le ofreció asiento en su zona. ?l miró a su izquierda y a su derecha y dijo: Pero yo quiero sentarme con Sulaco … – Obligué a un CabezaDeQueso a hacer un hueco entre los pupitres y ubicamos a ese posible-nuevo-amigo junto a mí. Durante la clase nos lo pasamos bomba y nos reímos todo lo que quisimos, hasta el instante fatídico en el que el profesor comenzó una ronda de preguntas y respuestas en la que tienes que decir tu edad. Yo por supuesto que mentí, aunque técnicamente no se miente cuando te han diagnosticado el Síndrome de Peter Pan y además te han curado un esguince con un estelero y un hijoputa te ha leído la mano y te ha dicho que morirías hace la tira de años, con lo que si ya estoy muerto según el vidente, no puedo envejecer. En la zona izquierda de la clase se sientan juntas todas las pavas, gracias a Dios que son limpias porque si no el olor a jarea por ese lado mataría. La ronda llegó a la primera y el Bambino me dice una edad. La chica responde y el colega acierta. Le reprocho que ha hecho trampa y que seguro que habló con ella en alguna de las pausas y lo niega categóricamente, algo que yo no me creo. La edad de esta primera era diecisiete tacos, vamos, que los pelos del chichi todavía no tienen ni raíces. El profesor lo flipa también con la edad de la chica y llegamos a la siguiente. El Bambino dice veintiún años y la chica lo confirma. Nosotros estamos ya como cotorras, discutiendo y particularmente un servidor acusándole de tramposo. El lo niega y me jura por los tampones impolutos de Bibi Andersen que no ha hablado con la chica. Mi profesor se abanica con el calentón. La tercera dijo que tenía veintitrés y el Bambino también lo acertó, como la edad de la cuarta, de la quinta e incluso de la de Latvia, una tía que parece el hermano amanerado de Schwarzenegger, con una cara de mala hostia épica y unos músculos en los brazos como de levantar sacos de papas toda su vida. A esas alturas el profesor había detectado nuestra agitación e intentó que le dijéramos el motivo de nuestras risas, algo a lo que nos negamos. Al acabar la clase, seguimos con el cachondeo durante un rato y esta semana seguro que acabamos en un bar tomando unas cuantas cervezas.

El viernes tuve un nuevo madrugón y salí para el trabajo sin mochila. A primera hora de la tarde me avisaron para que bajara a otro departamento porque alguien quería verme. Un viejo compañero, ya retirado y que trabajaba en la oficina de nuestra empresa del Reino Unido, vino a pasar el fin de semana a Holanda. El hombre me vio, se levanta, yo voy a darle la mano y él me agarra, me abraza y me levanta como si yo fuera la chama anoréxica de Dirty Dancing. Los cinco o seis que estaban hablando con él se quedan alucinando. Para cuando el hombre dejó de abrazarme y levantarme, soltó la bomba: Por fin uno que no parece que está o embarazado o encochinado, que aquí se ha estropeado mucho la gente en dos años. Una semana antes ya me habían dicho que estoy más flaco y yo recomiendo a todo el mundo que visiten a un oculista para que les comprueben la vista ya que hace seis meses yo pesaba sesenta y cuatro kilos y hoy en día peso lo mismo. Después del trabajo me fui con el Moreno y su mejor amigo a cenar al Café Cartouche y tras encochinarnos con costillas, seguimos para Amsterdam para ir al Bokbierfestival, el festival de la cerveza más rica del mundo y del universo y que se celebra siempre el último fin de semana de octubre. Nos pusimos tibios a cerveza bok, en mi caso particular con IJsbok y Ezelenbok, mis dos favoritas. Regresé a mi casa en el tren, pasadísimo y por algún milagro, mi bicicleta supo encontrar por sí sola el camino a casa. Por la mañana me levanté a las siete y media ya que a las ocho venían a cambiar los radiadores de mi casa, yo con una resaca de órdago y sonriendo y respondiendo preguntas.

El domingo, de nuevo en Amsterdam para ir al cine con el Niño y almorzar juntos, escuchando la última tanda de sus burradas y el último capítulo de sus memorias amorosas, las cuales me niego a escribir por más jugosas que sean.

Hoy en el trabajo he procurado moverme lo menos posible y estoy tratando de recuperarme porque he acabado agotado, aunque no ayudó el tener la revisión con mi dentista a las ocho de la mañana con lo que de nuevo, me di un madrugón de escándalo …


7 respuestas a “Siendo social a lo uno punto cero”

  1. Bonitos regalos que compra el Rubio en el Blokker.
    Mientras yo sea la unica hembra de la manada vamos bien…

  2. Me gusta el vaso para tomar cerveza con el nombre, a lo mejor se lo pido a los Reyes Magos.

  3. Y que conste que nosotros no tomamos cerveza Amstel. O Jupiler, o Grolsch o alguna cerveza negra de más de 7 grados.

  4. la Jupiler me encantó, me la tomaba en Brujas en un pub y me gustaba, me lo has recordado. Qué bonita es Brujas, tengo que volver.

  5. Jupiler es como el Ferrari de las cervezas rubias, todo un lujo con un sabor increíble y que entra casi sin darte cuenta.