Una pequeña escapada de otoño


Yo no creo que los viajes comiencen en el momento en el que sales para el aeropuerto, soy más bien de esa secta que sabe que todo está relacionado y las cosas no arrancan en un punto concreto, así que cuando el viernes me levantaba a las seis y veinte de la mañana, ese fue el punto en el que comenzó mi viaje, el cual primero me llevó a mi trabajo en Hilversum, en bici, en tren, en bici de nuevo y tras las horas que yo, con toda la bondad de la que soy capaz, regalo mi arte y mi ingenio a una multinacional que a cambio llena mi cuenta bancaria, hice el viaje de vuelta, en bici, en tren y en bici de nuevo hasta mi casa, en donde al llegar saqué mi mochila para fines de semana, esa que tuneé para aligerarla y en la que entra de todo. En ella puse la cámara, el iPad, la ropa y las cosillas que me llevaba, añadí unas Zandkoekjes y los regalos que estaban en mi casa desde junio y salí a coger el autobús, el cual se retrasó en su viaje a la estación porque unos desgraciados se pusieron a cargar una grúa gigantesca en el único cuello de botella de toda la ruta y que me hicieron perder el tren previsto y me obligaron a tomar el siguiente, quince minutos más tarde. Al salir del tren en la estación de Amsterdam Amstel, el metro cerraba sus puertas y tuve que esperar casi ocho minutos hasta que llegó el siguiente y después cambié a un tranvía hasta que por fin llegué a la casa de Waiting, su casa holandesa, en donde había organizado una pequeña reunión para comer algo y hablar. Estoy seguro que hay un montón de curiosidad por saber lo que allí sucedió o se dijo o se quiso decir pero ese no es el hilo de este relato así que lo dejaremos en una nube que permanece en mi cielo. Esa noche me quedé en Amsterdam porque el viaje, ese viaje que ya debería haber empezado en cualquier relato, no arrancaba hasta la mañana siguiente.

El sábado por la mañana, a las siete y media, con el sol aún incapaz de asomar su cabeza por el horizonte, con nueve grados de temperatura y Amsterdam aletargada, el Pisha de Caí nos alcanzaba a Schiphol, el gran puerto para aeronaves holandés, el lugar en el que comienzan tantos relatos y acaban otros, seguramente el mejor aeropuerto de Europa y uno de los mejores del mundo. Nos despedimos del Pisha antes de las ocho y nos dirigimos directamente al control de seguridad, con Waiting radiante, como siempre y yo tratando de pasar desapercibido porque la gente es que ve al Elegido y se pone pesada que no veas.

En el control de seguridad, mi cámara les llamó la atención y me obligaron a sacarla para poder admirarla y babear un poco. Mientras esto sucedía, la Beba Ramironova se fijaba en Waiting y sus intensos instintos lésbicos la hacían tirar una moneda cuando Waiting pasaba por debajo del arco para poder tener la oportunidad de tocarla. Primero le pidió que se quitara los zapatos y al volver a cruzar el arco, tiró de nuevo la moneda, sonó el chisme y le dijo que le tendría que hacer unos tocamientos semejantes a esos que practican asiduamente los sacerdotes de la secta católica y que al parecer no son pecados. Waiting se dejó hacer y la bollera aquella que más bien parecía un camionero de serie americana le puso esas manos como raquetas de paddle encima y empezó a sobarla hasta que llegó a esa parte en la que Afrodita A portaba los dos misiles que disparaba cuando algún julay le intentaba hacer pupita a ella o a su amigo Mazinger Z. Lo que aquella tortillera en posición de abusar hizo por allí no va a ser descrito aquí más allá que para decir que en muchos países por menos que eso le cortan las manos ?? 

Después de los sobamientos perdimos cinco minutos devolviendo cada pequeño accesorio a su posición original, o sea, zapatos a los pies, cinto a la cintura, joyas a sus lugares de origen, relojes a las muñecas y así hasta más allá del infinito. Pese a toda la obsesión de la lesbo por encontrar artefactos explosivos en esos dos lugares, lo que sí que no vio la muy chupacoños fue que Waiting ni se molestó en sacar todos los líquidos de su trolley y pasaron por los rayos equis-y-griega-zeta sin que ninguno de esos totorotas los vieran, lo que nos confirma, como en tantas ocasiones anteriores, que lo de los controles de seguridad en los aeropuertos es un estúpido paripé creado para alimentar bocas de unos putos inútiles que en realidad deberían estar picando piedras en una cantera y que no hacen su trabajo bien porque no son capaces ?? 

Nos acercamos a la puerta desde la que salía nuestro avión y dado que nos sobraban unos veinte minutos, aprovechamos para desayunar algo antes de entrar y tomar asiento, justo detrás del ala, en el lugar que habíamos elegido. El avión era un Boeing 737-700 de KLM y su destino y el de este relato era la ciudad de Oslo, capital de Noruega y el lugar en el que siempre se entrega el premio Nobel de la Paz.

El vuelo transcurrió sin incidencias reseñables. Nos dieron nuestros dos medios emparedados y matamos parte del tiempo jugando con mi iPad al IMDb Quiz. Una vez tomamos tierra en Oslo, buscamos un cajero automático para aprovisionarnos de eso que sirve para pagar en efectivo, compramos los billetes para el tren que nos llevaría a la ciudad, a precios abusivos como todo por allí y tras unos minutos de espera llegó, nos montamos y unos veinticinco minutos más tarde salíamos en la Estación central de Oslo. Antes de ir a nuestro hotel nos compramos el Oslo Pass y nos dieron algunas explicaciones sobre las dudas que teníamos. Nuestro hogar durante los siguientes días estaba muy cerca de la estación, tanto como unos ciento cincuenta metros, así que llegamos en menos que nada y procedimos a registrarnos.

Dejamos el equipaje en nuestras respectivas habitaciones y nos lanzamos a la aventura, relato para el que tendréis que esperar hasta el próximo capítulo, A la ?pera, el Palacio Real y más allá

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11 respuestas a “Una pequeña escapada de otoño”

  1. A mi en Amsterdam otra Beba de dos metros y pinta de camionera me hizo lo mismo que a Waiting en el aeropuerto.
    En ese vije pregunté a mi amiga holandesa que significaba Schiphol y me dijo que algo asi como barco a caballo. Con lo que tú has puesto de Puerto para aeronaves me ha quedado como más claro.

  2. qué bien, estuve en Noruega y en los Fiordos y ha sido uno de los viajes más alucinantes de mi vida. Espero tu relato a ver qué te pareció.

  3. Noruega me tiene muy buena pinta, pero desde aquí, entre el precio del billete y el tiempo de viaje, como escapada de fin de semana no hay manera. Mínimo 4 días, y como despues de mi mes ya gastado solo me queda una semana en navidad, va a ser que este año no toca, y el año que viene, como siempre, la escapada de enero será a la nieve española, no se a donde, pero relativamente cerca para que el trayecto sea lo que menos tiempo precise… por ahora va ganando puntos León.

  4. Montse, tu amiga te la metió super-doblada con el nombre.

    Virtuditas, es el sitio más caro en el que he estado en mi vida, así que empieza a juntar L??uros porque allí todo vale un dineral. Y olvídate de beber alcohol durante el tiempo que estés.

  5. Es verdad que era carísimo, yo me llevé un montón de chacina envasada desde aquí y menos mal, porque una hamburguesa costaba como 15 ó 20 euros y la cerveza, ni te cuento. Pero es un pais precioso, con unos paisajes impactantes.

  6. No he estado nunca pero le tengo simpatia a Noruega y a los noruegos que pasan por ser los latinos del norte del norte, pero desde que es pais petrolero lo ya caro que ya era se ha multiplicado por lo que se.
    La camionera al menos, disfrutó como una enana metiendole mano a la pobre Waiting, pobrecita que mal rato habrá pasado.
    Besitos y salud

  7. Genín, latinos de barriada de chusma y de gentuza o más bien, agitanaos. La gente era más fría que los glaciares que tienen en el país.

  8. No conociste tú a cierto norueguito que conocí yo hace ya algunos años, frío frío no se puede decir que fuera!!!! que vivan las escapadas!!! jejeje

  9. Y si tú hubieras visto a la que cogía niños y los lanzaba como sacos de patatas contra los asientos del metro, seguro que cambiaría tu opinión sobre esa raza.

  10. Hoy salí de Holanda y nadie me metió mano gracias a Dios un trauma solo por semana jajaja
    Y eso que viajé contigo pero sigo esperando el relato.
    Besotes miss you.

  11. Pues a seguir esperando que no he parado desde que llegué a mi casa, así que hoy me lo tomo con calma y con suerte, mañana puedo escribir un capítulo si no me dan mucho la lata en el trabajo.