Ir a un concierto de la REINA es algo más que una experiencia religiosa. Uno se prepara durante semanas poniendo las canciones que componen el espectáculo en su iPhone para ensayar y recordar alguna letra que se puede haber difuminado un poco en nuestra mente.
Yo no sé si Dios existe y ni siquiera me preocupo en creer en ese ente etéreo creado por el hombre, para el hombre y sobre el que tanto se ha escrito. Tampoco me interesa esa dimensión adicional en la que es posible que se mueva. Yo creo en Madonna y es para mí lo más cercano a una Diosa que tengo. He crecido con ella, recuerdo su música en mi adolescencia, en el instituto, en la universidad, en todos y cada uno de mis trabajos y en casi toda mi vida. Uno de los hitos de mi vida sucedió en el año 2004 cuando acudí a ver el Madonna?s Re-Invention Tour. Ese día me juré que nunca jamás me perdería una de sus giras y aún estoy cumpliendo la promesa. Cuando dos años más tarde, en el año 2006 vino de nuevo, yo estuve allí, en el Confessions Tour 2006 y de nuevo viví una experiencia mística. En este tercer encuentro con mi diosa estuve acompañado por mi amigo el Moreno y su esposa, ambos también seguidores de la Divina. En esta ocasión teníamos entradas para el césped, de pie pero más cerca de Nuestra Señora. El día se presentaba lluvioso y desapacible pero por suerte el estadio Amsterdam ArenA tiene un sistema para cerrarlo completamente y dejarlo convertido en una preciosa cajita que resalta en el horizonte de la capital holandesa. Llegamos con tiempo más que suficiente y cenamos por allí a la holandesa, es decir, a las seis de la tarde.
Después nos dividimos para entrar en el estadio ya que pese a que todos teníamos entradas para el césped, el acceso era por puertas distintas. Nada más salir del metro ya habíamos visto a los fans que se plantan allí desde un día antes para conseguir un sitio lo más cercano al escenario. Yo no llego a tanto, me conformo con estar allí y disfrutar del espectáculo. Lo bueno del césped es que tenemos un acceso más fácil al alcohol y mientras esperábamos que empezara el concierto nos pusimos tibios. Ayuda mucho que exista un ejército de vendedores ambulantes que se acercan con sus barriles de cerveza Grolsch a la espalda y así no tienes ni que moverte.
Aquellos que crean que la mejor cerveza holandesa es la Heineken deberían probar la Grolsch o la Jupiler, ambas a milenios luz de distancia de la más ordinaria de las cervezas neerlandesas. En mis dos conciertos anteriores Madonna no había tenido ningún artista telonero pero en este venía acompañada de Robyn, una chica sueca que lo hizo muy bien y comenzó a caldear el ambiente. Después de una espera interminable, se apagaron las luces, se iluminaron las dos grandes letras M que había a los lados del escenario y comenzó todo.
Abría el concierto Candy Shop, la canción que está en primer lugar en su último álbum y que iniciaba el primero de los cuatro segmentos de que consta. Fue un comienzo muy en su línea, espectacular y con la Reina en plena forma. Ella misma se hacía los coros grabados en una melé de Madonna cantando con Madonna absolutamente fascinante. Continuó con Beat Goes On, con un coche de época en el escenario, Kanye West en una pantalla detrás de ella cantando y Madonna demostrando que cuando quiere, hasta canta. Esta es una de esas canciones que en el disco no me terminaba de impresionar pero la versión en directo me ha dejado completamente asombrado. Después llegó Britney Spears en la canción Human Nature, uno de esos clásicos menores que solo conocen los fans. La versión era un poco pachanguera y no muy afortunada. Tras esto llegó Vogue, uno de los grandes hits que ha tenido y una favorita de todos. El escenario con todo el equipo bailando y una remezcla fantástica. Entre medias aparecieron brochazos de otras canciones. En este punto ya bailábamos todos y así entramos en el primer interludio, esas pausas en movimiento en que la reina desaparece para cambiarse y en el escenario continúa el espectáculo. En las pantallas teníamos una versión exótica de Die Another Day con dos bailarines que boxeaban en un ring.
El segundo interludio comenzó con un viaje en el tiempo y una puñalada trapera en nuestro corazón. Viajamos al año 1985 con Into The Groove y os juro que casi lloro de la emoción. Ella bailaba en plan stripper, cantaba y saltaba con una agilidad que ya quisiera yo para mí. Parece increíble que tenga medio siglo de vida. Sólo por esta canción merece la pena pagar la entrada. Todavía con el corazón en un puño llegó Heartbeat, otro de los temas del último álbum y en el que exhibió su voz de una forma grandiosa. Después vino Borderline y fue como si volviera a ser un adolescente. Es posiblemente mi canción favorita de su primer álbum. Aquí no me importa reconocer que lloré. Este clásico ha sido actualizado y suena mejor que nunca. Todavía lo escucho en mi cabeza. Todos temblábamos de emoción, alucinando en colores y casi no nos dimos cuenta que la canción se transformó en She’s Not Me en la que cuatro versiones de Madonna que hemos visto a través de las décadas aparecían en el escenario mientras ella las negaba y cantaba disfrutando con el momento. Esta es una de las canciones del nuevo disco que más me gustan y solo había una forma de incrementar la temperatura y era con Music, el clásico del año 2000. Así llegamos al final del segundo episodio y para la transición disfrutamos con Rain, una pausa visual en la que quizás no eligieron la mejor de las versiones de esta canción.
En el tercer segmento llegamos a la locura máxima. Comenzó con Devil Wouldn?t Recognize You en donde Madonna está sobre un piano completamente cubierta por una especie de traje que le cubre hasta la cara y que parece un poco surrealista. Es una canción suave que bailamos dejándonos llevar por las mareas humanas y a la que sucede Spanish Lessons, con Madonna chapurreando español y todo su equipo de baile trabajando y divirtiéndose en el escenario. Acaba con un zapateado en plan gitanillo lolailo y luego agarra la guitarra (algo que ya ha hecho en algunas canciones anteriores) y se pone a cantar Miles Away, algo que nos recuerda a todos los emigrantes que estamos muy lejos físicamente de nuestras familias pero en nuestros corazones las distancias no existen. Al acabar suelta la guitarra y llega La Isla Bonita, un clásico del año 1987 que todos nos sabemos de memoria. 50.000 personas cantaban con ella y disfrutaban cada segundo de esta versión mezclada con música de gitanos y no dejamos de gritar cuando Madonna nos dio la orden: You Must Love Me, una de las baladas de la película Evita en la que despliega todo el encanto de su voz y nos hace vibrar en silencio mientras nos enjugamos las lágrimas de emoción que nos caen a todos. El tercer interludio fue con Get Stupid, con imágenes de dictadores y gentuza entre las que pone al candidato republicano a las elecciones americanas y en la segunda parte imágenes de gente honrada y decente con un final dedicado a Obama. Está super claro a quién le va a votar.
En la parte final comenzó con 4 minutes, la cancion más conocida del último álbum y en la que canta con Justin Timberlake por todo el escenario. El está en un montón de pantallas con las que Madonna baila, se restriega, canta y se divierte. Este es el comienzo del momento cumbre de la noche. El estadio vibraba sin parar y sin descansar seguimos con Like A Prayer en su version definitiva. Nunca sonó tan bien como en esta gira. Brincábamos y aullábamos sin parar bailando sin poder detenernos y cuando crees que por fin vas a poder descansar llega el Ray Of Light y tienes que continuar con la locura, en una versión rockera de este éxito que sirvió para enganchar con el Hung Up y continuar la fiesta. Esta es la parte del concierto en la que está totalmente prohibido dejar de bailar y aunque lo quisieras no podrías evitar que tu cuerpo se mueva sin control alguno por tu parte. El punto y final llegó con Give It 2 Me, Madonna baila con nosotros o quizás somos los espectadores los que bailamos con ella que se divierte y contonea al ritmo de la música mientras todos sus bailarines se reparten por el escenario. Fue el final perfecto.
Como todos sabemos que no hay bises, nada más terminar comenzó la desbandada. Pasé junto a una de las divas que habían ido al concierto y aproveché para hacerle una foto:
Aún en extasis nos montamos en el metro y nos alejamos el Amsterdam ArenA, lugar al que seguro que volveré para ver a Madonna en el futuro. Si tienes oportunidad no te pierdas esta gira, es un espectáculo soberbio y que se disfruta a cada instante.
7 respuestas a “Sticky & Sweet Tour – ¡VIVA MADONNA!”
dios mío ¡¡¡
vendedores de cerveza ambulante¡¡¡
la sirven bien fría ?
3 grados y con su espuma, como debe ser. Reponen los barriles que llevan a la espalda continuamente porque tampoco les duran mucho. Por descontado, la cerveza es de grifo, que eso de envasarla en latas es más propio de tercer mundo o gente de clase muy baja. La cerveza SIEMPRE de grifo o si esto no es posible, de botella.
sulaco, tienes un mail mio en gmail sobre el tema de alojar fotos en flickr leelo por si te afecta. Y borra este comment.
Ya te lo respondí.
Totalmente de acuerdo contigo, Sulaco. Una cerveza deliciosa, en el lugar adecuado a la hora apropiada, y muy sana, que ya se sabe que la cerveza es la bebida alcohólica más sana después del Alcohol 96 grados, ésta concretamente, ni emborracha. A medida para mujeres que han sobrepasado cierta edad y que con un poco de aliento de profesor de autoescuela ya se embolingan.
hola mi pregunta es si en esta ultima gira de madonna esta incluido «cloud»..porque la verdad me encantaaaa
Hola…
Como dices, el Arena tiene ese techo… pero por desgracia (para ella) tuvo durante todo el espectaculo una gotera y la tia daba ese leve sustito de «ay! me calló una gota» y a cada rato pasaban la fregona sobre el suelo de la pasarela… Tuve la suerte de cuando nos abrieron la puerta y al correr la zona preferente no se habia llenado y tuvimos la suerte de verla a menos de 3 mts en la esquina izquierda de la pasarela-escenario…