Suelo evitar las pelis de policías porque siempre me recuerdan a todas esas series que dan continuamente por la tele y que no sigo, esas en las que uno o varios cerebritos resuelven cosas a priori imposibles gracias a su desorbitada inteligencia y a su capacidad para encontrar un pelo entre trescientas pelucas y todos los alfileres que pueden haber en el pajar. Solo me salto la regla si el director o alguno de los protagonistas son de los que sigo habitualmente. Esto fue lo que me sucedió con Street Kings o Dueños de la calle, una película que jamás habría visto de no ser por Forest Whitaker.
Un julay sin olfato ni se entera de la mierda que lo rodea
A fuerza de verlo en películas usando el traje negro característico de los cuervos fornicadores de niños se me había olvidado que Keanu Reeves se puede poner pantalones vaqueros u otro tipo de ropas. Tampoco me acordaba de lo mucho que me enerva su poca capacidad para mostrar emociones y esas miradas tontas que pone. En esta película hace de un poli supuestamente honesto que tras presenciar como matan a un compañero irá ahondando en una red de corruptelas policiales, traiciones y mentiras que pondrán en peligro su vida y la de aquellos a los que quiere.
No hay nada técnicamente malo en esta peli Es entretenida, tiene unas buenas dosis de acción, de violencia, de investigación policial y unos protagonistas muy competentes. Poco a poco se va desvelando quien es el malo y para cuando llegamos a la escena final es un auténtico festival. Lo que sucede es que a mí no me interesan estas películas de poli bueno, poli malo y no consigo identificarme ni con los protagonistas ni con la trama que nos cuentan. No me aburrí pero tampoco recuerdo gran cosa de la película y ahí radica el problema, en que para mí es algo mediocre y pasa sin pena ni gloria.
Seguramente puedes organizar una sesión de cine con tus amigotes de borrachera y os lo pasaréis bomba.