Todas las mañanas cuando me levanto, tengo una rutina muy trabajada y que funciona como una maquinaria de precisión. Si es un día laborable, me levanto a las 7.20 (hora normal), a las 6.50 (para llegar al trabajo media hora antes si quiero salir un poco antes) o a las 6.20 (para llegar muy pronto e irme temprano). Hoy fue uno de los días de las 6.20 ya que quiero volver a casa con tiempo para estudiar un poco antes de ir a clases de italiano, un curso que comencé recientemente. Mis actividades mañaneras me toman unos cuarenta minutos, en plan relajado y durante ese tiempo, paso por el baño, desayuno y me preparo para ir al trabajo. Mi primer contacto con la realidad es normalmente cogiendo el iPad que descansa en la mesa de noche y lo enciendo (por alguna extraña razón me gusta apagarlo cada noche). Mi segundo contacto es cuando bajo a desayunar y mientras desayuno, compruebo el tiempo y la probabilidad de lluvia sobre mi recorrido en bici hasta la estación, me aseguro que no hayan problemas en los trenes y que estén saliendo en hora y desde el andén correcto, miro el correo electrónico y después repaso todo aquello que ha sido actualizado en las fuentes de contenido sindicado que controlo. Para hacer todo esto uso una applicación llamada Buienradar.nl, otra llamada Trein, la aplicación para el correo de mi iPad y la aplicación Reeder. Hoy, me tomaba mi café con leche y me comía una Cristina calentita y en la primera categoría de las que tengo para ordenar las fuentes de información que sigo hay un título extraño, algo así como «Hay algo triste que debo contaros …«. La siguiente era más clara: «Steve Jobs ha muerto» y así seguía la lista, decenas de artículos, en las páginas de fotografía que sigo, las de entretenimiento, economía, noticias, chorradas, tecnología, en todas y cada una de ellas, el mensaje se repetía una y otra vez y aunque veía los titulares, simplemente no podía creerlo.
Se me quitaron las ganas de acabar con mi desayuno, salí de mi casa, comencé a pedalear hacia la estación y ahí fue cuando realmente me golpeó la noticia y lloré, por alguien que nunca he conocido, que no puedo decir que sea mi amigo o parte de mi familia y que sin embargo ha marcado mi relación con la tecnología durante un montón de años y seguro que lo hará por muchísimos más. No me voy a repetir ya que no hace mucho expliqué mi relación con la tecnología que ha llegado a mis manos gracias a este hombre. Cuando miro a mi alrededor, a la gente con la que me relaciono, formamos una nube de iPhones 2G, 3G, 3GS, 4 y próximamente 4S ya que tanto el Niño, el Rubio como yo nos actualizaremos ya mismo y os podéis imaginar por qué parte de nuestro cuerpo nos pasamos las alternativas esas que son burdas copias. También es rara la casa que visito en la que no hay un iPad de primera o segunda generación, iPods Touch, clásicos, mini y ordenadores iMac o MacBook (Air). Uno de mis amigos me confesaba el domingo que cuando se compró el iPad, pensó que lo usaría únicamente para jugar y ha descubierto que su PC es un trasto que ahora languidece en el escritorio y al que no visita durante varios días, ya que su acceso a este mundo tan mágico llamado Internet ha cambiado.
Mi mayor vicio es el cine, mi objetivo cada año es ver ciento cincuenta películas y de esas, muchas son de animación. A comienzos de los noventa, este género parecía muerto, Disney andaba desorientada y la gente le daba de lado a un género que iluminó nuestra infancia y que muchos asociábamos con el musical, ya que por alguna regla no escrita, el cine de animación era como las películas hindúes y en esas historias, a poco que te descuidaras, todo el mundo comenzaba a cantar. Todo cambió en el año 1995, cuando llegó a los cines Toy Story, un clásico que te hará reír aunque lo veas un millón de veces y que no era un musical. Desde entonces, alucinamos con historias como A Bug’s Life, Toy Story 2, Monsters, Inc., la maravillosa Finding Nemo, The Incredibles, Cars, Ratatouille, la obra maestra de WALL-E, la cual merecía haber ganado el Oscar a mejor película de ese año, la tierna y espectacular Up!, Toy Story 3, que se convirtió en la película de animación que más dinero ha recaudado en toda la historia y finalmente Cars 2. De una u otra manera, todas y cada una de esas películas también se las debemos a Steve Jobs, un hombre que rebosaba genialidad y que tocaba fibras que ni siquiera sabíamos que existían dentro de nosotros.
Lo puedes odiar, lo puedes amar, puedes ningunearlo e incluso no saber quien es pero este hombre ha redefinido toda la tecnología que nos rodea, la ha humanizado, la ha puesto al alcance de grupos que habían sido ignorados, como los niños, las personas mayores o aquellos que sentían auténtico pánico al mirar la pantalla de un ordenador y no saber qué hacer.
Hoy se ha ido un gran hombre, pero su legado marcará nuestro camino durante muchísimo tiempo. Me quedo con una cita de su discurso de graduación en la Universidad de Stanford, después de saber que tenía cáncer de pancreas …
Reitero, no podéis conectar los puntos mirando hacia el futuro; solo podéis conectarlos mirando hacia el pasado. Por lo tanto, tenéis que confiar en que los puntos, de alguna manera, se conectarán en vuestro futuro. Tenéis que confiar en algo, lo que sea. Nunca he abandonado esta perspectiva y es la que ha marcado la diferencia en mi vida.