Tres más dos


Mira que he procrastinado con lo de hoy y se me han ido acumulando pero es que hay que elegir, o queremos vídeos y vídeos de despegues y aterrizajes o queremos de lo otro.

Justo antes de marcharme a las Maldivas a margullar, el día anterior, estaba yo todavía currando como un profesional en mi keli y por la tarde fui al cine por última vez. Aquel fue el primer día con algo de calor y camino del cine me cruzo con una pava que venía con falda corta verde y que el viento lanzó hacia arriba y le dejó al aire el parrulo o sea, el chocho si eres cristiano. Íbamos junto al canal, la dirección de ella era hacia el sur, la mía hacia el norte, con el viento por mi espalda y la pava, que tenía una mano ocupada con el telefonino con el que estaba mandando mensajes y criticando, se vio impotente para hacer nada y además observó que mis ojos, que han sido entrenados para evitar mirar a los ojos de los demás, estaban clavados allí, en el hachazo. Junto a mí, casi paralelo, iba un pavo con un megáfono que se supone que va paralelo a las canoas que se entrenan en ese canal y el chamo es que ninguneó su trabajo y se fijó en lo mismo que yo y con sus deficiencias idiomáticas producto de lo limitado que es el neerlandés para estas cosas, vino a soltar un equivalente al ¡Nós! canario. La pava no pudo hacer nada al efecto hasta que se deshizo del telefonino, algo que seguramente sucedió después de pasarnos porque estas cosas son prácticamente instantáneas y así llegó el primer avistamiento del 2023.

Regresé de las Maldivas y entró una caló tan dañina que no veas y claro, al ser yo un refugiado climático, yo me exilio a los cines, que tienen aire del acondicionado ese gratis total o al menos incluido en el precio de mi abono y había elegido el cine que está en el centro. Mi ruta era junto al Oudegracht, el canal que cruza el centro histórico de Utrecht y en uno de los tramos hay obras y eso obliga a las bicicletas que normalmente van por ahí hacia el sur, a usar el otro lado del canal, por el que va el tráfico en subida hacia el norte. Bajaban hacia mí dos pavas, jóvenes, yo diría que en la línea de la mayoría de edad o recién cruzada y ambas iban más desnudas que vestidas y con el solazo que había y que actuaba de linterna, pude ver perfectamente que las dos, que pedaleaban en paralelo, no llevaban bragas y se veía, claramente, el chochote, o más bien el chochillo, que esos eran jóvenes, aunque como las pavas eran de estas de metro noventa, podemos debatir si son chochillos o chochotes. Nunca me quedó claro si fueron consciente de que yo conocía el lado más obscuro de su secreto porque estaban hablando entre ellas mientras pedaleaban y como que no prestaban atención a los que subíamos por la calle. Los dos parrulos estaban afeitados y uno costaba un poco más de esfuerzo verlo porque la propietaria tenía unas lorzas considerables en los muslos que es que quitaban mucha visibilidad, que si esa ya acumula esas cantidades a esa edad, cuando tenga una década más rondará el estado mórbido.

Esto ya fue increíble, tres chochitos separados con algo más de dos semanas, pero es que hubo más y creo que este ha sido también un avistamiento pionero.

Estaba yo en la playa de las canteras, hace dos semanas, tomando el sol en la zona de Melrose Place, básicamente después de la Cruz Roja y por delante del Burger King, que es un sitio tranquilo, plano y que últimamente me gusta más que la Peña de la Vieja porque por allí hay algas por toneladas y la entrada en el agua es más traumática. En eso que bajan a la arena dos pavas, jovencitas, con sus minifaldas y sus tops preciosos de diseño de tienda de moda con todo a dos leuros. Obviamente, antes de bajar a la arena se recorrieron la avenida de pé a pá para que todo el mundo las admire. Encontraron su posición a tres metros de mí, que es una distancia correcta ya que tenemos el metro y medio de distancia ese con el que sobrevivimos durante dos años de pandemia podemita, truscolana y suciolista. La cosa es que las pavas llegaron, extendieron sus toballas y comenzaron a quitarse la ropa y lo que hicieron, ambas, fue sacarse las bragas, sin quitarse la micro-falda, para ponerse los bikinis, que digo yo que ya que vas a la playa sales de tu keli con el bikini puesto, pero estas no lo hicieron así y yo que tomaba el sol de espaldas y mirando hacia su sitio, me topé, sin buscarlo, con el primer avistamiento doble de chochos en Gran Canaria, en la playa de las Canteras, que no tiene mucho mérito porque en la playa es fácil ver a gente cambiándose y el mundo está lleno de exhibicionistas. La cosa es que tuve una vista desde abajo hacia arriba de los dos chochos mientras ellas maniobraban para ponerse los bikinis, después se quitaron las faldas, los tops y se quedaron con las tetas al sol, que en la playa de las Canteras no está prohibido y esto además hace que sean las primeras que muestran tanto los bajos como los altos, que les he visto toda la merca que tenían para ofrecer.

Ya después de eso, he decidido no seguir contando, que un tres más dos de avistamientos son muchos para un solo año.

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