Como en realidad no pasa nada y el cambio climático es una invención, en los Países Bajos nos estamos volviendo unos sibaritas con los nuevos récords que rompemos. Resultó que el último día que llovió junto a mi keli, que es en donde se miden las cosas en los Países Bajos porque yo vivo en el centro, fue el trece de mayo, el día antes de marcharme a las Maldivas y hasta el día de hoy, no ha caído una gota, con lo que vamos de récord, con treinta y pico días seguidos sin llover, que si esto fuera el sur de España igual es hasta normal, pero en los Países Bajos y entre la primavera y el comienzo del verano, como que no. El récord lo tenía el año 2007, cuando no llovió entre el cuatro de abril y el seis de mayo y ahora se lo queda el 2023.

Al mismo tiempo que sucede ese récord, hemos tenido otro aún más exótico. No solo no ha llovido, sino que entre el diecinueve de mayo y el diecisiete de junio los Países Bajos han tenido más horas de sol que cualquier lugar en el mediterráneo, incluyendo destinos turísticos, que gracias a que el sol sale a las cinco de la mañana y se pone a las diez de la noche, es más fácil acumular horas. Se midieron en ese tiempo trescientas sesenta y siete horas y pico de sol abrasador, nuevamente, al lado de mi keli, que los vecinos son los del instituto neerlandés de meteorología y brujería de la peor. Hoy, por fin, han dicho que igual hasta llueve, aunque como ahora las cosas van de extremo a extremo, la lluvia llegará directamente con alerta naranja, con baldazos de agua, granizo de hasta dos centímetros de largo y vientos de ochenta kilómetros por hora, o sea, las condiciones perfectas para que te apedreen y para que los culocochistas que no tienen garaje vean como sus preciosidades son destrozadas por el granizo.

Y como no nos parecía bastante, añadimos un tercer récord. Desde el año 1976, el récord de días consecutivos de verano en junio era de ocho, y aquí se llama a un día de verano cuando se superan los veinticinco grados a la una de la tarde al lado de mi keli. Esto ya es historia y creo que hasta el día de hoy, ya llevamos doce y no se sabe cuando acabará la racha. Con tanto calor, con tanto sol, las cianobacterias se rechiflan que no veas y se reproducen con frenesí, lo que aquí se llama blauwealg (algas azules), que recordemos que todos los Países Bajos están llenos de canales y de zonas con agua y la gente se baña en ellas, solo que cuando aparecen las cianobacterias y un julay se cree más listo que nadie, igual descubre que va a jiñar hasta las entrañas y si es un chiquillo, sus padres mejor van eligiendo ataúd blanco y bonito porque todos los años mueren algunos niños cuando aparecen estas bacterias y aun así, la gente pasa de los avisos, se mete en aguas en las que las bacterias proliferan y después salen por la tele llorando y lamentándose por la inversión tan grande en ropa y comida que hicieron en el chiquillo y ahora no pueden pedir devolución alguna. Estas bacterias también matan perros a punta pala y como los perros están acostumbrados a bañarse en los canales y no saben que puede ser peligroso, caen como moscas. Otras cosillas guapas que puedes pillar en estas aguas sometidas a extremos anómalos es el prurito del nadador, que son sarpullidos que te salen cuando después de nadar en esas aguas, unos pequeños parásitos se meten bajo tu piel, que suena como fabuloso y fantástico. Finalmente, este año aún no ha habido botulismo pero vamos, que cualquier día también lo confirman, que yo es que sigo alucinando con todos los que se bañan en estas aguas interiores con ilusión y alegría. Yo prefiero la ducha en mi keli y el mar en las Canarias.

Después de escribir esto, ¡POR FÍN llovió!, aunque según el termómetro de mi jardín, hemos vuelto a superar los veinticinco grados por la tarde, con lo que seguimos acumulando días de verano en junio.