Una historia de verano – 1


– ¿Has oído eso? – Preguntó Ramiro
– ¿Si he oído el qué? – dijo Gayola
– Cállate y escucha

Los dos se quedaron en silencio, prestando atención y en la calle, no muy lejos, se escuchaba a gente hablando. Hasta ahí no había nada de especial, Utrecht es una ciudad en la que una parte considerable de la población son foráneos, los llamados allochtonen, literalmente, los que han surgido de otra tierra, y siempre en las calles se puede escuchar gente hablando en inglés, en árabe, en alemán, español o incluso papiamento, pero esto era otra cosa.

– Escucha bien, ¿lo notas? – dijo Ramiro. Están hablando en truscolán, la bazofia esa que es el resultado de un vómito gabacho sobre una cagada española.
– ¡Sí! Ahora lo escucho – dijo Gayola

Ambos se volvieron a quedar en silencio y en algún lugar de la calle, en la acera de enfrente, un grupo de gente hablaba en truscolán. Se concentraron para ver si podían pillar algo pero les resultaba muy difícil, al ser una lengua inferior, producto de bastardear dos lenguas superiores, solo pillaban fragmentos aquí y allá, y por lo que parecía, estaban conspirando.

Un rato más tarde, Ramiro entra en su casa para hablar con Gayola y contarle lo que ha conseguido descifrar

– Sabes que creo que son terroristas o criminales. Hablaban definitivamente en truscolán y por lo que parece, han venido hasta aquí para conquistar los Países Bajos y recuperarlos para truscoluña, que pese a ser una nación que se ha inventado esa gente. Por lo que han dicho, piensan que truscoluña existe en realidad y que en el pasado, iba desde el extremo más al norte de Europa hasta Gibraltar. Me pregunto si deberíamos avisar a las autoridades, pueden ser terroristas peligrosos – dijo Ramiro.
– ¡Chacho tío, tampoco te pases! – respondió Gayola. Si llamas a la pasma y les cuentas eso que me has dicho, pensarás que estás más loco que una jaira. Tienes que tener pruebas contundentes.
– Están en el piso que está enfrente. Si siguen hablando a grito pelado como hasta ahora, no tendré problema alguno en escucharlos y hasta en grabar las conversaciones. He intentado usar el traductor del teléfono pero no parece que entienda esa lengua inferior – dijo Ramiro.
– Por supuesto que no funciona con el truscolán, no es que sea una lengua inferior, es una aberración, una lengua bastarda – dijo Gayola.

Ramiro y Gayola habían llegado a los Países Bajos unos años antes, para trabajar. Él tiene un negocio de importación de productos españoles y ella puso una consulta como parasicóloga especializada en posesiones realizadas por extraterrestres, aunque mayormente es conocida por su capacidad para hablar con ratas y gatos, algo que la ha convertido en una celebridad local, aunque tardó en entender a los animales porque ellos pensaban en neerlandés, el idioma que escuchaban siempre y al principio para ella era como intentar entender algo de un canal codificado. Después del susto inicial al descubrir que aquí no entendía ni gatos ni ratas, se apuntó a un curso y en un año ya podía hablar con ellos, que tampoco es que los animales hablen de una manera complicada, para ellos no hay tiempos verbales, se expresan siempre en el presente y usan partículas temporales para ubicar la acción en el pasado o en el presente, que no en el futuro, que para ellos no existe. La fama de Gayola le vino por un programa televisivo en el que ella habló con un gato que fue testigo de un crimen y gracias al animal, pudieron condenar al verdulero de la esquina, que resultó que se ganaba un dinerillo adicional como chapero y el asesinado no le quiso pagar después de un trabajo, aunque al gato, con su vocabulario limitado, le costó mucho explicar que el hombre mató al cliente después de que este se quejara por no dejar que le lefara la cara.

Volviendo al presente, Gayola ya tenía la comida preparada y juntos se pusieron a sacar los platos al jardín y comer allí, que ese día hacía buen tiempo y podían permitírselo.

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