Una traca de pinchazos


Todos los años en septiembre y octubre me pasa lo mismo solo que en este dos mil diecisiete parece que el ciclo viene mucho más cargado de mala baba que anteriormente. Este es un drama cíclico y que yo creo y estoy convencido que es provocado. Yo uso todos los días la bici. Con ella voy al trabajo, al super, al cine, a la estación o a cualquier lado. Forma una parte integral de mi igual que algunos comentaristas ya tienen el culo con la forma del asiento del coche, que no los nombraremos porque sabemos que esa forma del trasero parece que tambiénl os vuelve muy sensibles. Uso dos bicicletas, una en Hilversum y otra en Utrecht y tengo una tercera en casa. Desde noviembre al mes de agosto, ninguna de las dos tiene problemas y que conste que yo les pongo su aceite cuando las noto sedientas y controlo la presión del aire de las ruedas. Todo va bien hasta que llega septiembre y empieza a llover, como la semana pasada en la que se hicieron grandes ensayos en Holanda para el diluvio universal y nos cayeron baldazos de agua con saña y rabia. El jueves caía agua de las nubes, porque aquello no era lluvia, era como una inmensa catarata. Salí de la oficina con el condón puesto, tanto el pantalón como el chubasquero, fui hasta la estación de tren en la bici de Hilversum y la dejé allí para pillar el tren. Al otro lado del transporte público, en Utrecht, caía aún más agua y salí del aparcamiento de la estación y pedaleaba como en una inmensa ducha. El suelo ya no tenía capacidad de absorber el agua y avanzaba como por la orilla de la playa. A un kilómetro y medio de mi casa me maravillé por lo mucho que he evolucionado y la grandísima sensibilidad que he desarrollado en mi trasero ya que podía sentir hasta los granos de arena en el suelo. Resultó que no, que la rueda trasera de la bici tenía un pinchazo. Comenzó a perder aire a velocidades espeluznantes y tuve que seguir el trayecto final hasta mi casa andando con la bici mientras caía lo que no estaba ni escrito. Al llegar, metí la bicicleta en su keli del jardín, cogí el kit para reparar pinchazos, separé la cubierta de la llanta, saqué por el hueco la cámara y aprovechando que tenía un balde lleno de agua de lluvia, lo usé para encontrar el pinchazo. Una vez lo vi, limpié la zona, corté un parche, le puse pegamento, apreté un minuto para que se secara, volví a meter la cámara en la cubierta, colocé la cubierta de nuevo en su posición en la llanta, le puse aire al neumático y ya está. En quince minutos había superado la crisis, o eso pensaba yo.

Cené y una hora más tarde me lanzaba a la carretera para ir al cine. Llovía, aunque no tanto. Todo fue bien en los primeros dos kilómetros y ahí fue cuando noté un meneo trasero como de reggaeton. Se me movía el culillo sin querer como a las pellejas esas que salen en los vídeos de este género musical agitando la caja de la mierda como si estuvieran ya en la fase de centrifugado. Miré y descubrí que la cubierta se había salido un poco de la llanta en uno de los lados, seguramente porque no la puse bien o porque no la revisé cuando la puse. En ese momento decidí que no era motivo de alerta y seguí con el plan original, una decisión que fue tremendamente errónea. Tres kilómetros más adelante el meneo es brutal y tengo que parar. Estoy a cinco kilómetros de casa y no puedo volver en bici. No hay ninguna tienda de reparación de bicis en la zona y vuelve a diluviar. Me tomó tres cuartos de hora regresar andando a casa mientras caía un muro de agua del cielo. Entré en la keli de las bicis, quité el resto del aire a la rueda, volví a meter la cubierta bien en la llanta, le puse el aire y todo quedó bien. Después me cambié los zapatos y la ropa porque pese al condón, con el diluvio que estaba cayendo el agua me caló hasta el tuétano. Al día siguiente me fui a trabajar con la bici y ya no tuve problemas.

Hasta ayer. Salí del trabajo, llegué a Utrecht, no llovía, fui en bici a mi casa y dejé la bici en el jardín porque por la noche iba al cine. Me fui a correr los seis kilómetros esos que clavo cada setenta y dos horas, cené unos calamares en su tinta épicos y legendarios, hice magdalenas y un gazpacho blanco y hasta charlé con la vecina. A las ocho y cinco salí al jardín, ya era de noche, cogí la bici, salí de mi propiedad, me subo, comienzo a pedalear y hay algo chunguísimo. Pensé que el pinchazo de la semana anterior se había escoñado pero el problema era en la rueda delantera. La meto en su keli, saco la cubierta de la llanta, saco la cámara, le pongo aire y descubro el pinchazo. Limpio, parcheo, espero, lo vuelvo a montar todo, le pongo aire y a las ocho y veinte estaba lista. Ya no llegaba a tiempo al cine así que por segunda vez en cinco días, un pinchazo me jodió mi principal vicio. Esta mañana camino de la estación iba con tensión pensando que igual se producía el segundo fenómeno pero no fue así.

Al menos hay una cosa clara. La primera vez que reparé un pinchazo me tomó más de una hora y unos sudores similares a los de un mártir. Ahora y gracias a mi nacionalidad neerlandesa, reparo un pinchazo en un rato.

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5 respuestas a “Una traca de pinchazos”

  1. Pero, digo yo, ¿No te conviene llevar uno de esos botes de gas con no se qué, que sellan el pinchazo por dentro y te permiten seguir en unos segundos? Yo hace años los usé para las ruedas del coche, solo lo usé una vez, casi que ni me acordaba que llevaba el bote, pero estaba en el medio del llano venezolano, osea, de la nada y me compensó todos los años que lo llevé sin usarlo para nada… 🙂
    Salud

  2. El problema de ese producto es que te sirve para volver, pero tienes que cambiar la cámara y poner una nueva. Es un parche para un rato, pero deja la cámara inservible para los restos. También requiere que tengas una de repuesto en tu casa. El kit de reparación lo tengo pero cámaras como que no es una cosa que uno compre para guardar. Y que conste que tengo un par de botes de esos que compré en una oferta pero hasta ahora están criando polvo en la keli de las bicis.

  3. No es que hayas desarrollado una sensibilidad especial en el culo, es que, como no tienes carne que lo recubra, el rozamiento directo al hueso, lo quieras o no, se nota mucho.
    Y no digo tanto como cubos, pero ya podía llover algo más por aquí, que están hablando de restricciones de agua, y eso en Galicia casi en octubre, es una señal del fin de los tiempos por lo menos.

  4. Claro, al no sentarme en el coche tantas horas como otros y hacer tanto ejercicio en bici, corriendo y caminando, estoy en puritito pellejo y pelito, que abriga mucho.