El relato de este viaje comenzó en Camino a Kuala Lumpur y Tienes un índice con todos los capítulos en Viaje a Malasia del 2009: Índice con toda la historia.
Aunque leyendo los comentarios que dejan algunos de los lectores uno podría llegar a pensar que soy la viva imagen del orden y la planificación exquisita de mis vacaciones, lo cierto es que soy caótico y las cosas van encajando en su lugar y en ocasiones sin que yo tenga mucho que ver. Llegué a Langkawi sin tener una idea muy clara de lo que se podía ver allí y sólo porque mi amigo el Rubio y su esposa me habían dicho que no debía perdérmelo. En mi guía Inside Guides de Malasia le dedicaban un par de páginas con un posible recorrido y decidí seguirlo. La noche anterior leía lo que podía hacer y al mismo tiempo lo comparaba con los panfletos que me habían dejado en el puerto al llegar. En uno de ellos me llamó la atención una atracción, alimentar las águilas y vi que costaba ciento setenta ringitt y salían un par de veces al día.
Por la mañana mientras desayunaba me fijé que el hotel también organizaba la misma excursión pero valía trescientos ringitt y debían tener un mínimo de cuatro personas. Tomé mentalmente nota y decidí que por la tarde llamaría para apuntarme e ir al día siguiente. Salí del hotel sobre las once después de charlar un rato con la señora de la limpieza, una encantadora mujer que te hacía sentirte en casa, igual que los conserjes y el resto de empleados del hotel. Nunca he estado en un sitio en el que te trataran con tanta amabilidad y cariño. Yo creo que en parte se debe al carácter de los Malasios, gente amable y cariñosa.
Salí y antes de hacer nada dejé mi ropa en una lavandería china para que la lavaran y luego enfilé hacia Teluk Datai al noroeste de la isla, un sitio con unas vistas increíbles y un complejo turístico que está entre los diez mejores del mundo. No son muchos kilómetros pero la carretera serpentea y no puedes ir rápido y lo más alucinante es cuando pasas junto a una señal de peligro lagartos gigantes y monos y cien metros más adelante tienes que parar el coche en la carretera para permitir que cruce la carretera a un lagarto del tamaño de un caniche mientras los monos te miran con curiosidad y yo me daba cogotazos por no haber tenido la cámara preparada. Fue uno de esos momentos especiales que se quedan bien marcados. En la misma carretera están las cataratas Termurun y paré para verlas. Subí por unas escaleras infinitas talladas en la piedra y llegué a unas cataratas preciosas en las que solo estaba yo y el sonido atronador de un agua cristalina. La cascada es de unos treinta metros.
Desde allí seguí bordeando el norte y paré en un par de sitios para hacer fotos. Uno de ellos fue Pasir Tengkorak, una playa preciosa con unas vistas de película de ciencia ficción. Siguiendo con la ruta se podían ver un montón de islotes en el mar, cubiertos de vegetación y preciosos. Llegué hasta Tanjung Rhu y allí me topé con una playa increíble, de arena blanquísima y prácticamente vacía. La única nota discordante era un hindú que se había puesto en calzoncillos para bañarse. No hay palabras para describir la visión terrorífica de todos aquellos pendejos escapando por los laterales de unos calzoncillos tres tallas más pequeños de lo que deberían y que al salir del agua lo dejaban ver todo. Pensé que me quedaría ciego para siempre. Me acerqué a las chozas y allí había una especie de puesto de información turística de una empresa que hacía excursiones como la que yo quería hacer. El hombre me comentó que el precio era de ciento sesenta ringitt y le pregunté que si podía apuntarme para la próxima y me miró como alucinando en colores. Cuando le pregunté que cuando sería la próxima excursión me dijo que si pagaba, venía un barco y me llevaba a mí solo con el guía por ese dinero. Saqué la guita, pagué y cinco minutos más tarde un barco venía a recogerme a la orilla de la playa. Cada vez que pienso que en el hotel te cobraban trescientos por lo mismo y además con un mínimo de cuatro personas se me baja la sangre hasta las uñas negras de los pies.
El barco me llevó por un paisaje bestial hasta que llegamos a un meandro y nos detuvimos. Al instante aparecen un montón de águilas que se lanzan a por la comida. Las águilas son marrones, no muy grandes y para aquellos que tengan curiosidad por saber lo que significa la palabra Langkawi, es Aguila marron en el idioma de la zona ya que allí abundan. Además de las pequeñas pasó un águila pescadora, enorme y majestuosa. Aluciné y si por mi fuera me habría quedado allí un par de días disfrutando con esos animales. Por desgracia hay que seguir y con el barco nos adentramos en los manglares, lleno de árboles que viven perfectamente en aguas medio saladas y en donde la vegetación es muy densa. A veces parece increíble que allí pueda haber vida con tanta oscuridad pero si te fijas puedes ver infinidad de animales. Desde los manglares nos acercamos a una granja de pescados en donde como se intuye por el nombre, tienen multitud de peces que «cultivan». Primero me los enseñaron y les iban dando de comer mientras yo les hacía fotografías y alucinaba con ellos. Algunos los toqué e incluso los alimenté. Tras terminar almorzamos en la misma granja, que flota en medio de la nada y sin embargo parece un negocio muy próspero. Desde la granja se puede andar un poco en el manglar y me sorprendieron unos peces que saltan fuera del agua y se quedan allí tranquilitos, algunos pequeños y otros enormes. Una auténtica pasada.
Desde la granja de pescados continuamos a las cuevas de murciélagos. La marea estaba llena y no podíamos entrar en ellas con la barca pero sí andando. Me dieron una linterna y entré en aquel lugar en el que en el techo habían cientos de murciélagos que se agitaban inquietos cuando yo les apuntaba con la luz. Además, unas estalactitas y estalagmitas increíbles. El paseo terminó también por el manglar, de nuevo viendo la diversidad de animales que hay en ese sitio.
Desde allí salimos a mar abierto y rodeamos algunos de los islotes, parando para hacer fotos. Las casi cuatro horas que duró la excursión fueron sencillamente maravillosas. Al volver a la playa le agradecí infinitamente al capitán el paseo por el lugar y tras despedirme continué mi ruta en coche. Fui a las cataratas Durian Perangin, con doce plataformas y también muy hermosas. Volví a caminar un montón y perdí la cuenta del número de escalones que subí.
Aunque en mi guía no decían nada al respecto decidí ir a Gunung Raya, la montaña más alta de la isla con ochocientos ochenta y un metros. Justo al comienzo de la carretera hay una caseta de peaje pero estaba abandonada y eso me debería haber alertado pero decidí seguir adelante. La carretera tiene unos trece kilómetros en los que no me crucé con ningún coche y me dediqué a ir en modo rally con mi cochingo. Al llegar a la punta de arriba estaba nublado, no se veía nada y el sitio estaba abandonado. Volviendo hacia la costa veo un coche por delante mío que va en sentido contrario, por el carril que usamos en Europa. Eran unos guiris como yo solo que estos no llegaron al final y se les debía haber pasado lo de la conducción del revés. Los adelanté por el carril adecuando y ni se enteraron que lo estaba haciendo por el carril en el que ellos deberían estar conduciendo.
Regresé al complejo de cabañas y pasé el resto de la tarde en la playa disfrutando del sol y un mar delicioso. Por la noche estaba agotado y busqué un sitio en donde comer algo ligero porque todavía estaba encochinado con el almuerzo. Fue uno de esos días que no te esperas y que al final quedan muy bien y posiblemente el día en el que decidí que Langkawi es uno de mis lugares favoritos en el mundo y un sitio al que quiero volver.
El relato continúa en Duodécimo día. Langkawi
7 respuestas a “Undécimo día. Langkawi”
Alguna fotillo de las águilas podrías haber puesto…
Contándolo así se le ponen a uno los dientes largos, y dan ganas de marcharse a ver esos paisajes.
Por cierto, (ya se que tardas en procesarlas) pero para cuando las fotos, la verdad es que se echan de menos.
Yo diría que tardarán un montón. No he hecho nada en las últimas cuatro semanas salvo una copia de seguridad en el disco duro que mantengo en mi despacho por si mi casa sufre algún desastre natural y se pierde el disco duro que contiene las fotos.
Algo que decidí sobre la marcha después de Estambul es que me saltaré el orden y primero vendrá Estambul, después posiblemente Kuala Lumpur y luego seguiré poco a poco con las diferentes partes que visité en Malasia. Por lo menos un año viendo fotos de la zona al ritmo de una al día y entre cuatro y seis por semana.
Landahlauts, en Octubre ya estoy apuntado para un safari fotográfico en Polonia de cuatro días haciendo fotos a Aguilas pescadoras. Eso sí que será una pasada y ahí me correré de gusto haciendo miles y miles de fotos junto a seis fotógrafos profesionales. Igual hasta se me pega algún consejo aunque hace poco leí por ahí un comentario de un sub-intelectual que decía que la única forma de aprender fotografía no es haciendo fotos sino leyendo libros de fotografos del siglo XX o del XIX. Esta claro por lo que nunca llegaré a nada, a mí me gusta el aspecto práctico y me la suda lo de leer libros sobre fotografía o la Wikipedia.
jajaja
Hay mucho teórico de esos repartido por todo el ancho mundo.
Eso sí que tiene buena pinta. Ya veremos las fotos (espero).
Que envidia más gorda me ha dado este post. Mientras leía me imaginaba a mi en esa barca… que envidia….. voy a comer chocolate a ver si calmo las malas vibraciones 😉
Muy buena pinta Langkawi por lo que comentas. Leído lo leído, me paso por allí en breve seguro 100%. Miraré a ver si hay buceo.
Creo que para bucear hay que ir en un barco a otras islas que están a un par de horas.