Hoy comencé el día con la buenísima noticia de ver al Club de buceo de las islas Baleares que están en Guraidhoo y junto a los que yo buceo, irse de excursión a Huluhmalé para ir al tanque de los tiburones, lo cual quería decir que el barco iba a estar super-hiper-mega vacío, al menos por la mañana porque fueron de rácanos a hacer una única inmersión, para la que pagan un pastizal porque los llevan con todo el equipo en una lancha rápida que tarda una hora y pico en llegar, y que por el peso de la gente más los tanques de aire más los equipos, ,seguramente botaba con las olas con saña. Después se tiraban allí en su única inmersión, salen del agua como buenamente pueden, que esa lancha no es muy grande y con cerca de quince personas va petadísima y después hacen el caminito de vuelta.
Mientras, en Guraidhoo, yo me iba a bucear con una de las Dive Master, que es española y muy buena. También venían los dos propietarios y un alemán, que alucinó cuando vio que hoy era prácticamente una inmersión privada. Él bajaba con los dos dueños y yo con la chica. Nuestro destino, la leyenda, Kandooma Thila. Esto lo cuento y nadie me va a creer porque así es la chusma y la gentuza, pero los que se hayan molestado en seguir los vídeos en cualquiera de las alternativas sociales habrán visto que es la verdad como la vida misma. Hoy había una corriente media-fuerte y cuando bajamos, yo y la chica, resultó que vinimos a hacerlo sobre un grupo de catorce águilas de mar y yo veía que bajaba y bajaba y estaba literalmente entre ellas y tuve que meter aire en el BCD y me quedé a menos de treinta centímetros de una. Fue épico y legendario, como quedó registrado en el vídeo que seguro que ni se molestaron en ver en su día. Después tuve que acercarme a las rocas más cercanas, agarrarme allí porque la corriente era fortísima y seguir viendo el espectáculo. La Dive Master cogió mi cámara y me grabó, tanto a mí como a mi mediamelena, que ondeaba que parecía mismamente el primo hermano infantil de Neptuno, que a mí sólo me corta el pelo mi peluquero de Gran Canaria y como no he ido desde mayo, parezco uno de los hermanos de Michael Jackson. Aunque el plan era no perder tiempo allí, había tantas águilas de mar que cambiamos el plan, que eso de estar junto a ellas, literal y realmente y sin gente y viendo tiburones por debajo de las águilas de mar y por los lados, aquello era de fábula.
Después nos acercamos a la zona que conocen como el mirador y tuvimos espectáculo de tiburones grises. Había una cantidad ingente. Justo donde nos paramos, en los huecos de las rocas, había una morena pequeña que estaba emputadísima porque yo estaba junto a ella y asomaba la cabeza y me echaba miradas de odio y yo le decía que truscoluña no es nación, lo cual la molestaba mal porque por allí pasó un señor en el portabultos de un coche y le contó lo contrario. En nuestra idea queríamos llegar a la estación de limpieza, pero no pudimos, nos faltaba aire y además, después de bajar hasta veintiocho metros, cuando estábamos a veintidós, mi oído izquierdo no conseguía igualar la presión y tenía un montón de dolor, así que no me arriesgue a volver a bajar y la subida hasta la superficie fue un suplicio, pero lo hice. Esta fue la mejor inmersión en Kandooma Thila de este año, incluso con el problema del oido, en gran parte porque estábamos solos en el lugar.
Regresamos puerto y para la segunda inmersión, fuimos a Waggiri. Yo decidí arriesgarme y bajar de nuevo para probar los límites del oído. También porque no estaba el grupo y éramos cuatro, con una pareja española nueva que compiten con los otros al premio al peor buceador del viaje, el tipo dice que controla un montón pero se puso poco peso y flotaba como un globo y le costaba un güevo bajar a mirar cosa y la mujer empujaba y daba patadas, sobre todo al alemán, que yo mantuve la distancia, que cuando veo gente así, yo activo el modo imán y me repelen y estoy sitio en el sitio opuesto al que se encuentran los que me dan el repeluz. Procuré mantener el nivel, sin cambiar a menudo de profundidad y aunque noté molestias, conseguí hacer la inmersión, solo que en la salida me dolía el oido. Esta es la única inmersión de la que no tengo ningún vídeo. Dejé la cámara al sol diez minutos en una mesa afuera en el centro de buceo y con la calor infernal, la cámara no funcionó y la única manera de arreglar eso es abrirla, sacar la batería y volver a cerrarla, algo que no se puede hacer bajo el agua. Incluso mi pulsera super-hiper-mega inteligente que toma todos los datos cuando camino, corro o duermo y que siempre controla mi ritmo cardíaco y de estrés, un par de veces la he tenido que encender porque se sobrecalienta y se apaga y hasta en el telefónino tuve un mensaje de esos diciéndome que estaba más caliente que una burra y que de no solucionarse el problema, se iba a apagar el solito, mismamente.
Al volver a puerto ya decidí saltarme la tercera inmersión para darle tiempo al oído a recuperarse y en su lugar, me fui a la playa y me pasé allí dos horas y media atorrándome y bañándome y durmiendo, que yo estoy durmiendo como un bellaco. Mientras estaba en la playa le mandé un mensaje al colega que cambió de empresa y lo invité a cenar y después de las cinco, regresé a la pensión, me afeité y me duché, que yo ahora soy de afeitado por la tarde, que es muchísimo más humano que el de la mañana, que medio dormido me degüello continuamente. Después nos vimos delante de su empresa y fuimos a comer pizzas a una pizzería aquí en la isla que es muy pero que muy buena. Tras la cena regresé y ya me retiré a escribir la anotación y meditar y ver algunos episodios de mis series favoritas. Cruzaré los dedos con las uñas negras de los pies para que se me pase el problema del oído y mañana pueda hacer mis tres inmersiones, como el viernes y la única del sábado, que es lo que me queda de buceo por aquí.
Que alguien se asegure que el Ancestral tiene puestos los pañales de viejo y díganle que he pagado para tener asiento de ventana desde Malé hasta Viena, con lo que al menos habrá el despegue y el aterrizaje. Me he gastado un pastizal, pero es que los asientos de esa aerolínea son tan pequeños que prefiero poder tener ventana. Eso sí, que alguien le explique que antes de esos vídeos, habrá que ver los de las treinta inmersiones que llevo (y los de las siete que me faltan), con lo que estamos hablando de meses y meses antes de llegar a ese despegue y ese aterrizaje. Dudo mucho que me asignen ventana entre Viena y Dusseldorf, pero vamos, igual sucede el milagro.
Una respuesta a “Volando con catorce águilas de mar y problemas en el oído izquierdo”
Cuídate el oído porque un problema con eso me retiró a mi de bucear por prescripción facultativa, hoy dia no oigo ni papa por el, el derecho, que raro que te gastes un duro por la ventanilla, seguro que hay otros motivos 🙂
Salud