Y otro segundo


Después de un profundo y sistemático estudio de la previsión meteorológica de la semana en los Países Bajos, determiné, con una precisión más bien propia de un pitoniso o quizás incluso de la conexión celestial con Raticulín de Carlos Jesú, que el martes era la mejor opción para mi nueva primera vez yendo a la filmoteca en Amsterdam. Implicaba subirme en un tren, algo que no he hecho en meses, implicaba visitar la capital, que siempre está en lo más alto de las listas de infectados del virus truscolán y podemita e implicaba ir a la filmoteca, donde las salas son muchísimos más pequeñas. Al hacer mis cálculos, le di más prioridad al martes por varias razones, entre otras, que era el único día de la semana con máximas de veintiún grados, el resto de los días se iban más bien hacia los treinta, que es más bien la temperatura infernal en la que no te puedes mover, no puedes respirar y se te quitan las ganas de todo. Conseguí montar un programa con tres películas en el Pathé City, una de las dos filmotecas de la cadena de multicines a la que estoy abonado y la única que actualmente puedo visitar sin tener que pagar una cantidad adicional por ver alguna película, algo que han hecho con los Pathé Tuschinski después de que los reformaron y montaron sus salas en plan lujoso, pero las pelis son las mismas y te cobran tres leuros, con lo que ese cine está muerto para mí. Salí de mi casa sobre las nueve, aunque la primera peli comenzaba a las diez y media, fui en tren hasta Amsterdam Amstel y desde allí fui paseando los casi cuatro kilómetros que hay hasta el cine, ruta que te lleva por el bellísimo río Amstel y algunas de las partes más nobles de la ciudad.

Resulta increíble pasar por el Albert Cuypmarkt, supuestamente el mejor mercado del país y en donde antes encontrabas productos que ni soñabas y verlo arrasado, sobre todo porque en los últimos cinco años el mercado se pervirtió y se convirtió en una fulana barriobajera que se orientó hacia los turistas, a vender camisetas y recuerdos para todos esos que venían a emborracharse, fumar hierba y ver los escaparates de las putas y con la desaparición del turismo, todos aquellos que se reconvirtieron, acabaron en la ruina. Al menos un tercio del mercado es ahora historia y en la calle, cuando yo pasaba por la misma, no había prácticamente clientes ya que la creación de Amsterlandia supuso el exilio forzoso de los ciudadanos neerlandeses que vivían en la ciudad y ahora, compran en otros mercados más cercanos a sus kelis. Al llegar al cine, flipé cuando vi que por fin acabaron el aparcamiento para bicicletas debajo de Leidseplein, obra que comenzó en alguna vida anterior y llegó hasta este año. Por fin la zona está libre de andamios, vallas y demás.

No voy a comentar nada de la triple sesión, aparte de decir que en la primera película estaba solo, en la segunda nos dividimos la sala entre una pava y yo y en la tercera también éramos dos, yo y un pavo. La planificación fue tan perfecta que el tiempo entre sesiones fue de treinta y veinte minutos, con lo que no tuve que esperar mucho afuera. Al acabar, el día seguía siendo fantástico y decidí caminar hasta la estación de metro de Weesperplein, a casi dos kilómetros de allí. Toda la ruta es por la misma calle en la que hay un tráfico fabuloso de bicicletas a esa hora y confiaba en poder hacer alguna foto de bicicletas chulas para cierta colección que se puede ver en mi Álbum de fotos de bicicletas, el cual es modesto y sencillo y solo tiene, hasta el día de hoy, doscientas sesenta y nueve fotos de bicicletas. Entre la segunda y la tercera película, esperando en la calle, vi pasar una bakfiets con un julay conduciéndola y SEIS, repito, SEIS, niños de cinco o seis años de pie en la cesta mientras iban a algún lado. Por desgracia en ese instante no tenía el telefonino en la mano y nos perdimos una foto épica y legendaria del que puede ser el padre del milenio, que si el subnormal ese frena en seco, o intenta esquivar a alguien bruscamente, esos niños no tenían donde agarrarse, se caen y las heridas serían como una lotería, con todos los chiquillos recibiendo pedreas y premios. También vi una bici que comentaré pronto y que finalmente ubiqué en la calle.

Ya estaba llegando a mi estación de metro, me faltaba cruzar el último puente, de Hogesluis, sobre el río Amstel y junto al Amstel Hotel, uno de los puentes más bonitos de la ciudad, y antes de llegar al puente venía un coche y varias bicis por la calle Amstel, con lo que me detuve para dejarlos pasar. En ese lugar, la calle Amstel sube un escalón considerable, como un guardia muerto o una plataforma, que sirve para evitar que los motoristas (coches, motos, motocicletas, cualquiera de ellos) vallan como locos porque si entras en ese desnivel a velocidad, al coche le raspas los bajos y los daños serán considerable y si es con una moto, seguramente te hostiarás malamente. Pasaron todos salvo por una bicicleta, una omafiets, sin motor eléctrico, sin velocidades y hasta con freno contrapedal, hecha del hierro del bueno, pesada y lenta. Sobre ella venía una pava y detrás de ella tenía una caja con un perro dentro. Delante de ella, tenía un asiento para niño pequeño con parabrisas pero no había niño alguno, solo su bolso. La pava venía por la calle como si aquello fuera una montaña en la vuelta a España, pujando y yo la esperaba en la plataforma. Como me vio y asumió que yo no me movía, comenzó a estresarse y tratar de llegar más pronto. Cuando alcanzó el punto en el que llega a la plataforma, la bicicleta sube en un cortísimo espacio unos treinta centímetros de desnivel (más o menos). Tenía una camiseta gris, que todos sabemos que el gris está muy de moda y una falda corta negra como con nubes o algún tipo de figuras blancas o de color, que se había arremangado entre las piernas. La cosa es que la falda la protegía perfectamente hasta inclinarla hacia arriba. En ese instante, en el que ella hacía un esfuerzo titánico para poder salvar el desnivel, perdió la concentración de su protección y allí y en aquel momento, quedó al aire la flor de su secreto, su potorro, el chumino, que esta era de ese diez por ciento de hembras que no se ponen bragas porque es algo viejuno y así y sin quererlo, tuvimos el SEGUNDO avistamiento, no tan terrorífico como el primero y en este caso, con el terreno sobre el que se ubica el chocho, adecuadamente trabajado, que se veía en perfectas condiciones. Ella fue plenamente consciente que yo no soy de los que miran a la gente a los ojos, yo si vas con una falda corta y en bicicleta, solo miro en una dirección y no está en la zona de tu cabeza. Ella supo que se lo había visto y por el esfuerzo, que debía similar a eses cuando tienes un jiñote de esos duros y pujas y pujas por soltar lastre, no pudo hacer nada y cubrirse hasta llegar a la cima, al nivel en el que yo me encontraba. Al parecer iba en la misma dirección que yo, pero tenía que cruzar al otro lado del puente y eso me dio el tiempo suficiente para sacar el telefonino de la cartuchera, encender la cámara y obtener, por primera vez, una imagen que ilustre una de estas anotaciones y en la que no se puede ver el chichi, pero sí que podemos juzgar si mi descripción del resto le hace justicia a la chocha.

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4 respuestas a “Y otro segundo”

  1. Para mi es pervirtió y reconvirtieron, pero a lo mejor en canario no se escribe así.
    Me parece muy triste que en una capital de país solo haya dos personas en el cine, aunque a ti quizá te de tranquilidad que nadie te pegue nada ni te moleste.
    Y por último, felicidades por el avistamiento.

  2. Montse, tienes razón. NO sé ni para que tengo instalada la extensión de Language Tool, que se supone que me revisa lo que escribo, si es incapaz de ver estas cosas. Ahora que lo he vuelto a visitar, si me las marca. Gracias por avisar.
    Hay poca gente porque los multicines desde hace unos pocos años, abren desde muy temprano. Antes solo había sesiones a partir de las cuatro de la tarde y ahora están abiertos a las 10 de la mañana. Suelen hacer promociones y precios especiales para los ancestrales pero con la que está cayendo, esos no van al cine ni de coña, aunque todos han recibido ya las 2 vacunas. Muchas de las sesiones a partir de las cinco de la tarde estaban totalmente vendidas y en los días de calor extremo como ayer, hasta por la mañana las venden porque la gente va por el aire acondicionado.

  3. Me ha dejado flipando en colores lo del insensato ese con los niños de pié en la bici!!!
    ¿Pero es que no hay leyes al respecto?
    No lo entiendo…
    Menos mal que habia avistamiento, eso me quita el mal sabor de boca del comequesos de la bici con niños, y este avistamiento, de bastante mejor calidad que el anterior, aunque te faltaron detalles en la descripción…jajaja 🙂
    La descripción que haces sobre los lugares por donde anduviste, da ganas de visitarlos paso a paso… 🙂
    Salud