Y pasó un mes


Ayer se cumplió exactamente un mes de un acontecimiento estremecedor y espeluznante a la par que estresante, mi primer mes en la nueva chamba y esto trajo consigo que desde hoy, ya no estoy en el mes en el que te pueden echar al instante (o te puedes ir tú también) y ahora estoy en la segunda fase del contrato, el tramo anual. En esos treinta días, he tenido que empezar a acostumbrarme a madrugar varios días de la semana, a viajar en una ruta nueva, con nuevos trenes, nuevos horarios, nuevas conexiones con la guagua, primero y ahora en bicicleta. Probé diferentes rutas y escenarios, yendo a la estación más cercana a mi casa y viajando en dirección contraria, hacia Utrecht Centraal, para cambiar allí al tren directo, también yendo en el tren que para en todos lados y que pasa en la estación cerca de mi keli, probé también yendo a la estación intermedia, la que usaba para ir a Hilversum pero que no parece tan conveniente cuando voy al sur, sobre todo en el regreso, en el que paso casi diez minutos esperando por una conexión de un tren que después tarde un minuto y medio en llegar al destino y cuando se arregló lo de las bicis, comencé yendo por la ruta trasera en Bolduque y ya he probado la delantera, por la ciudad y creo que de cuando en cuando la usaré cuando vaya a la oficina, pero dudo que lo haga cuando vaya a la estación porque hay más semáforos y yo calculo mis tiempos para llegar a la estación y pillar el tren al poco.

Conocí a un montón de gente y en algo inédito para mi, hay, que yo sepa, una española y un mexicano en la oficina, con los que me llevo muy bien. Hice una especie de curso en mi segundo y tercer día, impartido por japoneses y lo más terrorífico fue que aprobé y que hubo gente que lleva desde toda la vida trabajando en la empresa y suspendieron, lo cual me ha dado un montón de prestigio entre los amarillos porque no parezco ser un cacho de carne inútil con ojos como los otros. De hecho, he maquinado un plan para hacer la segunda parte del curso, que no me interesa, solo porque los que dan el curso tienen mucho trato conmigo para otras cosas y si hago esto, me ahorro comerles los bajos y ellos me estarán eternamente desagradecidos porque alguien los ha escuchado.

También he participado en las primeras batallas, políticas y militares y me he aliado con unos y otros bandos según mis intereses. Al contrario que la otra empresa amarilla para la que trabajé, esta no está agonizando, está viva, muy viva y creciendo, expandiéndose y eso se nota, es un entorno laboral totalmente distinto al que yo estaba acostumbrado.

Me dieron dos ramos de flores y ya hasta he elegido el regalo de Navidad. También he conocido, digital y tal mente a un montón de gente en las oficinas españolas e italianas, países en los que la empresa es grande. En este mes, con los nuevos tiempos y costumbres, no he podido seguir con mi rutina y SOLO he podido ir a ver CINCO veces, el clásico de Top Gun: Maverick, algo que quizás ha sido lo más duro, no poder ir al menos dos veces por semana, todas las semanas.

Y sobre todo eso, pero que lo guardo para otra anotación porque me sale de los mondongos, hubo más, mucho más, quizás no relativo al laburo, pero yo estoy convencido que está íntimamente relacionado con la chamba.


5 respuestas a “Y pasó un mes”

  1. Bueno, es poco tiempo para valorar, pero tiene buena pinta, al menos es algo diferente y a tí ya te iba haciendo falta algo de estrés.

  2. Pues parece que la cosa laboral va bien, de lo que me alegro un montón.
    En cuanto a la otra parte, mucho mas importante, ya que se trata de tu enfermedad aguda, quizá podrías considerar gravar la peli y así la puedes ir viendo constantemente, en tus viajes, mientras comes, en tus actividades sexuales, cuando cagas tus internacionalmente famosos truscos, en fin, en plan bucle, de ahí ya irías derechito a la camisa de fuerza y a la permanente loquería, pero mucho ánimo, ahí seguro que te dejarán seguir con tu amado Tom, hasta que la muerte os separe… 🙂
    Salud

  3. No creo que sea Tom lo que me trae de vuelta. Definitivamente son las escenas aéreas, que son las mejores que se han grabado nunca para una película y la gente nueva. Mónica Barbaro, Glen Powell y Miles Teller están fabulosos, aunque últimamente empiezo a admirar el sutil trabajo de Lewis Pullman, que lleva una gran parte de la carga irónica y cachonda en la peli.