Yendo a Brighton por Gatwick


Como en otros otoños, planeo escapadas a lugares cercanos en Europa de fin de semana y este año lo hice muy tarde y eso limitó mis opciones, aunque desde el principio tenía claro que quería regresar a Brexitlandia, país al que he acudido bastante en los últimos doce meses por aquello de ver las cosas antes de la debacle, si sucede. Mirando billetes de avión, al final me decanté por Brighton ya que vuelo al aeropuerto de Gatwick, al sur de Londres y desde allí se llega en media hora a Brighton en tren y además, entre semana hay ocho vuelos diarios entre ambos aeropuertos y me daba no solo un montón de flexibilidad, conseguí un billete a precio de ganga. Salí para el aeropuerto sobre las dos y media de la tarde y opté por una combinación de guagua a la estación central de Utrecht seguida del tren al aeropuerto. Allí me compré el aperitivo para el avión en el supermercado y después subí a la terminal 3 para pasar el control de inseguridad. En esa parte del aeropuerto tienen las nuevas y maravillosas máquinas que hacen innecesario el sacar las cosas de la mochila. Esto es casi como el futuro, es mágico. Después vino el control de pasaporte y tras eso estaba en la terminal. Rellené con agua mi botella vacía y después busqué un rinconcito en el que apalancarme. A esas alturas ya decían que el avión salía con media hora de retraso. La parte del aeropuerto de Schiphol reservada para el bajo costo está separada del resto y hay solo siete salas de embarque o más bien, hangares de embarque en los que casi no hay donde sentarse y todo quisqui espera de pie. Anuncian las salas prácticamente cuando el avión aterriza. En la foto siguiente tenemos una de esas salas vista desde una ventana que hay por la parte de arriba, antes de bajar a la misma.

En realidad el retraso fue mayor, aunque lo raro es que el avión estaba en el aeropuerto pero según nos dijo el piloto, él y la tripulación llegaron en otro aparato y en esa ruta tuvieron el retraso que nos afectó.

Dios me bendijo con un asiento de pasillo así que al que le pique, que se rasque y lo que tenemos es la foto anterior hecha mientras subía, junto a la puerta. Decir también que mi precioso asiento de pasillo resultó ser en la fila de emergencia. Despegamos con una hora de retraso y el vuelo en sí mismo es de cincuenta minutos, incluyendo el rodeo para aterrizar. En el rato que estuvimos en el aire, las azafatas (con un uso intencionado del femenino que incluye a los julandrones) no pararon porque Easyjet descontó un veinte por ciento en los productos que vende a precios abusivos y la gente se chifló toda pa’l coño. La vieja que iba al lado mío compró dos colonias de esas como de pachuli y estoy seguro que en las perfumerías en Gran Canaria las podría encontrar por mucho menos. Al aterrizar fuimos a la terminal Norte, que yo no había visitado. Desde allí, primero cruzamos por un puente aéreo sobre las pistas, después caminamos y caminamos hasta llegar al control de pasaporte y después desde allí seguí caminando hasta llegar al tren que me llevó a la terminal Sur, que es la vieja y desde esta salí a la estación de tren para pillar el siguiente a Brighton, que llegó en unos minutos porque la mayoría de los trenes que van y vienen a Londres siguen hasta Brighton. Con el retraso y demás vine llegando al poblacho sobre las ocho de la noche, con la hora menos que también tienen en las islas Canarias.

De camino a la pensión, que está cerca del mar, fui paseando por la ciudad, ya que la estación de tren está como a un kilómetro y pico de la costa. En realidad la foto anterior, de una de las calles con iluminación navideña, que allí es con mensajes subliminales como el HOHOHO u otro que decía TRUSCOLUÑA NO ES NACIÓN, la foto la hice al día siguiente pero tengo demasiadas para ese día así que la he colado aquí. Siempre me ha fascinado la manía británica con las guaguas esas dobles que no parecen usarse en ningún otro lugar del universo conocido. La escalera para subir a la planta alta es criminal.

Cuelo otra foto, esta una fabulosa del Royal Pavilion, iluminado fastuosamente con el color ese tan chachi y a la derecha se puede ver gente patinando sobre hielo. La foto también es del día siguiente pero decir que pasé por allí yendo desde la estación, solo que no hice fotos. Resultó que este es el único monumento iluminado decentemente para fotos nocturnas. Cuando llegué a la pensión, me dieron la llave de mi keli para dos noches. Como reservé muy tarde y las opciones disponibles eran menores, opté por una habitación con cagadero compartido con otra habitación. Por la noche salí y me di una vueltita pero algo ligero, así que el grueso del relato lo tendremos en la próxima anotación.

El relato continúa en Callejeando por Brighton


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