Poquito a poquito


Justo antes de comenzar las vacaciones en mayo, el día conocido como el día del trabajador y uno en el que yo realmente trabajé porque en los Países Bajos no es festivo, hice mis seis kilómetros corriendo y me tomó veintinueve minutos y veinticinco segundos. En esa época rondaba esa cifra una y otra vez, con una especie de bloqueo mental que me forzaba a reducir la velocidad en el kilómetro final porque mi cerebro envía la orden al cuerpo para que se detenga. Cuando comencé, obligado, a correr, me obsesioné con incrementar la distancia. Cada vez quería más kilómetros, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez y ya me veía haciendo cienes y cienes de kilómetros en cada sesión. En un momento determinado de esa espiral mi neurona principal recuperó el control de los procesos cerebrales y decidí que prefería una distancia que no exigiese más de media hora y acabé con los seis kilómetros y la frecuencia de dos carreras a la semana.

Después de pasarme varias semanas de vacaciones sin correr, que sí que caminé y buceé por un tubo, empecé a recuperar el ritmo y comencé en cuatro kilómetros, pronto subí a cinco y casi sin tiempo ya alcancé los seis, tardando treinta minutos y veintiún segundos. Al recuperar la distancia que quería correr empecé a retarme para bajar el tiempo y pronto estaba en veintinueve minutos y seguí apurando hasta llegar a los veintiocho con veintiocho segundos. Ahí me quedé de nuevo empantanado, atrapado por algún frenillo que no me deja ir más rápido. El día que salí de ese círculo decidí hacer el tercer kilómetro como si mi vida fuera en ello y después sobrevivir y recuperarme en los tres siguientes. Resultó que no me cansé tanto y no sé como pero la siguiente vez que salí a correr, desde el primer kilómetro iba mucho más rápido, de manera constante. El tiempo en el que hice los seis kilómetros bajó y ahora mismo está en veintisiete minutos y cuarenta segundos. El nuevo objetivo es seguir bajando la cifra hasta llegar a los veinticuatro minutos, cuatro por kilómetro y ahí ya seré el ser humano más satisfecho del hemisferio norte.

En paralelo a mi auge como atleta para-olímpico está el declive de mis amigos deportistas, los mismos que se cachondeaban de mi y de mi (según ellos) falta de ejercicio deportivo, ya que al parecer la hora o dos horas que camino cada día más la bicicleta no contaba. Esos ahora que les tupo su güazap con pantallazos de mis tiempos me dicen que tienen lesiones, achaques y similares y cuando las excusas les fallan, se salen por la clásica tangente esa que juega con el tamaño y me responden que la suya es más grande, más gorda, más de todo y ahí es cuando sé a ciencia cierta que se los come la envidia.

Con el verano y el buen tiempo, he modificado mi cuota y en lugar de dos carreras por semana hago una cada setenta y dos horas, con lo que la tercera semana corro tres veces. Tengo clarísimo que cuando vuelva el frío y la oscuridad tornaré a las dos salidas por semana y algunas semanas habrán tres días de por medio, en otras cuatro y en otras dos, según lleguen las lluvias al país.


2 respuestas a “Poquito a poquito”

  1. Yo ando unos seis km en una hora, de Lunes a Viernes, es lo único que hace que no continué engordando mas y mas y no me oxide…
    Salud

  2. Yo intento ir andando al trabajo, pero ahora mismo en Sevilla las temperaturas son incompatibles con la vida, así que coche a todos lados. Con 27 grados a las 7.30 horas de la mañana y subiendo cualquiera hace deporte, yo por lo menos no puedo.