Una semana de esas


La semana pasada era una de esas complicadas y que cuando aún está solo en la agenda de tu teléfono, ya te asusta. Sabía que el Turco venía a Holanda y que el Rubio quería que fuera a su casa a cenar y que no había manera de combinar ambos eventos. Como el Turco me había dicho que llegaba el viernes y se iba el sábado, daba por sentado que el viernes se venía a mi casa y nos íbamos de cena y juerga y el sábado lo acompañaba al aeropuerto. El martes, mandándonos mensajes, le preguntaba y me decía que les habían cambiado los planes y el único día que tenía libre era el miércoles. Al momento le mandé aviso al profesor de italiano diciéndole que me saltaba la lección y organicé una quedada en Amsterdam. Nada más salir del trabajo, a las cuatro y un segundo, salía disparado para Amsterdam y a las cuatro y media nos veíamos en la Estación Central, esa magnífica estación de tren que fue copiada por los japoneses cuando hicieron la de Tokio. Según se acercaba mi tren a la misma me avisaba que estaba junto al piano, que siguiera la música y lo encontraría. Llegué a la estación, avanzo hacia el vestíbulo principal y efectivamente, suena la música de un piano acompañada de unos alaridos como de cerdo en su San Martín, un tipo que gemía como perra en celo buscando pollote. Vi al Turco, nos abrazamos y nos fuimos de allí por patas. Quedamos que primero iríamos al cine y después a cenar y como yo soy de los que creen que hay que educar a tus amigos, nos fuimos a ver Interstellar, cargados de cervezas y cotufas para aguantar las tres horas de película. Después, fuimos a la Utrechtsestraat y terminamos en un bar de tapas español que es el único que hay en este país que me parece medianamente decente. Cenamos contándonos nuestras cosillas, con los reproches habituales y con mucha cerveza y desde allí nos fuimos a un pub para seguir bebiendo con lo que para cuando cada uno siguió por su lado, estábamos los dos algo pasados.

Por suerte había hecho mis deberes y todo lo que quería llevar a casa del Rubio el jueves lo había preparado el martes, así que salí de mi casa con resaca pero con todas las cosas. En la negociación para el día de la cena, el Rubio jugaba con dos barajas. En el grupo común que tenemos con su Primera Esposa, me invitaba a cenar en su casa y en la conversación privada me decía que cocinara Gai Pad Med Ma Muang con lo que yo me llevé desde mi casa los ingredientes que no sabía si tenía. Como soy el primero en salir de trabajar, fui hasta Woerden y después caminé los tres kilómetros hasta el poblacho en el que vive, paseando junto a un canal. Llegué a su casa casi al mismo tiempo que la Unidad Pequeña Número 1 y me metí en la cocina para crear el plato. A esas alturas su Primera Esposa ya se intuía que nos traíamos algo entre manos porque le preguntábamos por ingredientes que habitualmente no usan. Me escapé al supermercado, compré las tres cosas que me faltaban y para cuando ella llegaba a la casa ya lo tenía todo encauzado. Cenamos y después nos repartimos los chiquillos y cada uno tenía que acostar uno. A mí me tocó la Unidad Pequeña Número 2 y me obligó a leerle un libro sobre los continentes. Cuando lo conseguí convencer de las ventajas del dormir, bajé al salón y nos dedicamos a jugar con mi nueva pistola termómetro con puntero láser, controlando la temperatura por todos los rincones de su casa. De nuevo medio borracho, me alcanzaron a la estación y regresé a mi casa. Por la conversación común, mensaje dándome las gracias por ir a cenar y preparar la cena. Por la conversación privada, orden para que la próxima visita prepare un curry rojo con carne y alguna sopita rica. Será cabrón.

El viernes, con doble resaca después de los dos días anteriores, fui a trabajar y al salir de la oficina, en lugar de tirar para el sur e ir a Utrecht, fui al este a Amersfoort para hacerme una sesión doble en el cine. El sábado, madrugaba para hacerme un desayuno del copón, me iba al mercado a comprar castañas y después acababa en Amsterdam yendo al cine. Regresando a mi casa en tren, este se para en el medio de la nada y tras quince minutos nos informan que nos van a dejar en la estación más cercana y que tenemos que continuar en guagua. La razón: han encontrado una maleta sospechosa en un tren y los equipos de desactivación de bombas están ocupados con la misma. En fin, que nos tomó una hora y pico más el poder llegar al destino.

En fin, que fue una semana llena de movidas y para cuando llegó el domingo, lo único que quería era dormir y dormir y no dar un palo al agua, salvo para procesar fotos, tarea en la que estoy dando pasos de gigante. Ya estoy al día con el 2014 salvo por las fotos de Malasia y Tailandia, las cuales empezaré a procesar esta semana porque quiero y espero cerrar el año en la primera semana de enero y liberar del disco duro los más de ciento cincuenta Gigabytes que tengo de fotos de este año.


3 respuestas a “Una semana de esas”

  1. Cómo coño puedes trabajar después de una salida y menos de dos, si yo hago eso me duermo en la silla de la oficina.

  2. No todas las cosas que tengo que hacer son complicadas. Me dedico a las sencillas y en las reuniones, mantengo un perfil bajo y evito que me asignen tareas. He venido muchísimo peor a trabajar en el pasado …