2. Recuerdos


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De aquellos años en los que algunos dicen que formamos el carácter tengo recuerdos sueltos, memorias que han quedado aplastadas por el tiempo y reducidas a meros esbozos. Entre esos rescoldos está la historia de Iván, el cual se jactaba en el colegio de tener la nave voladora con la que se controlaba a Mazinger Z escondida en las montañas de la Isleta. Nos lo restregaba a todos, una y otra vez, con prisa y sin pausa y seguro que por un tiempo lo llegué a creer aunque cuando mostraba tanta vehemencia en sus negativas para enseñárnosla, terminamos por dudar de él y cuando lo obligamos a que nos la enseñara después de clase y nos llevó a un lugar en el que no había nada, acabó con la etiqueta de mentiroso, lo peor que le puede pasar a un chiquillo en el colegio. Recuerdo a Óscar, el gitano problemático al que echaron de su clase en cuarto por lanzarle una silla a la maestra y que acabó siendo adoptado por Don José, el maestro de mi clase en segundo. Como me tenían rodeado de orcos descerebrados, Don José sentó a Oscar conmigo y ese año en lugar de hacer segundo, acabé estudiando dos cursos más avanzados, lo cual fue un trauma porque los dos años siguientes me aburrí hasta niveles radiactivos. De Óscar aprendí que detrás de la fachada puede haber mucho más. Fue un año fabuloso, teniendo nuestro propio universo de gitano y payo en el que las risas no faltaban nunca. Ese curso fuimos como uña y carne y el clan de los gitanos acabaron adoptándome y protegiéndome. No había chiquillo en el colegio que se atreviera a hacerme una trastada porque todos sabían que el mismísimo Fariñas les ajustaría las cuentas, los pondría en su sitio, seguramente con una desmedida ración de violencia. Nuestros caminos se separaron después de ese curso ya que Oscar siguió en quinto y a mí me obligaron a continuar con tercero. Nos veíamos en el recreo y pese a que perdimos el contacto, me apenó saber que se había matado al saltar desde la ventana de una escalera a la de la cocina de la casa en la que pretendía robar. Para cuando eso sucedió, además de ladrón era drogadicto y su vida tenía una fecha de caducidad muy cercana a su límite.

Hablando de drogas, recuerdo como se abrieron camino a mi alrededor y como fueron muchos los que cayeron. Tino fue uno de ellos. Un chiquillo inteligente, con una mente brillante y que hundió su vida después de morir su padre. Nadie consiguió parar aquel desastre y mira que hubo gente que lo intentó. Yo traté de darle clases en el último año en el que estudió e intenté junto con profesores y otros compañeros enderezar su rumbo pero no hubo manera. Después ya no supe más de él. Otro que tropezó en la droga fue Jose Luis, un macarrilla del que todos sabíamos que acabaría mal. Él fue quien metió en ese mundo a Tino y aunque ya no le puedo poner cara, sí que recuerdo el día que hice algo que le molestó y me amenazó con darme una paliza. Salí del colegio corriendo como un gamo mientras él y sus tres secuaces me perseguían y cuando por fin me acorralaron, fueron los gitanos los que me salvaron y los que le dejaron bien claro que ponerme un dedo encima tendría nefastas consecuencias. Ale era otro chiquillo divertido y listo que acabó chiflado por las drogas, vendiendo los muebles de la casa de sus padres y pegándoles. Eran historias que oíamos y que comentábamos pero que no parecían calar. También me acuerdo de Paco (no yo sino otro), un gitanillo más joven cuyo padre trabajaba de estibador en el puerto y robaba a manos llenas. Cuando se popularizaron las consolas Atari, él fue el primero en tener una, cuando llegaron los vídeos, tenía uno Beta, otro VHS e incluso el V2000. Todos lo envidiábamos por lo que tenía aunque después también acabó mal. Recuerdo a Susana, que con doce años ya estaba enamorada hasta las trancas y se casó con dieciséis, ya con un hijo a cuestas. Lo suyo era empalagoso y pese a que en ese tiempo no existía Internet ni la telefonía móvil, resultaba insoportable permanecer a su lado por periodos largos porque solo hablaba de su novio, de su novio y de su novio. Amparo fue la otra que para cuando acabamos la E.G.B. ya tenía un hijo. Cuando eso sucedía, yo ni siquiera podía imaginar lo que pasaba por la cabeza de alguien que era un niño grande y que ya quería tener los suyos propios. Del colegio no recuerdo las clases ni lo que aprendíamos pero sí que me acuerdo de los cazas haciendo maniobras de tiro en la Isleta y nosotros siguiéndolas atentamente desde las ventanas de nuestra aula. Recuerdo que a cada profesor que no nos gustaba le poníamos un mote y a los que nos imponían respeto los llamábamos Don o Doña. Recuerdo a la monja que nos daba religión, una serpiente criada en el mismo terrario del que sacaron la que condenó a Adán y Eva, una mujer con una maldad intensa y a la que yo le caí en gracia. Me hizo su favorito y mientras los otros aguantaban sus estupideces en clase, a mí me mandaba a la multicopista para que hicieran copias de los papeles que nos quería entregar y yo me perdía por el camino. Recuerdo el odio cerval que le tenía la monja a Roberto y Penélope, solo porque eran testigos de Jehová y en lugar de religión, ellos daban ética, que era el nombre que le daban a las horas que se pasaban copiando libros en un cuaderno y sin levantar la cabeza porque si lo hacían la monja los castigaba. Recuerdo ir a jugar a casa de Roberto y los intentos de su madre y de su padre por inculcar sus creencias en mi dura mollera. No pasaba mes en el que no me regalaban alguna Biblia con ilustraciones y yo me las dejaba olvidadas o las perdía camino de mi casa, ya que de Dios, cualquiera que sea, solo sabía que para él trabajaban malas personas y que de su Casa me echaron hasta en tres ocasiones mientras iba obligado como parte de los preparativos de la Primera y Última Comunión. Me echaron junto a mi madre y una vecina en Valsendero, por llegar tarde y me echaron en al menos dos ocasiones en Tauro por no ir vestido adecuadamente a la casa del Señor, solo porque la iglesia estaba junto a la playa y yo iba en bañador, camiseta y con toballa.

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5 respuestas a “2. Recuerdos”

  1. CADENA DE RECUERDOS
    La prole de doña Candelaria eran quienes me causaban a mi terror. Si jugando en la planá (sic) alguien gritaba «los hijos de Candelaria» sólo el dueño del balón se atrevía a tardar un segundo para recoger el balón (la ira de una madre siempre, siempre era más temible. Siempre!). El resto corríamos como alma que llevaba el demonio. Ahora pensando, creo que nunca llegué a verlos! Supongo que eran parte del intangible de la Nueva Isleta.
    Recuerdo a Tino, y a Alejandro. Alejandro, al menos, ya no está entre nosotros. Una terrible pérdida! Lo recuerdo como un niño gordito, pero muy seguro de si mismo, siempre destacando en las notas, junto a algún otro. Ya la última vez que lo vi estaba muy desmejorado.
    Recuerdo también las clases de Don Benito, en donde Juan Miguel se atravesó la piel flácida que queda entre el dedo pulgar y el anular, y su narración posterior de cómo se lo habían sacado en el hospital.

  2. Sergio, yo he visto a Candelaria y a su prole. Ella pasaba por mi calle vendiendo toballas baratitas. No se si vivía en el Confital o por debajo del colegio Galicia, pero existir, existía.

    Tino parece que escapó, al menos GooglEvil devuelve un enlace a su perfil en el CaraCuloLibro. La historia de JuanMi fue en una clase distinta a la mía porque no la recuerdo. Me parece que yo no coincidí con él en clase hasta el instituto.

    Veré si puedo seguir sacando recuerdos viejos para alimentar la historia. Como has visto, a algunos (casi todos) les cambio el nombre y escribo mi idea actual de como eran entonces, seguramente totalmente equivocada.

  3. Tus recuerdos son mucho más claros que los míos!! Yo tiendo a olvidar nombres con una facilidad pasmosa!! Aún así, ha sido muy agradable recordar.
    Mi etapa con el hockey fue muy agradable en el colegio. También guardo recuerdo, entre agradable y de perplejidad, de Mamina y la venta de bocadillos en la bandeja de madera que se traía a la puerta, y el rebumbio que se formaba en los recreos en aquella cuesta!!
    Pues eso, un ejercicio agradable gracias a tu arranque!!

  4. Son recuerdos casi universales. Creo que se sea de una época o de otra…siempre hay momentos muy similares.

  5. Decían que la Cadelaria y su hijo-amante no se habían lavado en años. Ruben un amigo del colegio siempre los imitaba lo que él afirmaba que les había oído cantar en la calle.
    Teeeengo el conejo calienteeee
    Mi maaaadre es la mejó
    La candaleria supongo que ya no vive, al hijo lo vi este verano buscando entre los contenedores de basura