Actividades inferiores


Aquellos que no son desmemoriados recordarán que no hace ni una luna hablaba de cierto NDA que tuve que firmar. En relación a ese asuntillo confidencial, hoy tuve que desplazarme al este del país, al último poblacho que hay antes de llegar a la frontera con Alemania y que gracias a lo gigantescos que son los Países Bajos, es un lugar que está a unos cuarenta y cinco minutos de mi casa conduciendo. Para poder realizar esta tarea, mi empresa me alquiló un coche que recogí ayer en la oficina y con el que esta mañana salía de mi casa. Cuanto odio conducir. Esos tres cuartos de hora fueron el tiempo más mal aprovechado de este año. Cada vez tengo más claro que conducir es una tarea inferior, indigna de un ser humano y más propia de bestias y ordenadores. Te ves en un camino rodeado de un montón de gente que se desplaza sin tón ni són y que como tú, lo hacen porque no les queda más remedio. Además, dependes de la gracia de la diosa fortuna para que en tu ruta no hayan atascos, que pueden ser el producto de accidentes, obras o cualquier otra perturbación que descompense el sistema.

Para esta cita, según la persona que me sugirió pertenecer a ese evento, hay que ir bien vestido. Esto me lo dice uno que se pone el traje de los funerales hasta para ir a la playa y que jamás de los jamases en catorce años fue visto con una camiseta o un pantalón vaquero. Mi interpretación de su regla de la ropa se tradujo en ponerme un fabuloso Levi’s 501, la realeza de los vaqueros, unas botas Panama Jack, zapato exclusivo que no veas y como tuve tiempo para organizarme y quería impactar definitivamente, opté por mi tienda favorita, AliExpress y me compré una camisa de puro-lujo-María de diseño copiado de las de las grandes casas de este año, de una calidad que parece hecha por las mismísimas manos de las vírgenes que esperan a los josdeputa-terroristas-islámicos en su cielo para degollarlos y devolverlos al infierno del que ni ellos ni los truscolanes debieron haber salido y esa maravilla me costó la friolera de diez leuros y algunos céntimos, incluyendo los gastos de envío desde la China. Obviamente todos me miraban con envidia ya que con esa ropa, yo estaba como para ponerme en el escaparate navideño de cierto Corte. Después de la reunión, pasé por mi casa, que estaba en la ruta a la oficina, me cambié de ropa y me puse mi fastuosa camiseta roja con el toro de Osborne, me cambié de pantalones y de zapatos y seguí para el trabajo, ya que si allí me ven bien vestido, las máquinas de café no van a dar abasto a producir bebidas con los rumores de que fui a una entrevista de trabajo, algo que ni es, ni fue cierto, aunque nunca podemos decir que no lo será en el futuro. Devolví el coche en la recepción de nuestro edificio y me quejé por haber sido obligado a moverme en un sistema tan zafio y tortillero de transporte, obligándome a controlar una caja que contamina por senderos especiales que han sido creados para las mismas.

Si calculo la cantidad de avistamientos que me habría perdido de conducir un coche, me echo a llorar. Mejor pensar en positivo y hasta dentro de un año, no vuelvo a conducir.


Una respuesta a “Actividades inferiores”

  1. Suscribo tu odio a conducir y tengo que escuchar todo el tiempo cuando voy a viajar el típico comentario, «pero si alquilaras un coche verías más cosas». Ya lo sé coño, pero para mí conducir no son vacaciones y me convierto en la niña del exorcista cabreada. No digo más.