Bienvenido a bordo, el desenlace


Esto comenzó en Bienvenido a bordo, el comienzo

Llegamos al tercer día de la bienvenida a la empresa y ese día comenzaba en mi keli. La hora de comienzo de las actividades era las nueve de la mañana y en un universo paralelo y en una semana normal, podría haber salido de mi keli a las ocho y llegar a tiempo, pero no estamos en ese universo y me levanté a las seis y media y salí a las siete, y además, en guagua a la estación porque estaba cayendo el diluvio universal y como me pagan el transporte público, como que puedo asumir y asumo el rato adicional por el placer de ir sentado en la guagua bien seco. Al llegar a la estación pillé el primer tren Intercity hacia el norte y en lugar del drama de ir por Ámsterdam, opté por parar en la estación del estadio del Ajax, que ese día al parecer paraban todos los trenes allí y seguir desde allí hasta la oficina en guagua, la línea 300 que también pasa por el aeropuerto, ya que como todos sabemos, la línea de trenes por el sur de Ámsterdam estaba cerrada por mantenimiento en las vías. La idea se veía sencilla. Llegué a la estación de Bijlmer ArenA, bajé al nivel de la calle, me subí en una guagua doble 300 que estaba sin conductor y como hay una cada siete minutos, supuse que en el peor de los casos, ese sería el tiempo que habría que esperar, y acerté, solo que no contaba conque la mitad del universo conocido pensó igual que yo y para cuando el conductor cerró las puertas, solo nos faltaba el pestazo de sudor macerado en camisetas que no se han lavado nunca y la musiquilla para que aquello fuera el Bangalore Exprés, que allí entraron cienes y cienes de miles de personas. Yo por suerte estaba sentado y en ventana. No paraba de llover, había un tráfico endemoniado y en cada parada, si se bajaban cinco, subían treinta y cinco y se comprimían todos un poquito más. Tardamos solo una hora en llegar al aeropuerto, ya que en algunas paradas, para que se bajara un julay de la guagua, salían trescientas personas a la calle, se bajaba el susodicho y teníamos que reubicar a las trescientas personas y a las nuevas treinta. Yo pensaba que en el aeropuerto se acabaría todo, que se bajarían allí, como sucedió, pero es que se subieron otro montón de cientos que iban hacia Hoofddorp. La segunda parada del aeropuerto era la mía, que la razón para elegir la guagua es que me dejaría a cuatrocientos metros de la oficina y el tren me dejaría a setecientos y con un diluvio, esos trescientos metros son fundamentales. Conseguí bajarme y caminar a la oficina y llegué de los primeros, así que subí mi mochila con mi portátil a nuestra zona y bajé al nivel del curso para hablar con las organizadoras. Después llegó todo el mundo salvo el chaval que el día anterior se quedó sobao, aunque yo ni me enteré de eso hasta que a la hora en la que empezaba el curso, me llamó. Me dijo que había salido a la recepción del hotel, pero que allí no había ni guagua ni nadie conocido, así que le expliqué que la guagua se marchó de allí a las ocho y media, media hora antes de que él saliera de su habitación. Le ordené que pagara, cogiera su coche y se viniera a la oficina que había aparcamientos libres y que espabilara un poquito e informé a las pavas de la organización para que no empezaran a preparar el funeral del julay.

En esta tercera sesión solo estábamos los de nuestra división, con lo que algunos se habían ido de vuelta a sus países, pero vamos, cuatro o cinco. Los del equipo legal y recursos humanos, que no pertenecen a nuestra división, se quedaron porque dicen que si no lo tienen que hacer ellos solos. Comenzamos ligeros, con una charla de media hora, después tuvimos una presentación fantástica con un invento que hicieron durante la pandemia podemita y truscolana que permite hacer reparaciones y revisiones avanzadas usando unas gafas con cámara o una tableta y a un julay acarajotao. Hubo también una especie de cuestionario en el que según tu respuesta, te tenías que poner en una parte de la sala o en la otra y en una de las preguntas, yo me quedé solo, todo el mundo eligió el otro lado y resultó que yo tenía razón. Tras una pausa para cafelito vino el presidente de la empresa en Europa para darnos una charla de media hora. Todo el mundo super-hiper-mega firmes y yo pensando que el chamo ya me conoce porque cada vez que mando facturas con el transporte público, las rechazan por los errores más tontos o rechazan el aprobado de mi jefe y como él es el jefe de mi jefe, él las aprueba. Además me senté en primera fila y obligué al que llegó tarde a sentarse allí, que ya le expliqué que la última fila es para cobardes y gente que llega a tiempo y que nosotros trabajamos en Holanda, el jefe está en Holanda y es importante que nos vea las jetas y nos reconozca. Después de su presentación, resultó que teníamos una última competición, una en la que nos volvieron a dividir en grupos, en este caso tres y teníamos que hacer una presentación de como mínimo cinco minutos y como máximo diez con un tema diferente para cada grupo y usando todo lo que habíamos aprendido durante los tres días. En mi grupo teníamos a la abogada que es canadiense y a un gerente de marketing italiano, además de frikis alemanes, una turca que asusta de lo fea que era y que hacía que Doña Rogelia parezca follable y alguno más que no abrían la boca para no cagarla. YO me negué a ser el que hablara todo el tiempo, así que nos repartimos el tiempo entre la abogada, que abriría la presentación y la cerraría porque todos sabemos que dos tetas venden más que dos carretas, después seguiría el italiano dando muchos detalles técnicos, continuaría yo rellenando minutos sin básicamente aportar información pero empetando las palabras que tripitió y cuatripitió el presidente y acababa la abogada, a ser posible, con un corsé que le apretara las ubres. Preparamos nuestra presentación en treinta minutos, después teníamos el cutre almuerzo y a la una de la tarde, era la exposición de los temas, con el presidente de corpore insepulto. Creo que no lo he dicho pero el presidente de la división europea de la empresa es españó. Nosotros éramos el segundo grupo en presentar. Lo hicieron los primeros, que fue terrible, sobre todo porque hablaron todos y algunos parecía que se iban a echar a llorar de puro terror escénico y después nos tocaba a nosotros, que aunque subimos a los muditos al escenario, los pusimos de palmeros y plañideras en un lado. Comenzó la abogada, siguió el italiano, remató el Elegido y acabamos con la abogada pero sin el corsé. El presidente dijo, sin haber escuchado la tercera presentación, que la nuestra fue fantástica, que teníamos el tema más difícil y lo bordamos con desilusión y fantasía. El tercer grupo, que tenía un predominio de frikis que no veas, fue espantoso. Quedó claro quien ganó pero después de que se fue el presidente, todos los de mi grupo decidimos votar a los frikis para que se llevaran una alegría, que a nosotros ya nos dio el presidente como ganadores y era lo que nos valía. Lo hicimos así.

Tras esto tuvimos una encuesta y las despedidas y la guagua se llevaba a la tropa al aeropuerto. Como teníamos quince minutos, hice dos tours de la planta de nuestra división, en donde se sienta el presidente. Uno con los españoles y otro con los neerlandeses, que todo el mundo flipó porque yo tengo acceso, porque básicamente, mi orto apunta a la puerta del presidente y todos sabemos que como al menos diez castañas al día y porque directores, gerentes y demás miasma, todos me saludan cuando me ven y se paran a hablarme.

Cuando ya se fue todo el mundo, tenía hora y media hasta una reunión que me empetaron el día anterior, así que me pasé por la primera y segunda planta para saludar y hablar con los de recursos humanos y con otros jefillos y para cuando acabé mi gira, ya había pasado la hora y media, me habían invitado al almuerzo de Navidad con el presidente, al que solo vendrán, de los otros dos edificios de la empresa con unos trescientos empleados mi jefe y The Chosen One, para que después diga aquí el lengua viperina Ancestral que voy de perrillo faldero de mi jefe, que el hombre está flipando porque yo creo que a él lo invitan para no afrentarlo porque yo voy y si rechaza la invitación, pues mira, que no hay mal que por bien no venga.

Hice la reunión por videoconferencia, con una vicepresidenta de la empresa, mi jefa y algunos palmeros y de esa reunión salió el MINISTERIO DE LA MAGIA, que fue el nombre que yo le di y que aceptaron todos porque un trescientos veintiséis por ciento de lo que yo hago y que nadie comprende, es puramente magia. Ya me estoy currando que me den presupuesto para comprar varitas de las de Harry chapaPotter para la vicepresidenta, mi jefe, una pava más e il Scelto, aunque yo modestamente pienso que tendríamos que tener el uniforme de profesores de Hogwarts al completo para las reuniones. Y así acabaron mis jornadas de bienvenida al laburo.


3 respuestas a “Bienvenido a bordo, el desenlace”

  1. No, no es lengua viperina, es sentido del humor, ya deberías conocerme, que me he hecho ancestral por los años que llevo escribiendo aquí… 🙂
    Salud

  2. Aún no lo sé, lo que si es cierto que en España le hablan de mí y que aquí también le hablan de mí, así que en dos meses y nueve días ha escuchado más de una persona que de los otros cuatrocientos y pico empleados. Hoy mismito he hecho algo asombroso y maravilloso que ha dejado a todo el mundo flipando y desde mi bondad tan absolutista, hice otra cosilla que ha puesto de mi lado a un equipo completo de desarrollo, que me he ofrecido a ayudarlos y sacarlos del foso en el que se han metido de córpore insepulto