Bienvenido a bordo, juego y crucero


Esto comenzó en Bienvenido a bordo, el comienzo

Nos habíamos quedado en el almuerzo y merece la pena indicar el terror y el pavor tan absoluto que sintieron los españoles y los italianos cuando vieron lo que aquí se llama almuerzo. Se sentían insultados porque ni la palabra pranzo ni almuerzo se merecen ese vapuleo, con cuatro cosillas que no eran ni una merienda. Ya les avisé que si eso les asustaba, que se agarraran bien los machos para la cena.

La primera de las dos actividades de la tarde era un juego/competición en equipo. Cogías un papelito de una bolsa y te unías al grupo que te tocaba, aunque la suerte parece que arrejuntó a todos los frikis alemanes en el mismo grupo. El juego consistía en abrir un baúl con un candado con una combinación numérica en base a una pista que nos daban y una vez abierto, abrir las cuatro cajas que había dentro también cerradas con candado. Yo puedo confirmar y confirmo que en este tipo de experiencias, soy patético, lo de captar las pistas no es lo mío, que es más bien la manipulación y la creación de redes humanas a gran escala y altamente eficientes. No sé como, pero uno de los de nuestro grupo resolvió el acertijo del primer baúl y cuando vi los otros cuatro maletines en el interior, con números, pensé que ni de coña, pero que ni de coña, resolveríamos eso y menos aún, en los cien minutos que nos habían dado. El primer maletín interior era con unas fórmulas matemáticas o así y un cerebrito en nuestro grupo, como que entendía aquella coña y lo abrimos. En el segundo comenzaron los problemas. Teníamos pistas para el color rojo, pero el acertijo y las fórmulas hablaban del color verde y azul. Allí los sub-intelectuales debatían y debatían hasta que me calentaron, cogí la puta tarjeta y me fui a visitar a los otros grupos. En cada uno de ellos descubrí que estaban igual de trabados que nosotros, tenían un tercio de la información que necesitaban. Encontré a uno que tenía uno de los colores que nos hacían falta y nosotros teníamos uno que necesitaban ellos. Le iba a hacer fotos a su tarjeta cuando lo pensé mejor y negocié: mira julay, yo te digo el número del color rojo y tú me dices el número de tu tarjeta. Después seguí rastreando el color que me faltaba pero cuando lo encontré, no tenían nada en común con nosotros, así que envié a una de las pavas de mi equipo para que se camelara a los machos y consiguiera el número, haciendo uso, si era necesario, de los güevos fritos, que no hay macho que se resista a un pezón grande. Abrimos la segunda caja y al tener la tercera en nuestras manos, ya quedaba claro que esto no es un juego de competitividad, es un juego de trabajo en equipo, porque teníamos una pista para una calculadora, pero en nuestra caja había una especie de cilindro de encriptación. Volví a salir de aventura y usé una ligera manipulación para conseguir que los que aún estaban trabados, recibieran los resultados que necesitaban y ya con todo el mundo en el mismo nivel, comencé a buscar la calculadora y el grupo que necesitaba nuestro cilindro para dárselo. Poco a poco, en los demás grupos se iban dando cuenta que nosotros no éramos el enemigo a batir, que nadie iba a ganar, o lo conseguíamos todos juntos, o fracasábamos.

Ya con la calculadora, ni yo, ni las hembras, ni los machos del equipo teníamos idea de como conseguir el número de cuatro dígitos usando la calculadora. En eso que estoy yo paseando entre grupos y enseñándole la calculadora y la tarjeta con las pistas a todo quisqui y un pavo neerlandés lo mira y me dice que eso está chupao y se pone y me lo resuelve, el puto número era el 32. Yo no entendí nada y flipié en colores, pero lo importante es que conseguí el número y me dediqué a ayudar al grupo de los frikis alemanes, que al ser cejijuntos no pueden comunicarse bien con otros seres humanos, esos son más de hablar con ordenadores. Todos abrimos nuestros maletines y nos quedaba el último, que de nuevo, resolvimos juntos y en el interior del último, habían letras y claves para resolver la frase que teníamos que componer, todos juntos, que hasta ese momento todavía había algún pollardón o pollardona que no me creía cuando les gritaba que teníamos que trabajar en equipo, que yo cuando te me pones burro, te grito porque está muy mal visto dar cogotazos y bofetones, que es lo que me pide la mano. En práctiamente nada montamos la frase, en la que algunas letras tenían números que supuestamente, abrían una combinación en un ordenador que había allí, pero ciertas letras podían estar en diferentes posiciones, lo cual variaba el número y probamos unas cuántas hasta que dimos con la correcta y acabamos el juego con treinta y pico minutos de margen, que en esa pantalla había una cuenta pa’trás. Fue un exitazo y nos echaron el rollo de trabajar en equipo y eso.

Cogí al pavo que resolvió lo de la calculadora y le dije que me lo explicara a mí y a mis compañeros de nuevo y nos lo explicó y yo seguía sin entender nada, así que me lo explicó por tercera vez y como que confirmé que había captado el concepto, pero básicamente mentí. Tras una pausa de cafelito, tuvimos otra presentación de una hora para hablar de movidas medioambientales y la empresa y tras eso, la cena y actividad sorpresa, aunque afuera llovía a raudales. Nos metieron en una guagua y nos mamamos un atasco que no veas para ir a la ciudad de Ámsterdam, ya que la actividad sorpresa era un crucero con cena en plan bufete de dos horas por los canales de la ciudad. Cuarenta personas metidas en aquel barquillo era un poco claustrofóbico y con la lluvia, es que no se veía nada y el chófer ni se molestaba en indicar los lugares turísticos. Supuestamente esta era una actividad para seguir reforzando las coñas de equipo, pero no creo que haya funcionado muy bien. Quizás en verano, con buen tiempo, pero no en un día terrible. En un punto determinado íbamos a pasar por delante de la keli de Ana Frank, esa en la que te cobran para visitar un piso sin muebles y que no puedes alquilar y fui yo el que avisó a la basca, igual que cuando pasamos por debajo de algunos de los mejores puentes de la ciudad. Como llegamos tarde, acabamos tarde y de vuelta a la guagua, nos llevaron al hotel y acordamos vernos en el bar para tomar algo. Terminamos con un grupo enorme y el bar cerró y nosotros, o algunos de nosotros, seguimos allí hasta la una y media de la mañana. Ese fue el momento en el que se crearon amistades, romances, odios profundos y todo lo demás. A las siete ya estaba desayunando porque el segundo día comenzaba temprano, pero eso lo dejo para otro día que esto ya se ha alargado mucho, así que nos quedamos aquí.

El relato continúa en Bienvenido a bordo, el paseíllo por el sur


Una respuesta a “Bienvenido a bordo, juego y crucero”

  1. Suena bien, pero como bien dices, el tema del barquito y tal, mejor para verano y dias de sol…
    Salud