Camino del monte Bromo


El relato comenzó en Desde Utrecht a Kuala Lumpur pasando por Abu Dhabi

Una de las razones que me hicieron dar el salto a la isla de Java era el poder visitar el Volcán Bromo, el cual forma parte del Bromo Tengger Semeru National Park. No es la montaña más alta de ese parque, pero es la más conocida y además es un volcán en activo, con lo que igual hasta te gozas una erupción del copón y tienes que salir de allí por patas. Todos los hoteles de Yogyakarta venden paquetes turísticos similares, hospedándote en los mismos hoteles y básicamente haciendo lo mismo. Hay muy pocas opciones. Puedes subir hasta los hoteles, dormir allí y a las tres y media de la mañana caminar hasta el volcán Bromo y ver el amanecer allí o salir a la misma hora, que te lleven en jeep hasta Pananjakan, ver el amanecer desde allí, con los volcanes enfrente de ti y después bajar en jeep hasta el volcán, subir a verlo y regresar al hotel. Hay una variante a estos dos que añade un tercer día par air a ver el crater del volcán Ijen y consideré esta opción porque la Chinita me lo había recomendado aunque a última hora decidí no hacerlo ya que tres días en hoteles cutres y pasando sesiones eternas en autobuses me parecía demasiado.

Salíamos de Yogyakarta a las siete y media de la mañana y por eso me levanté a las seis, me duché, afeité y vestí y me desayuné. La noche anterior había comprado agua y algunas chucherías para comer ya que la Chinita me había avisado para que no pase hambre. Como mayormente tengo mi mochila sin deshacer, empaqueto y desempaqueto en cuestión de minutos. Pagué en el Delta Homestay y llegó el mini-bus que se convertiría en mi hogar durante ese día. Solo había una pareja en el interior así que elegí el asiento junto al conductor con el que al menos disfrutaría de la conducción temeraria y podría ver la muerte llegar de frente. Además de la pareja, que resultaron ser una rumana y un eslovaco (o algo parecido) se subieron cinco belgas, de los cuales uno de ellos repitió al menos cincuenta veces durante las siguientes veinticuatro horas a cualquiera que se molestara en hablarle que venía de un pequeño país que está situado entre Holanda, Francia y Alemania, como si la gente (todos occidentales) fuera mongólica y no supiera donde está Bélgica. Las cinco primeras veces te hace gracia pero después deseas meterle la cabeza en un cubo con ácido y asegurarte que no sobreviva. Salimos de la ciudad y gracias a mi Citymaps2Go sabía en todo momento en donde estaba. Al parecer han hecho versión para los pobres con el Androitotorota, los teléfonos esos que son como enciclopedias de grandes y que no te puedes echar en el bolsillo, aunque aún no he visto a ningún pobre usándolo con lo que igual es de pago.

Desde los primeros diez minutos se veía que nuestro conductor era un suicida. Adelantaba en espacios imposibles, pitaba continuamente, hacía un uso intensivo de las luces de emergencia y se salía o sacaba a otros vehículos de la carretera con regularidad. Además llamaba continuamente por teléfono móvil y hablaba mientras íbamos adelantando por el carril contrario con motos viniéndonos de frente y que se tenían que quitar como mejor podían porque para él no eran más que mosquitos muy crecidos. Después de cuatro horas en las que apagó y encendió el aire acondicionado unas cien veces y aún así no consiguió que enfriara el vehículo, los franceses se le amotinaron y le pidieron que detuviera el coche por la gloria de Mambrú, antes, durante y después de irse a la guerra, que dolor, que dolor que pena. El conductor accedió y les dijo que en dos minutos paraba pero su reloj biológico no es igual al nuestro y fueron veinte y paró porque habíamos llegado al restaurante en el que íbamos a almorzar. Todo el tiempo que íbamos conduciendo adelantábamos o éramos adelantados por otro mini-bus, muy chulo y de color negro. Ellos llegaron también allí y resultó que ambos eran de la misma compañía y que íbamos al mismo destino. Nosotros los mirábamos a ellos con envidia porque seguro que el aire acondicionado de su vehículo funcionaba. Pasé de experimentos y opté por almorzar Saté Ayam con arroz blanco, el cual podéis ver en esa bitácora fotográfica de comida que tengo desde hace bastante tiempo. El baño era patético, con todas las cisternas rotas y un cubo de agua con un cazo al lado para echar agüita cuando acababas la expulsión de residuos. Me senté a almorzar con los belgas y más o menos me enteré que aquello era un contubernio familiar, con una chama ya mayor y su nuevo novio tras enterrar al marido, un sobrino de ella con novia y otro sobrino obeso que al parecer era el que se encargaba del dinero. Entre ellos hablaban en francés y todos viven en Bruselas y también hablan flamenco, o el holandés ese con acento tan raro que se da en la zona.

En la segunda tanda de conducción, de unas tres horas, tuvimos al menos tres momentos en los que vimos la luz al final del túnel. Uno de ellos está capturado en vídeo en mi llutuve. En el peor de ellos, el camión que nos venía de frente nos sacó de la carretera y dejó al conductor temblando como un pajarito helado. Hasta él pensó que no escapábamos. Nosotros nos limitábamos a gritar como americanos en montaña rusa. En un momento determinado vemos unas luces azules y resulta que es un convoy de alguien importante, con unos cinco coches policiales por delante y que por supuesto circulan directamente por el carril contrario obligando a todo el mundo a quitarse. Íbamos en hora y tan contentos y ya faltaba poco para llegar a Probolinggo cuando de repente nos tropezamos con un atasco brutal. Nuestro conductor no se amilanó y se saltó algo más de dos kilómetros de caravana yendo en dirección contraria, con dos cojones como balones de fútbol. Cuando entramos en la ciudad, las policía nos paró y no hubo manera de que nos dejaran tomar por la carretera que lleva al monte Bromo. Aparcamos en un callejón y al momento estábamos rodeados de chiquillos que nos miraban como a extraterrestres. Alguien nos explicó que el acceso al Parque Nacional estaba cortado porque subía el presidente, otro nos dijo que el presidente ya estaba arriba, otro que iría al día siguiente y nadie sabía a ciencia cierta cuando restablecerían el tráfico. Después de una hora quitaron el bloqueo y cambiamos de vehículo para subir.

Los franceses y un servidor nos quedábamos en el hotel Sion y flipamos en colores, en blanco y negro y hasta en 3D con el sitio. Un antro que te pone los pelos de punta. Además, según el folleto cada habitación tiene baño privado y ducha con agua caliente para compartir. La realidad es que había un baño cada cuatro habitaciones, sin cisterna, con un balde y un cazo y un hedor que mataba presto súbito si te encierras allí a jiñar. Como no habíamos cenado fui a la recepción/restaurante y me encontré con los franceses. Como ellos eran cinco, les dieron dos habitaciones y en una de ellas pusieron un colchón en el suelo para el gordo. En la mía tenía dos camas, así que invité al gordo a que se quedara allí y evitara dormir en el suelo, algo que me agradeció. Estábamos comiendo cuando aparecieron la gente del otro mini-bus y a dos holandeses los pusieron en nuestra zona de habitaciones con baño compartido. Como nos teníamos que levantar a las 03:15am para salir a las 03:30, nos fuimos a dormir temprano.

El relato continúa en Amanecer en el monte Bromo y un viaje con tropezones a Bali

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6 respuestas a “Camino del monte Bromo”

  1. Hoy me voy a Amed, junto al mar y comienza el segmento playero de mis vacaciones así que espero que haya menos que contar y lo pueda hacer más rápido, aunque el teclado Bluetooth es sencillamente maravilloso.

  2. Darliz, en youtube, el canal «distorsionando», sulaco se dedica a poner videos para hacernos sentir su viaje intensamente jajajaja (en mi caso envidia bastante intensa excepto por lo del autobús, que ya me hubiese dado un ataque al corazón).

  3. ¡Ah!…Ahora entiendo por qué no se te cayó la cámara al suelo del susto; es que ya estabas acostumbrado, porque llevabas unas horitas viviéndolo.

    Con lo que cuentas del hotel, espero que al menos no te hagan pagar ni un céntimo por ello, jajaja… Esa sería la única manera en la que entendería que durmieras ahí.

    Por lo demás, decirte que eres «muy, pero que muy generoso»; compartir la habitación con desconocidos, no es decisión fácil (ni plato de gusto).