Como mi avión salía a las diez y media, no tenía demasiada prisa en ir al aeropuerto y ya había facturado con el telefónico y esto resultó un error que podría haber acabado muy mal. Después del desayuno del hotel, que también era malísimo, fui a la dulcería, que estaba abierta desde las seis de la mañana y me aprovisioné. Decidí llegar al aeropuerto una hora y media antes del vuelo y salí del hotel según mi plan, cogí el ferry desde el muelle de Malé al aeropuerto, que está a menos de diez minutos en barco y una vez allí, las colas eran épicas. El aeropuerto de Malé es sin lugar a ninguna duda, el peor aeropuerto de capital de país en Asia y probablemente uno de los tres peores del mundo. Lo peor es que tienen ya las nuevas terminales totalmente acabadas y amuebladas, pero el joputa-terrorista-musulmán-de-mielda del presidente ha decidido que no lo inaugura hasta que haya elecciones y esa flamante terminal nueva está cerrada y todo el mundo usa unos barracones construidos hace veinte o treinta años sin aire acondicionado, sin ventiladores y sin nada.
Primero tuve una cola brutal para pasar un control de seguridad antes de facturar, un control totalmente inútil y que toma como media hora. Después, como yo ya había facturado, fui a pasar el control de pasaporte y era otra cola dantesca y tras veinticinco minutos, me llega el turno y el panoli, cuando ve mi tarjeta de embarque me dice que tengo que tener una impresa y que vuelva al mostrador de facturación, cuando ya comenzaba el embarque.
Entro en pánico total, voy a la zona de facturación y los de seguridad me ayudaron a encontrar el sitio en el que se hizo la facturación, las chamas me imprimieron mis tarjetas y después fui de nuevo a pasar el control de pasaporte, pero me colaron por el lado de prioridad y tras pasar el control de pasaporte, que tomó un montón de tiempo porque mi vuelo ya no le salía en la pantalla porque técnicamente, estaba embarcando y ya habían pasado todos. Cuando la chica metió todos los datos a mano, me dijo que me fuera por la zona para primera clase porque después de eso venía el verdadero control de seguridad, yo ya con un reloj de arena gigantesco sobre mi cabeza contando los segundos hasta el despegue. Pasé el dichoso control, en el que ni me molesté en sacar los líquidos y la tableta y al parecer el panoli que hace como que mira la pantalla o dedujo que yo no estaba por la labor de cooperar o más bien, está allí durmiendo y no mira realmente a la pantalla.
Salí por patas, bajé a donde están las aglomeraciones para embarcar en los aviones, que en la zona de barracones son como muelles en los que van metiendo gente en guaguas y los van llevando a los aviones y entré directamente en una de ellas y me llevaron al avión. No fui el último en embarcar, todavía estaban los panolis habituales que retrasan todo y quieren ser los últimos en entrar para quejarse porque ya no hay espacio para su equipaje de mano.
Hasta este punto, esta anotación la he escrito en el avión, en donde me ha tocado una fila con la ventana que pagué para mi solito. También escribí la anotación del día anterior, con lo que por primera vez para el mejor blog sin premios en castellano, hay dos anotaciones escritas a diez mil novecientos setenta y tres metros de altura, a novecientos treinta kilómetros por hora y he llegado a este punto antes de sobrevolar los Países terroristas-musulmanes-de-mielda de oriente y medio. Comentar que aunque tardaremos eones en verlo, he grabado el despegue y hasta he hecho un segundo vídeo en el que se ve uno de los atoles espectacularmente, pero vamos, que hasta que llegue el día de ese vídeo pasaron meses y más meses.
El aterrizaje fue tras la puesta de sol, pero en la penumbra, no de noche y de nuevo, hice algunos vídeos con la puesta de sol y después aterrizando, que fue super-hiper-mega soso.
Salí del avión pitando porque no tenía mucho tiempo y tenía que entrar en Europa, con control de pasaporte y después tenía que volver a pasar control de seguridad, porque cuando entras en Europa no se fían de lo que se hizo fuera de la misma y hay que volver a hacerlo. Todo esto iba añadiendo minutos y minutos y cada vez se acercaba más la hora de mi despegue. Cuando superé todos los obstáculos, volé a la puerta de salida y al llegar allí hay una multitud y un anuncio que el avión llegó con retraso y que salíamos al menos quince minutos después, que se convirtieron en media hora, con lo que mi conexión con el tren de vuelta a los Países Bajos se iba a tomar por jauer. El avión iba petadísimo y tardaron un montón en el embarque porque la gente insistía en entrar con sus trolleys gigantescos y ya no había hueco y la tripulación esperaba hasta que desistían en intentar meterlo debajo del asiente delante de ellos en el que no cabía y se rendían y lo entregaban para ponerlo abajo.
Durante el vuelo nos dieron medio vaso de agua y un bombón. Como yo estaba en la sexta fila y en pasillo, salí pronto y aunque volé hasta el tren aéreo que conecta el aeropuerto de Dusseldorf con la estación de tren, ya era muy tarde. Según la planificación que me dieron, todo se retrasaba una hora, pero decidí no arriesgarme y salir en el primer tren en dirección a Oberhausen, que era en donde llegaba el momento complicado de mi viaje. En mi plan original, yo compré billete para ir en tren, pero en algún momento de las últimas semanas, se han puesto a hacer mantenimiento en las líneas entre la estación neerlandesa de Arnhem y Oberhausen y en lugar de tren, han puesto un autobús, o varios, solo que los que van a los Países Bajos solo sale uno cada hora. Cuando llegué a Oberhausen, seguí las indicaciones y llegué hasta la calle al lugar en el que había una parada de autobús y había un mensaje en alemán que no me cuadraba, así que lo traduje y GooglEVIL decía que en realidad, la parada estaba en el otro lado de la estación, en la parte trasera. O sea, ponen indicaciones para ir a un lugar, pero después no es ese lugar. Fui a la otra parte de la estación y allí había un grupo de gente en la que se supone que era la parada, lo cual al menos me daba seguridad. Tuve que esperar unos cuarenta minutos para la guagua, que en los Países Bajos siempre ponen guaguas de estas de excursiones, de las chachis, pero los alemanes ponen guaguas urbanas, dobles y de las peores. Primero llegó una guagua que hacía la ruta eQuis y que no entraba en los Países Bajos y esa se llevó a casi todo el mundo y más tarde llegó otra eQuis-eNe-eLe y en esa nos subimos unos pocos. Según la planificación, eran dos horas y media para hacer setenta y pico kilómetros, con lo que definitivamente, el chamo no iba por autopistas y según la ruta, solo hacía cinco paradas. Puedo confirmar y confirmo que hicimos la ruta escénica, rural y folclórica entre Oberhausen y Arnhem. Por suerte era domingo y el chamo pasaba un kilo de respetar el horario y cuando llegamos antes de tiempo a la primera parada, se bajaron unos, entró una persona y seguimos y en la segunda ya solo se bajó gente y seguíamos ganando tiempo, con lo que yo comencé a hacer mis cábalas porque la penúltima parada era en Zevenaar, ya en los Países Bajos y desde allí hasta el destino eran veintidos minutos y parecía que íbamos a llegar al lugar antes que un tren que hace la ruta en diez, con lo que podía pillar un intercity previo. Desde dos paradas antes, yo me había sentado al lado del chófer, en la parte delantera, para al menos mirar a la carretera porque me estaba durmiendo. Al llegar a Zevenaar, le di las gracias por sus servicios y por su presteza y entré en la estación y cuatro minutos después iba en tren camino de Arnhem, lugar al que llegué con seis minutos para cambiar a un tren Intercity a Utrecht. Al llegar a la estación, tenía dos alternativas. Esperar un rato, pillar el siguiente tren y después caminar novecientos metros hasta mi keli con llovizna, o pillar la guagua y que me dejara a ciento cincuenta metros de mi keli, que fue lo que hice. Sobre la medianoche, llegué a casa, o en hora Maldiviana, a las cuatro de la mañana, con lo que básicamente, desde que me desperté hasta que llegué a mi keli pasaron veintidós horas y media. Un tremendo palizón.
2 respuestas a “Casi pierdo el vuelo de vuelta”
Pues si. Un una paliza de cojones, con estrés añadido.
Bueno, ahora te sentirás de lo mas feliz de haber llegado de una pieza a tu casa de Quesolandia… 🙂
Salud