El relato de este viaje comenzó en Camino a Kuala Lumpur y Tienes un índice con todos los capítulos en Viaje a Malasia del 2009: Índice con toda la historia.
El cuarto día de mi viaje a Malasia es una jornada de transición. En mis tres semanas de viaje habían varias previstas días en los que me muevo desde un escenario al siguiente y en la mayor parte de los casos, esos viajes toman bastantes horas y diferentes medios de transporte.
El lunes me levanté a las cuatro y media de la mañana. Me duché con los ojos cerrados, empaqueté mis bártulos y a las cinco y cuarto me encontraba en la recepción del hotel con el taxista que me iba a llevar al aeropuerto. Lo contraté llamando a la misma empresa que se encargó de traerme al hotel el primer día. Si se te ocurre pedir uno en recepción, pagas más del doble ya que ahí hay tajada para muchos así que lo mejor es llamar y que te vengan a buscar.
El taxista se dormía conduciendo, yo veía por el espejo posterior como se le cerraban los ojos y cruzaba mis dedos para que no sucediera una desgracia. El tipo en los semáforos siesteaba hasta que alguien le pitaba y entonces arrancaba a toda prisa. Así recorrimos los setenta y pico kilómetros hasta la terminal de bajo costo del aeropuerto de Kuala Lumpur, llamada KL LCCT o Kuala Lumpur Low Cost Carrier Terminal. Este aeropuerto es pionero en separar a las aerolíneas convencionales de las pachangueras y dar servicios dependiendo de lo que se pague. Como el aeropuerto es tan grande lo que hicieron fue acondicionar una zona específicamente para este tipo de aerolíneas, a unos quince kilómetros de la terminal principal. Pasadas las seis de la mañana el taxista me dejó en la puerta y aquello sí que era un aeropuerto exótico, lleno de gente cargando cajas y con una pinta a escenario de Cuéntame como pasó que no veas. En un punto determinado hay unas máquinas de rayos equis y un guardia me dice que solo pase lo que voy a facturar así que meto en la misma mi mochila y al otro lado él le pone una pegatina indicando que ya está revisada. Me acerco al mostrador de facturación y allí me dan una especie de factura que parece ser la tarjeta de embarque. Noté que la gente llevaba en las manos maletas y mochilas enormes y no tenían intención alguna de facturar.
Me pasé por la cafetería para desayunar y eché un vistazo a los baños pero decidí abstenerme después de oler el tufo a meados que salía de los mismos. Tras el desayuno fui a pasar el control de seguridad y aluciné en colores. Cuando te llegaba tu turno no te hacían sacar nada de los bolsillos y mi botella de litro y medio de agua pasó tranquilamente junto con la mochila. Al entrar en el arco de detección de metales le advertí al de seguridad que yo iba cargado de hierro pero me hizo un gesto para que siguiera y cuando pasé y la máquina se volvió loca a pitar se la trajo al fresco y me dejó seguir. Resumiendo, que en Europa se ponen cucos para controlar la seguridad y en los países de los que salen los terroristas musulmanes los dejan entrar al avión con todo el armamento para que lo tengan más fácil.
Me senté junto a la puerta de embarque y en seguida noté algo raro. Me tomó un rato pero finalmente comprendí que la televisión que había allí solo ponía un trailer y el vídeo de Rihana Please don’t stop the music. Menudo machaque, una vez tras otra. Me alejé un poco y lo siguiente que noté fue la peculiar característica de todas las azafatas de Air Asia. Todas son de talla XS, diminutas y anoréxicas a más no poder y con unos cabezones que las hacen parecer alfileres. En esa compañía lo tienen claro, el ahorro de costos llega hasta los uniformes y las gordas son más pesadas y consumen más combustible. A la hora en la que debíamos embarcar, allí no hacían más que repetir por megafonía Parará Pán Pán, Parará Pán Pán y algo más que no entendía. Nos llamaron y todos salimos corriendo hasta el avión.
Algunos llevaban mochilas de ochenta litros como equipaje de mano. Aquello era increíble. Entramos al avión corriendo para huir del bochorno exterior y el avión estaba caldeadísimo, con el aire acondicionado echando como humo por la condensación. En unos minutos sentaron a todo el mundo, cerraron puertas y salimos escopeteados. En los cuarenta y cinco minutos que duró el vuelo dio tiempo hasta de vender comida y pasar con objetos libres de impuesto a precios más caros que cuando pagas los impuestos. Aterrizamos en Kota Bharu y mi mochila fue casi de las últimas en salir del avión.
Para cuando llegué a la puerta casi todos los taxis se habían ido. Todos (o casi todos) íbamos en la misma dirección, hacia Kuala Besut. Un taxista me ofreció un viaje por sesenta ringitt y acepté. El hombre lanzó mis cosas en el portabultos y a continuación comenzó el viaje de más de una hora para llegar a ese lugar. Inmediatamente noté que el concepto no era como me lo había explicado Mr. Hyde, quien me había dicho que los taxistas conducen muy relajados. El hijoputa que me llevaba a mí adelantaba en TODOS sitios, por la izquierda, por la derecha, por arriba y por abajo. Avanzábamos a velocidades increíbles y pronto comenzamos a pasar a todos los taxis que habían partido antes que nosotros. En aquel viaje endemoniado yo hacía de cuando en cuando una foto desde el taxi con la cámara del teléfono y así dejar algo en caso de que nos matásemos por allí. El tío eructaba de cuando en cuando y farfullaba algún tipo de oración mientras conducía como un loco. El viaje duró unos cuarenta minutos y llegamos los primeros a Kuala Besut, en mi caso, temblando como un pajarito.
Tengo claro que me dejó en una de las agencias de viaje específicamente porque en esa le dan comisión y de hecho se quedó esperando que llegaran los viajeros de las islas para ver si pillaba un viaje de vuelta. Yo compré mi viaje de ida y vuelta a Pulau Perhentian Kecil y me senté a esperar. A las diez de la mañana nos llevaron al muelle. ?ramos grupos distintos y nos fueron colocando en nuestros respectivos barcos después de pagar algún tipo de impuesto por entrar en territorio protegido.
En el barco todos los extranjeros debíamos llevar chaleco salvavidas y los nativos no. ?ramos unos diez, cargados de mochilas y todos contentos y excitados porque ya estábamos cerca de nuestro destino. Durante la siguiente media hora nuestros culos fueron puestos a prueba mientras aquellas planeadoras de doble motor corrían y competían entre ellas para llegar a las islas Perhentian. En el viaje tienes unas vistas preciosas tanto de la costa como de las islas. Una vez frente a Long Beach, la playa en la que yo y casi todos nos bajábamos, el tipo paró el motor y nos dijo que para llegar a la playa teníamos que pagar dos ringitt para el taxi. Tengo claro que nos ordeñan y nos sacan todo el dinero que pueden pero bueno, dos ringitt no son ni medio euro. Llegó el supuesto taxi, una barquilla con motor y como pudimos saltamos de una a otra con nuestros bártulos. El tío nos llevó hasta la orilla y allí nos bajamos.
Fui hasta el final de la playa y en el Spice Divers me encontré con Mr. Hyde, el cual me ayudó a encontrar alojamiento en los Chalet Panorama. Eran las once de la mañana y el viaje comenzó a las cuatro y media que fue cuando me levanté.
Como habréis notado, he puesto pequeñas fotos que hice con el teléfono móvil y lo seguiré haciendo en todas las jornadas de transición. El teléfono es un Sony Ericsson K800i y la cámara no da para más, así que no os esperéis gran cosa.
El relato del viaje continúa en Del cuarto al sexto día. Pulau Perhentian Kecil
9 respuestas a “Cuarto día. Kuala Lumpur – Pulau Perhentian Kecil”
Esta parte del relato me ha gustado mucho. Un besho.
Seguro que fue por las micro-fotos. La idea me vino de los chinos que se pasan el día haciendo fotos. Decidí que mis viajes en el país serían así, documentándolos con el teléfono y así ayudando al texto. Un rato más tarde, corriendo en el taxi y pensando que iba a morir, mientras mentalmente tomaba notas para lo que quería escribir me vino la idea de usar un formato de pequeñas imágenes como fotogramas de cine agrupadas de dos en dos pero al final la cosa ha cambiado un poco y he de decir que me gustan mucho, toma un rato prepararlas pero merece la pena. Si alguien intenta ampliar la imagen de la tarjeta de embarque se llevará un disgusto ya que no encontrará mi nombre, ha sido eliminado.
Flipante lo de Mr Hyde, creo que me he quedado enganchado a su blog ^^
Quizas si, la verdad es que tiene sentido que sea por las fotos 🙂 besos.
me encanta la idea del relato acompañado a la vez con fotos
Aliena, por desgracia solo ocurrirá en los días en los que en realidad no sucedió nada, solo viajaba. Mi velocidad de procesado de las fotos que hago no va paralela a la velocidad de escritura del relato. No sería de extrañar que no las llegue a revisar hasta el año que viene, si tenemos en cuenta que hace año y medio que estuve en Sevilla y Córdoba y esas fotos aún no las he arreglado o las fotos de Florencia, en las que además voy muy lento porque tengo que borrar de las mismas a cierta rata despreciable que se coló en alguna de ellas.
a mi se me coló una rata una vez en un viaje,pero no supe borrarla de las fotos….y ahi está siempre que las miro, no se como no se me ocurrió pisotearla in situ.
En cualquier caso no pienso poner fotos de Pisa o Florencia en mi bitácora para que el comemierda del marico hechicero de Ginebra sepa que nada se olvida ni se perdona.
La primera foto que aparece es la de la tarjeta de embarque, y pensé que era un video por el marco ese que les has puesto! la verdad que queda más chulo el post.