De Schooltuin


Creía que ya había comentado todas las películas holandesas pero parece que esta, que no formó parte del festival, no la vi. Se trata de un documental para el que hay que explicar algunas cosillas pero como eso forma parte de la trama, lo haré más tarde. Decir que fue otra de esas experiencias cortas, ya que dura una hora y cuando lo fui a ver, creo que éramos tres en el cine, con lo que la experiencia no fue para nada sobrecogedora ya que había un montón de distancia entre nosotros. Se trata de De Schooltuin y jamás se estrenará en España, aunque quizás deberían para aprender unas cosillas. El título, aunque te sientas tentado de usar el de el jardín del colegio, sería más exacto si fuese truscoluña no es nación.

Los julays holandeses también tienen buenas ideas sin chimpún

Cuando le preguntas a muchos niños hoy en día que de donde vienen las verduras, muchos te dicen que del supermercado y desconocen lo que hay detrás. En los Países Bajos, por más de cien años, los niños tienen como parte de su educación un año (o más bien nueve meses) cuidando su propio jardín. Al ser un año, cubre dos cursos, comienza en primavera de un curso y acaba en otoño del siguiente. En Amsterdam, a cada niño, que en esa época deben tener nueve o diez años, se le asigna un trocito de terreno. Después irán allí con frecuencia y con sus profesores y ellos elegirán las verduras que plantarán. Las regarán, las cuidarán, quitarán las malas hierbas y cosecharán lo que han plantado. Son terrenos enormes que se convierten en jardines y en los que también insectos y otros animales como conejos aprovechan para darse un festín. De esta manera, los niños llevarán a sus casas bolsas con verduras que ellos mismos han cultivado y descubrirán que hay muchísimo más que se puede hacer ahí afuera, aparte de jugar al fútbol en el asfalto o en la hierba.

El documental es fantástico. Vemos como al final del invierno, limpian y preparan el terreno, crean los huertos para cada niño, los vemos llegar, se les asigna su huerto y ellos ponen carteles que han hecho en clase con sus nombres, van eligiendo las semillas o plantas que quieren, se les ayuda a plantarlas y después irán visitando regularmente para limpiar de malas hierbas y para cuidar su jardín. Todo esto ayudados de profesores y jardineros que hacen que la experiencia sea mágica. Pronto comenzarán a cosechar sus lechugas, sus tomates, sus calabazas, sus calabacines, sus papas y otro montón más de plantas y ver las caras maravilladas de esos chiquillos con todo lo que están obteniendo de su pequeño trozo de jardín es increíble. La historia no tiene un solo segundo aburrido, más bien es fascinante y amena.

Obviamente, no es algo para los miembros del Clan de los Orcos, animales básicos en donde los haya y seguramente tampoco para los sub-intelectuales con GafaPasta, que se ven muy por encima de labores tan zafias y banales. Vale la pena verlo.


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